Opinión

Análisis político

  • Por Cynthia
 Análisis político

Por Carlos Jaramillo Vela

La que aparentemente parece transitar por la vía libre -aunque para algunos la realidad es otra- es la sucesión de Rector en la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde ante el nuevo panorama político que empezó a vivir Chihuahua desde el pasado 5 de junio, no se percibe claridad en las definiciones. Hay quienes afirman que tanto el gobernador actual, César Duarte, como el electo, Javier Corral, mantienen interés y colaboradores operando en el histórico proceso político-académico. Otros opinan que en verdad el proceso eleccionario de la máxima posición de la UACH se encuentra tomando un nuevo e inédito camino. No es necesario tener gran clarividencia o especiales dotes intelectuales para entender que las oportunidades se abrieron para todos, o casi todos, a raíz del desenlace electoral de junio. La sociedad hoy se halla altamente politizada, y los académicos universitarios no son la excepción, por ello no pocos de los directores y maestros que ahora aspiran a la silla del Rector Enrique Seáñez Sáenz, al conocer el veredicto de las urnas olfatearon de inmediato las posibilidades de acceder al rectorado, diciéndose a sí mismos: “ahora es cuando”. Entre los columnistas políticos hay opiniones divergentes, algunos afirman que el proceso democrático interno se encuentra desbordado, fuera de cauce y sin control; otros piensan que el Rector Seáñez está operando para sacar la sucesión con el apoyo de los directores de las facultades de Artes, Ciencias Agrícolas, Ciencias Químicas, Ciencias Agrotecnológicas, Economía internacional y Enfermería, que siempre le han sido leales y afines. Ante el interesante torbellino de intereses y pasiones políticas que hoy vive la máxima casa de estudios, la pregunta obligada es ¿en verdad se soltaron las amarras y el proceso transita plenamente por la vía libre; o existe una sutil conducción del mismo, para obtener el resultado previamente concebido, característico de las democracias dirigidas?

Al analizar el entorno que hoy envuelve a la vida pública de nuestro estado, derivado en buena medida del desenlace comicial de junio del año en curso, han surgido necesariamente diversas reflexiones o preguntas. Quizá las más comunes de ellas son ¿Por qué perdió el PRI?, ¿Qué factores influyeron para que ganara el PAN?, ¿Qué resultados habrá con el ejercicio de los nuevos gobiernos, de los diversos partidos?, ¿Qué les deparará el futuro inmediato a las y los servidores públicos priístas con años de carrera?, etc. Sin embargo, afloran otras interrogantes, al ver situaciones evidentes como el apasionamiento postelectoral que se percibe entre los principales partidos políticos -PRI y PAN- y los seguidores de uno y otro, debido a la judicialización de las elecciones; al percatarnos de la intensa lucha que los principales personajes y sus grupos académico-políticos libran al interior de la UACH, por ganar la sucesión rectoral; y al constatar que el Sistema de Transporte Colectivo de la capital del Estado sigue siendo rehén de inveteradas prácticas e intereses económicos y sindicales, en perjuicio del buen servicio que se debe brindar a los usuarios. Es probable que uno los temas sobre los que algunos ciudadanos tal vez estemos elaborando dichas interrogantes o elucubraciones, sea el relativo a la reconstitución de la institucionalidad que rige a los entes públicos, así como de los patrones de comportamiento de nosotros los ciudadanos. ¿Acaso la experiencia y el grado de civilidad colectiva que los chihuahuenses del siglo XXI hemos obtenido a estas alturas del devenir histórico, no nos indican que el respeto a las normas, las instituciones, y a la dignidad y los derechos de nuestro prójimo, es la manera más justa y armónica -así como menos costosa material y socialmente-, para convivir como comunidad y resolver los asuntos que a todos nos atañen? ¿La presente coyuntura es un hito histórico que nos hará retomar conciencia de los principios y valores que como individuos y como sociedad debemos profesar? ¿Cuál es la enseñanza que a los chihuahuenses -y a los mexicanos en general- nos deja el proceso electoral 2016?

Luego de las sonadas especulaciones sobre Lilia Merodio, Graciela Ortiz, Alejandro Domínguez, Fermín Ordóñez, Pedro Domínguez, Miguel Ángel González, y Óscar Villalobos, como principales actores a ser considerados por la cúpula nacional del Partido Revolucionario Institucional y los grupos políticos del priísmo local, para tomar el timón del tricolor en el Estado de Chihuahua, parece que el proceso de la sucesión del líder estatal, Guillermo Dowell, se encuentra en fase de espera. Al menos, eso es lo que se percibe, pues en los últimos días dicho tema ha dejado de ventilarse en los medios, quizá porque aún no son los tiempos para la definición del nuevo dirigente de las huestes priístas -a raíz de la impugnación electoral-, o tal vez debido a que la sucesión rectoral en la UACH ha acaparado todas las miradas.

Los que, según se afirma en los corrillos políticos, quieren cobrar sus facturas institucionales, son los hermanos Juan y José Antonio Blanco, a quienes en algunos medios de comunicación ya se les señala abiertamente como aspirantes a las dirigencias estatal y municipal del PAN, respectivamente. Aunque el exalcalde y actual diputado federal sabe que el partido le debe el favor de la declinación de su virtual candidatura a gobernador, en favor de Javier Corral -quien al final terminó triunfando para convertirse en el Gobernador electo-, debe tener en cuenta que las reales o hipotéticas pretensiones políticas de él y su consanguíneo podrían constituir un escollo para los planes del nuevo líder moral del panismo chihuahuense, cuya primera opción sería poner el mando del PAN en las manos del ex diputado federal y exdirigente partidista local, Fernando Álvarez Monje, quien hoy es uno de sus operadores más confiables y cercanos.

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