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Crónica corta: Bosé y la tromba

Ciudad Juárez.- La Plaza de la Mexicanidad lucia lista, con un escenario enorme, junto a la Equis, para escuchar a Miguel Bosé, intérprete de Linda, Te Amaré y Amiga, bajo un...
  • Por Cynthia

Fue en la plaza de la Mexicanidad

Fue en la plaza de la Mexicanidad

Todo se descompuso en unos minutos

Todo se descompuso en unos minutos

El aire, lluvia y granizo azotó fuertemente

El aire, lluvia y granizo azotó fuertemente

La gente salió corriento

La gente salió corriento

Niños, adultos mayores salieron desesperados

Niños, adultos mayores salieron desesperados

Así se veía la tromba a lo lejos

Así se veía la tromba a lo lejos

Esperaban que fuera un gran evento

Esperaban que fuera un gran evento

Bocinas, escenario todo se vino abajo

Bocinas, escenario todo se vino abajo

Miguel Bosé se quedó en su hotel

Miguel Bosé se quedó en su hotel

Ciudad Juárez.- La Plaza de la Mexicanidad lucia lista, con un escenario enorme, junto a la Equis, para escuchar a Miguel Bosé, intérprete de Linda, Te Amaré y Amiga, bajo un clima templado, con solo 20 por ciento de posibilidades de lluvia.

Eso informaba la aplicación del clima en el iPhone, pero las nubes, densas, negras, cargadas, parecían decir otra cosa.

Había 4 mil 500 sillas con boleto comprado y 8 mi lugares gratuitos para asistir al concierto del español que no había vuelto a Chihuahua en 19 años.

Sin embargo, todo se descompuso en unos minutos.

El cielo se cerró, un furioso viento empezó a azotar la zona, se soltó un aguacero intenso y el escenario de Bosé empezó a bambolearse.

Una furia de lluvia, viento y granizo golpeó a los asistentes.

La voz en el micrófono dijo que, por seguridad, los de sillas debían  abandonar el lugar.

El caos se desató cuando una ola de gritos estremeció la plaza, debido a que láminas  de puestos empezaron a volar por los aires.

La gente empezó a atropellarse en su huída.

La lluvia arreció y luego se convirtió en granizo.

Señoras con niños en carreola corrieron desesperadamente.

Familias con adultos mayores protegían con sillas a los suyos.

Muchos cayeron al piso, se golpearon y perdieron objetos personales.

Era demasiada agua, mezclada con las bolas de granizo empujadas por un viento endemoniado que laceraba el rostro y el cuerpo.

Sálvese quien pueda, fue un grito en silencio y, a correr.

El escenario se cayó y se hizo pedazos.

Las láminas de los puestos volaban por los aires, cómo si buscaran la tragedia, que afortunadamente no hallaron.

Oficialmente fue una tromba, dijo al teléfono, más tarde, Sergio Reaza, director del Ichicult.
Bosé ni se paró en el lugar, según se supo.

Instalado en todo el octavo piso del hotel Lucerna, con una treintena de miembros de su staff, se encerró en su habitación.

Un colaborador suyo dijo que estaba muy estresado y con este argumento se negó a dar una declaración para los medios.

Primero se dijo que repondría el concierto al día siguiente, el domingo, pero luego hizo saber que los daños en las bocinas colgantes y el equipo de luces imposibilitaba la presentación.

Fueron 60 minutos de terror.

Parecía un castigo divino decretado en Juárez, siempre Juárez, la ciudad del sacrificio, la de las víctimas, donde todo puede suceder.

O el armagedon, cómo dijeron algunos.

De un escenario para un sábado perfecto, se pasó a otro de desolación, con sirenas de bomberos y ambulancias, calles inundadas con el agua hasta las rodillas, agentes de vialidad y policías con impermeables y toda la plaza sembrada de láminas arrugadas por los golpes en el suelo y gente cabizbaja trabajando en medio del desastre.
 

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