Opinión

¿Chihuahua salió del o closet o sólo requiere una logotomía?

  • Por Cynthia
¿Chihuahua salió del o closet o sólo requiere una logotomía?

Contra todo pronóstico, el Gobierno del Estado decidió sacar del closet al Estado. ¡Felicidades!

         Todo empezó cuando el sacerdote Gustavo Sánchez Prieto hizo algunas declaraciones en el sentido de que sería ingenuo, en el contexto en el que estamos, “no advertir lo que parece mensaje subliminal”.1 Es cierto que después de este señalamiento, preciso y exacto desde todos los puntos de vista, hubo multitud de malos entendidos pues distintos medios lo interpretaron como una “declaración de guerra” de la Iglesia Católica con motivo del famoso logo: “Molesta al pueblo; pide Iglesia a JC quitar signo gay en logo oficial”,2 “Por ‘gay’, Iglesia pide cambiar logotipo del gobierno de Chihuahua”,3 “Pide iglesia que quiten logo de gobierno; es emblema gay|VM Noticias”,4“Clero de Chihuahua pide quitar arcoíris del logotipo del gobierno estatal; es emblema gay”,5 etc.; el cura no dijo eso, pero así se entendió por muchos.

          Lo gracioso es que, “por salir al quite”, el Subsecretario de Gobierno en Ciudad Juárez, Ramón Galindo Noriega, confirmó las sospechas de todos aquellos que, me incluyo, ven en el logo del Gobierno del Estado, un claro mensaje gay. Dijo el angelito: “El gobernador Javier Corral Jurado, lo único que pretende con el nuevo logotipo, es enviar un mensaje donde todos los chihuahuenses caben en este esfuerzo y que nadie se queda afuera por preferencias de algún tipo”;6 “[…] la reconstrucción del estado y del gobierno pasa por la participación de todas las organizaciones, de todos los partidos y de todos los ciudadanos”;7 “al contrario de causar molestia con los colores, quieren causar una buena impresión porque la postura de Javier Corral es una postura muy incluyente y plural”; entre otras barbaridades.8

          A no dudar, existen muchas formas y muchos modos de que los chihuahuenses, homosexuales o no, se identifiquen con su Gobierno y con las mejores causas que la sociedad reclama; más aún, identificarse con la comunidad gay del Estado no es, por mucho, la única vía -ni la más pertinente, ni la más idónea-, para expresar que todos los chihuahuenses caben en el esfuerzo del Gobierno, que la reconstrucción del Estado pasa por la participación de todos (organizaciones, partidos, etc.) o que una “buena impresión” pase necesariamente por identificar las posturas incluyentes y plurales con los intereses de las organizaciones progay. El respeto hacia estos grupos -muy merecido por cierto-, pasa también por el respeto de todos los demás.

          Ciertamente Chihuahua, junto a Durango y Tamaulipas, destaca con uno de los estados con mayor presencia homosexual por lo menos entre los jóvenes,9 pero su número está muy por debajo del 20% de la población local;10 aunque ligeramente superior a la media nacional, que se sitúa entre el 10% y el 15% de aquélla.11 De hecho, la ciudad más gay del Mundo (por ser la que tiene el índice más elevado de personas que así se autodeclara), Sevilla, alcanza apenas al 17% de su población total.12

           De este modo, identificar a Chihuahua, como lo acaba de hacer el Gobierno del Estado –sin ninguna consulta pública de por medio, por cierto, pese a contar con casi 120 días para ello-, con un grupo de la población que se caracteriza por compartir creencias e inclinaciones muy específicos, algunos de los cuales controvierten de manera frontal las creencias y valores del resto de la comunidad, constituye un ataque a la identidad de los habitantes del Estado; un verdadero atentado contra la identidad colectiva de los chihuahuenses que se definen a partir de otras muchas circunstancias.

           Tengo muchos amigos homosexuales a quienes respeto, aprecio y en algunos casos admiro; pero sería errado definirme a mí a partir de ellos; como igual lo sería definir a los abogados, a los catedráticos, a los editorialistas, a los rotarios, etc., a partir mío.

          Si bien, la diversidad debe reconocerse y, como tal, respetarse; y las minorías no pueden ser objeto de actos de discriminación lesivos a sus derechos a partir de las notas que las caracterizan; también es cierto que no existen razones, ni éticas, ni políticas, ni jurídicas, para imponer a los otros (a los que eventualmente conformamos la humilde mayoría) un modelo de conducta incompatible con nuestros sentimientos, creencias o valores; la exclusión no se justifica de ninguna manera -muchos menos cuando implica oprobio o descalificación de la minoría-; pero la inclusión forzada es igualmente gravosa, máxime cuando se nos define (o identifica) a partir del equívoco o la falacia.

           El Estado debería mantenerse al margen de ciertos “movimientos” sociales que pretenden llevar agua al molino de ciertos grupos o sectores, para no vulnerar los derechos de todos aquellos que no militan en ellos ni comparten sus puntos de vista. Es así, por ejemplo, como se arriba en México al llamado “Estado laico” por definición constitucional, a pesar de que la inmensa mayoría era -y sigue siendo- católica. La razón política de estado que impera tras la laicidad es idéntica a aquella otra que lo constriñe y obliga a no adoptar posturas tendentes a imponer a sus ciudadanos una noción o visión del Mundo que les sea ajena. De hecho, su intromisión se justifica si, y solo si, se actualiza un agravio efectivo al interés de un grupo o persona. Lo demás, constituye promoción y propaganda confusas y ambiguas que deben ser ajenas al Estado (por esa vía, nomás falta que nos digan que es obligatorio).

           Yo soy originario de Chihuahua; de igual modo, soy varón, mexicano, ciudadano, licenciado en derecho, maestro, candidato a doctor, estudiante, catedrático, escribidor, articulista, ensayista, servidor público, padre de familia, abuelo, rotario, panista, católico (pésimo), laico, pertenezco a la clase media (media), mestizo, mitotero y heterosexual; muchas de estas características me sitúan en grupos mayoritarios y minoritarios y me habría gustado que la visión integradora del Gobierno del Estado me invitara a formar parte de la familia chihuahuense a partir de éstas u otras notas comunes al resto de mis conciudadanos y no sólo de una fracción de ellos; misma que, para colmo, aunque no me agravia, tampoco sirve para definirme en lo absoluto.

           Si quiere ser democrático en serio y no sólo de membrete, el Gobierno debería someter a consulta pública el desafortunado logo; o bien, emprender una logotomía frontal que devuelva al Estado su identidad pluriétnica y pluricultural sin sesgos discriminatorios para el (más o menos) 83% de la población local.

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