Opinión

Expediente político

  • Por José Oswaldo
Expediente político

Por Carlos Jaramillo Vela

Muchas son las versiones que se han divulgado en días recientes en torno al posible recrudecimiento de las hostilidades entre los cárteles del narcotráfico en Chihuahua. Esta percepción también se ha detonado a raíz de las declaraciones de las autoridades, quienes afirman contar con información que apunta hacia una pretendida reaparición de un conocido personaje que supuestamente retomaría al Estado como plaza para desarrollar actividades de narcotráfico. Aunque se sabe que autoridades de la DEA han dado a conocer que el Ejército Mexicano tiene información sobre el eventual retorno de dicho personaje, lo único cierto ahora es que su presencia en Chihuahua, por el momento, lejos de ser una realidad comprobada, es una especulación. Desde luego, algo que también resulta innegable es la afectación que causa a la marcha de las inversiones y los negocios una suspicacia de tal naturaleza, cuyo efecto inmediato es el deterioro de la imagen del Estado en los rubros de paz y seguridad, tan observados por los inversionistas de todos los calados, quienes revisan minuciosamente estos renglones antes de arriesgar su dinero. Además, durante las últimas semanas han sido frecuentes las ejecuciones y otros delitos de alto impacto, en las dos principales ciudades de la entidad, lo que sin duda ya es del conocimiento de los organismos representativos de la iniciativa privada, quienes podrían permanecer en silencio, o alzar la voz, ante la evidente amenaza.

Luego de la elección del 5 de junio del presente año, el PRI comenzó a replantearse su futuro a corto y mediano plazo, pues en dos años los mexicanos elegiremos al próximo Presidente de la República, sucesor de Enrique Peña Nieto, y en cinco, al Gobernador de Chihuahua, que relevará al actual mandatario electo, Javier Corral Jurado. En el plano nacional ya quedó aclarada la sucesión del instituto tricolor, luego de que Enrique Ochoa Reza llegara a ocupar la silla principal del CEN, que dejó vacante el legendario Manlio Fabio Beltrones, a raíz de los sucesos de la “noche triste” que enlutaron a la institución creada por Plutarco Elías Calles. Por lo que concierne al entorno local, aunque son varios los nombres que suenan para tomar las riendas que en su momento entregará el dirigente estatal Guillermo Dowell Delgado, en los recientes días han cobrado fuerza las menciones de la senadora Lilia Merodio Reza y el exdiputado Pedro Ignacio Domínguez Zepeda, para la Presidencia y la Secretaría General del CDE, respectivamente. Desde la madrugada del lunes 6 de junio, una vez conocida la magnitud del descalabro electoral sufrido por el Partido Revolucionario Institucional, se supo que entre la clase política priísta surgiría gran efervescencia para alcanzar el timón del partido en la entidad. Ahora la interrogante es ¿serán Merodio y Domínguez la fórmula definitiva que ponga fin a las actuales especulaciones, y se apreste a dar inicio a la segunda edición del PRI como opositor?, después de aquélla primera etapa ocurrida hace 24 años, cuando siendo gobernador Francisco Barrio Terrazas, lideraron a las huestes revolucionarias los perspicaces Artemio Iglesias Miramontes y Óscar Villalobos Chávez.   

Se dice que la alcaldesa electa de Chihuahua, María Eugenia Campos Galván, ha comenzado a concretar acuerdos de cooperación con el resto de los candidatos contendientes en la reciente elección, que la llevó al triunfo para colocarla como la primera mujer presidenta de la capital. De ser cierta tal acción, es desde luego una buena estrategia, pues más allá del posicionamiento de su imagen personal, y la atracción de los reflectores mediáticos, que como todo político, persigue colateralmente Campos, su finalidad central es positiva, ya que pretende sumar a su gestión en beneficio de Chihuahua la buena voluntad, aportaciones y experiencia de los actores políticos que contendieron con ella en la búsqueda de la Presidencia Municipal. Entre ellos se hallan, por supuesto, el excandidato independiente y connotado empresario, Enrique Terrazas Seyffert; y la experimentada exfuncionaria pública, Lucía Chavira Acosta, excandidata del Partido Revolucionario Institucional.

El nombre del siempre inquieto, emprendedor y extrovertido Marcelo González Tachiquín, otra vez empieza a figurar en las columnas periodísticas, pues según las últimas noticias que se tienen de él, ha decidido sumarse a la serie de actores que se han subido a la cresta de la ola de aspirantes a la rectoría de la UACH, levantada en la máxima casa de estudios por el tsunami electoral del 5 de junio. González Tachiquín tiene atributos académicos y políticos que hacen de él un pretendiente con perfil versátil, pues su marcada vocación por la docencia y el servicio público lo han llevado a construir un sólido currículum, tanto mediante su trabajo en las aulas universitarias, como a través de su desempeño en importantes responsabilidades de gobierno. Un hecho que resulta pertinente referir es la renuncia presentada meses atrás por González Tachiquín, al PRI, pues ante la actual transición política que vive Chihuahua, al Exsecretario de Educación su circunstancia personal podría actuar a su favor, ya que al no tener partido que lo patrocine es, en teoría, un aspirante neutro ante los ojos de Javier Corral, y de la comunidad universitaria. Aunque los medios de comunicación también sitúan en la carrera por la rectoría a Mario Trevizo Salazar, Enrique Rascón, Enrique Carrete, Alfredo De la Torre y Jesús Robles Villa, entre otros, todavía habrá que esperar algunas semanas para que se dé el episodio “Habemus Rector”, ya que las decisiones políticas y el humo blanco aún no se amalgaman en el tradicional rito que define las sucesiones en el puesto principal del Alma Mater. ¿Es cierto el retorno de Marcelo? ¿Será él el próximo Rector de la UACH? Un tiempo corto, ya muy corto, nos dirá la verdad.

Todo indica que Javier Corral está decidido a transitar por la vía del librepensamiento. Tal aseveración se desprende del hecho de que Jaime García Chávez y Víctor Quintana Silveyra, dos de los personajes intelectuales de la izquierda que forman parte de su círculo inmediato de colaboradores, han sido referidos en estos días por las columnas políticas, debido a las expresiones públicas que vertieron respectivamente, con un sentido que bajo la ortodoxia política se percibe a contrapelo del pensar y sentir del gobernador electo. Mientras que los medios atribuyen al primero de ellos el cuestionamiento de la calidad moral y los antecedentes del comandante Juan Manuel Escamilla León, recién nombrado jefe de seguridad personal de Corral; al segundo lo reseñan por manifestar su deseo de que la izquierda triunfe en la elección presidencial del 2018. Nada extraño resulta ver a Corral asumir una postura tolerante y democrática respecto a sus coadyuvantes -y próximamente subordinados-, si se considera que la biografía personal del futuro mandatario chihuahuense, le confiere un perfil de hombre formado en los ámbitos intelectual y periodístico. Tal vez sean precisamente sus raíces de periodista las que mantengan a Corral firmemente atado al respeto irrestricto por el supremo principio de la libertad de expresión. Esta situación evoca la inmortal frase del célebre filósofo francés, Voltaire -quien defendió la tolerancia por encima de todo-: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Además, las conocidas ligas del gobermador entrante, con actores y corrientes de la izquierda, han hecho de él un personaje atípico o inédito dentro del PAN, pues no obstante sus posturas liberales -a veces más afines a la ideología del PRI y a las doctrinas izquierdistas, que a los postulados de la derecha-, ha logrado hacer carrera en un partido tradicionalmente conservador.  

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