Opinión

Diario político

  • Por José Oswaldo
Diario político

Por Carlos Jaramillo Vela

El que parece estar tomando un rumbo distinto a su tradicional derrotero político es el Partido Acción Nacional, pues ahora, ante el escenario electoral que se le configuró en Chihuahua mediante los resultados de las elecciones del 5 de junio, empieza a dar muestras de un novedoso e inusual mecanismo para tratar y resolver sus asuntos internos, que difiere del acostumbrado – e incluso desgastante- choque de fuerzas, grupos y corrientes. Esta situación se aprecia de manera clara en el terso procedimiento que empieza a fraguarse de cara a la inminente sucesión de la dirigencia estatal que en el blanquiazul -prácticamente al mismo tiempo que en el Partido Revolucionario Institucional- habrá de ocurrir dentro de algunas semanas. Tales apreciaciones se desprenden del hecho de que ahora, con Javier Corral como Gobernador electo y líder moral del panismo, han empezado a circular versiones que apuntan hacia una entrega consensada de la Presidencia del CDE albiazul -desde luego, cuidando las formas estatutarias y legales-, a favor de Fernando Álvarez Monje, por parte del actual dirigente Mario Vázquez. De concretarse esto, revelaría que por fin los diversos grupos panistas, algunos de ellos tradicionalmente reacios a la disciplina institucional, han terminado por entender los beneficios de actuar bajo las directrices organizacionales, y se alinearían en torno al liderazgo de Corral, facilitándole las cosas al transigir para que uno de los operadores del senador con licencia, asuma el control formal del partido. Es evidente que los nuevos tiempos y las nuevas circunstancias han venido a infundir nuevas formas en la cultura política y las prácticas internas del PAN, donde al parecer ahora empieza a cobrar importancia la gestación del tipo de acuerdos como los que el PRI siempre ha puesto en práctica, para privilegiar la unidad institucional y la gobernabilidad partidista.

Aunque desde meses atrás, una multicitada lista de posibles candidatos a la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional en el Estado de Chihuahua, divulgada por los diversos medios de comunicación, ha venido haciendo alusión a distinguidos cuadros priístas, como las senadoras Graciela Ortiz, Lilia Merodio, el exdiputado Pedro Domínguez Zepeda, el ex dirigente municipal tricolor Fermín Ordóñez y el diputado federal Alejandro Domínguez, durante los últimos días algunos periodistas empezaron a mencionar con fuerza los nombres de Óscar Villalobos Chávez y Miguel Ángel González, quienes en virtud de sus sólidas trayectorias son también dos perfiles de muy buen nivel para ser considerados dentro de las prospecciones que los jerarcas del CEN realizan para definir la sucesión del partido en el Estado. Igual que sus compañeras y compañeros nominados, Óscar Villalobos y Miguel Ángel González son poseedores de amplia experiencia y buena imagen pública, acumuladas durante más de treinta años de militancia en las lides partidistas. Además, lo mismo que Graciela Ortiz y Alejandro Domínguez, ambos ya han tripulado -entre muchos otros cargos- la nave del priísmo chihuahuense, y se les dan de manera natural la perspicacia, el oficio político y la diplomacia tan necesarios para encarar retos políticos de gran envergadura como el histórico desafío que el Revolucionario Institucional ahora enfrenta. Si entre todas las y los potenciales aspirantes hay alguno que cuenta con dos factores diferenciales, este es Oscar Villalobos, pues es el único que ha dirigido al PRI en calidad de oposición –durante la parte final del sexenio del Gobernador Francisco Barrio-;  y también tiene el récord de haber sido hasta ahora el único dirigente que ha llegado a la Presidencia del CDE a través de una elección. En virtud de las vastas cartas credenciales que Villalobos y González portan, así como por su afinidad política con el exgobernador Reyes Baeza Terrazas y el fuerte grupo que lo rodea, no resulta extraña la mención que los analistas han comenzado a hacer sobre los perfiles de estos dos notables exponentes. Aún falta tiempo para la definición de los nuevos liderazgos formales del PRI, y todavía no hay nada para nadie, sin embargo cada día se torna más interesante el proceso de sucesión entre las huestes priístas.

Quienes al parecer aún no se ponen de acuerdo sobre el perfil de la o el próximo coordinador de la bancada legislativa del PAN en el Congreso Local, son los diputados albiazules entrantes y el staff de asesores políticos de Javier Corral, integrado por Francisco Barrio, César Jaúregui, Gustavo Madero, Guillermo Luján, Fernando Álvarez Monje y Mario Vázquez. La recta final esta delineada, no hay más nombres que los de Blanca Gámez, la favorita del gobernador electo, y Miguel La Torre, diputado triunfador en el XVI distrito. Todos los panistas saben que uno de ellos será el comandante de los legisladores panistas durante los siguientes años. El meollo de la discordia no es la falta o exceso de nombres para el cargo, sino la oposición interna que, según afirman algunos columnistas, se ha desatado entre los futuros tribunos panistas porque varios de ellos consideran a Gámez como una política de línea radical y con tendencias pro izquierdistas. Si los detractores de Gámez olvidan que Corral es un hombre afín a las corrientes de la izquierda y la intelectualidad, al menos deber tener presente la expansión actual de la equidad de género y el empoderamiento femenino. Sea como sea, resulta oportuno recordar que debido a que la institucionalidad y la disciplina partidista son principios elementales para la preservación del orden dentro de cualquier organización política, es factible que este caso termine resolviéndose bajo la máxima universalmente aceptada, que reza “donde manda capitán no gobierna marinero”, por lo que la última palabra sobre el tema la tendrá el nuevo inquilino de Palacio, quien no permitirá que se le desgrane la mazorca.

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