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La traigo controlada

  • Por Luis Cano
La traigo controlada

Por León Reyes Castro

Claudio Martin llegó a la estación del tren, un martes en la tarde, venía de uno de los pueblos de la sierra, donde la vida solo se aguanta decía él: borracho, loco o con la mujer de otro.

Cargaba su equipaje en una caja de cartón atada, con un cordón de ixtle.

Lo mandaron sus padres, para quitarle los cadillos y hacer de él un hombre de razón.

Nada que ver con el norteño que pintan las fantasías regionales, de estatura mediana, más bien barrigón, cuello corto, cabezón, medio cacheton, si se le miraba de frente recordaba a los mapaches, ojeras y ojos tristes.

Lo hospedó por muchos años, como era tradición, una de sus abuelas, que como todas en esos años, se llamaba Juanita.

Siempre taciturno, de voz baja, taimado en el decir, creador de frases rancheras pero ingeniosas, bueno para la pisteada, no le hacía el feo a la mota.

Cuando menos compartió la vida unos 20 años, con sus Cuates, buen amigo, inteligente, pero su perfil de ranchero, recién llegado a la ciudad no lo dejaba mostrar su talento de buen abogado.

Desde que inicio la prepa le pegaba duro a la farra, la agarraba, por varios días, siempre combinada con un buen churro.

Tranquilones, los miembros de la broza, no pasaron de, en alguna fiesta a la que asistían de lianas, darse de trompos.

Sin nada importante que contar, como era común en aquella provinciana ciudad norteña, salieron de la universidad, se casaron y tuvieron hijos.

Todo bien, vida provinciana, sin sobresaltos, clase medieros trepadores, medio borrachines, mariguanos de vez en cuando, adúlteros de ocasión, así paso la vida.

Solo que para los estándares de los del grupo, Claudio Martin era más briago que los demás.

La chamba, la familia y la mujer, fueron separando a los cuates.

De cualquier manera se veían frecuentemente y al decirle alguno de los amigos: oye Claudio siempre te veo pedo, él contestaba: tranquilo, no pasa nada, traigo la peda controlada.

En una crisis terminó en el hospital, el médico platicó con él y le dijo: tiene daños irreversibles, pero si deja el alcohol y con ciertos cuidados puede tener una buena cantidad y calidad de vida.

Por un buen rato, vieron sus amigos a Claudio Martin retirado de la copa.

Al tiempo regresó a lo mismo y decía: tranquilos, traigo la peda controlada, solo estoy escribiendo mi posdata, ¿apoco solo Paz puede hacerlo?.

Meses después en otra caída al hospital el médico sentenció: nada que hacer.

Sólo una vez vieron llorar a Claudio Martin y decir: estuvo cara la posdata, pero siempre traje la peda controlada.

Para enterrarlo se recurrió a la coperacha entre los amigos, Claudio Martin no tenía un peso, uno de los amigos, solidario dijo ¿cuánto me toca?, agregando: este Claudio Martin sí que no tenía donde caerse muerto