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Se inspira Papa en la Virgen de Guadalupe

Ciudad de México.- El papa Francisco había dado dos discursos históricos antes de la hora de la comida y aún le restaba viajar al norte de la Ciudad de México para...
  • Por Alejandra Pérez
Se inspira Papa en la Virgen de Guadalupe

Ciudad de México.- El papa Francisco había dado dos discursos históricos antes de la hora de la comida y aún le restaba viajar al norte de la Ciudad de México para cristalizar el verdadero sentido de su viaje.

Y es que en el Tepeyac, uno de los santuarios más visitados del mundo católico —donde llegan más peregrinos (no turistas) al pie de la Guadalupana que al Vaticano— podía haber sido motivo suficiente para visitar México, aseguró el Pontífice antes de iniciar su viaje pastoral.

Llegar a la Basílica de Guadalupe no sólo es importante para el Obispo de Roma. Miles de personas han hecho una costumbre caminar, peregrinar hacia el santuario de la Virgen en los días de fiesta en diciembre, incluso si deben hacerlo de rodillas, retando a su físico y voluntad.

Este sábado, llegaron al pie de la valla que recorría toda la calzada, incluso aquellos que no pueden moverse por sus propios medios.

Antes del amanecer, en las calles en torno a la Basílica, miles de personas buscaban el filtro que les permitiría acceder hasta el atrio. La zozobra de las monjas provenientes de Chalco, Salamanca o África Central por ingresar lo antes posible parecía casi inexplicable, pues faltaban once horas para el arribo de Francisco.

Las órdenes religiosas llevaban a sus agremiados a paso veloz, literalmente trotando, hasta indicarles cuáles son sus lugares entre la sillería y gradas del Atrio de las Américas. Los primeros en llegar a acampar en la Calzada de Guadalupe tendieron sus cobijas y cartones a las 6:00 horas.

Vinieron después horas de lo que podría considerarse calma, si se compara con los días cercanos al 12 de diciembre, cuando el ajetreo y el campamento en torno al santuario alcanza niveles que este sábado ni por asomo sucedieron.

La seguridad era férrea: Policía Federal, Gendarmería, Policía Militar, Policía Capitalina, Policía de Tránsito, Policía Bancaria e Industrial, voluntarios católicos cuya labor es evitar que la euforia de los asistentes decaiga (no más de un 70 por ciento de euforia en una escala del 0 al 100, de acuerdo con el instructivo enviado a los voluntarios vía correo electrónico), funcionarios de la delegación Gustavo A. Madero, brigadistas del gobierno de la Ciudad de México, y un sinfín de organizaciones católicas de todos tamaños.

Lo único que no llegó desde temprano fue la feligresía. Por momentos parecía que las corporaciones policiacas y civiles se resguardaban mutuamente.

Incluso las personas en situación de calle que comúnmente deambulan por los alrededores de La Villa no aparecieron, debido a que las delegaciones Gustavo A. Madero y Cuauhtémoc los “invitaron voluntariamente” a ingresar a albergues en los días previos, en un caso que la Comisión de Derechos Humanos capitalina investiga.

El arribo de los feligreses inició alrededor del mediodía. Entre ellos, había un grupo que no llegó por su propio pie. Se trataba de mujeres y hombres que vieron pasar en varias ocasiones al papa Juan Pablo II y que en sus últimos años de vida agradecen poder ver una vez más al máximo jerarca de la Iglesia católica.

Para Priscila, a quien la edad ya no le permite levantarse de su silla de ruedas, Francisco representa “la Paz, la seguridad y tranquilidad, si pudiera le diría que lo amo y que me dé su bendición a mí y a mi familia y le dé a México parte de su sabiduría para estar mejor”.

De poderse entrevistar con el Papa, Catalina le “daría las gracias porque viene a dar su bendición, y es mandado por mi señora santísima, y que me salude aunque sea así nomas, con su manita”.

Evangelina lamentó nunca haber tenido dinero para ir a Roma a conocer al Papa, y pese a que vio a Juan Pablo II en varias ocasiones y estaba a minutos de ver a Francisco, aseguró que si algún día “Diosito me da dinero, voy a verlo”.

Se trataba, en su mayoría, de mujeres que han sido llevadas hasta la valla metálica por sus hijos y que han hecho de la religión su principal motivo de vida.

Es Adalberto, un hombre anciano, en los huesos, quien no resistió el llanto: “Es lo máximo para la persona que es católica, ver a nuestra Santidad de cerca, doy gracias de verlo, al anterior (Juan Pablo II) lo vi las cuatro veces que vino”.

Uno tras otro, las personas reunidas en torno a la valla sumaron peticiones a Francisco, “La bendición para toda mi familia, salud y la bendición para todos”.

“Que rezara por mí y mi familia”. “Es símbolo de respeto, entrega a Dios”.

“Que tenga piedad de nosotros”. “Que pidiera por las personas que no tienen trabajo, hay mucha miseria”.

Tal parece que la gente ha perdido la confianza en autoridades, gobernantes, políticos, incluso en vecinos y amigos, y sólo queda encomendarse a la divinidad y, en su defecto, a su representante en la Tierra.

Esa esperanza es la que provoca que al enterarse por la radio o en las 15 pantallas instaladas en la Calzada de Guadalupe de la cercanía de Francisco, la euforia comienzara a incrementarse. De las calles salía gente que se sumaba en una nutrida muchedumbre.

La inminente cercanía del Papa llegó como una reverberancia de gritos, que subián de volumen hasta alcanzar niveles de histeria entre quienes esperaron horas, días e, incluso, años al paso del Papa.

Es un instante fugaz y más bien poco nítido, que no duró mas de cinco segundos, pero que a muchos les durará toda una vida.

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