Opinión

Los que nos esperan. Donación de órganos y tejidos

  • Por Cynthia
Los que nos esperan. Donación de órganos y tejidos

“Donar es trascender”, es una aseveración que todos aceptaríamos como incuestionable. Donar un órgano o un tejido es un acto de altruismo con sentido pleno de amor a la vida, de fraternidad solidaria, concreta, directa. Es un acto que nos humaniza, porque nos lleva a reconocernos en el otro, en el próximo, en el que necesita de nosotros.

La donación y el trasplante son temas de una narrativa médica que no hace mucho tiempo eran propios de la ciencia ficción. En las últimas décadas del siglo XX, las tecnologías de los diagnósticos lograron darle transparencia al cuerpo humano y en el siglo XXI ya tenemos un orden jurídico regulador y el andamiaje institucional que hace posible que se conjuguen la generosidad de uno y la gratitud del otro.

Sin embargo, el camino por recorrer para tener a la donación de órganos y tejidos como algo normal e inherente a nuestra condición de seres humanos y hasta de ciudadanos es aún muy largo. Lo podemos explicar como un proceso de maduración social en tanto cultura, en la que se incluye lo mismo la necesidad del fortalecimiento institucional, que genere confianza en la población, como la reacción consciente y responsable de cualquiera de nosotros ante nuestra muerte o frente a la necesidad del otro.

Si la sensibilización en esta materia depende en mucho, como acontece en nuestro tiempo, de la participación de grupos que dan entidad a una causa, quienes tenemos el privilegio de encabezar potencialmente la concreción de políticas públicas –en este caso, en materia de salud– debemos capitalizar el esfuerzo compartido y así hacer posible lo deseable.

Hablamos de la necesidad de políticas públicas, por razones tan evidentes como las que explica José Narro: “Los sistemas de salud –dice– enfrentan una creciente demanda de trasplantes asociada entre otros factores a la epidemia de obesidad y el aumento de las patologías crónicas como la diabetes, las cardiovasculares y las dislipidemias, así como también al subsecuente aumento de sus complicaciones, entre las más frecuentes: la insuficiencia renal crónica y las hepatopatías”.

La atención institucional se ha venido intensificando de manera sensible. De acuerdo con datos manejados por el secretario del ramo en el mensaje introductorio del Boletín Estadístico Cenatra, el número de trasplantes en nuestro país creció 21.4% en el periodo 2010-2014, con un promedio anual de 4.3 %, mientras que el número de personas en lista de espera para recibir el trasplante de un órgano o tejido creció un 35.6 por ciento.

Lo anterior permite hablar de dos mil 899 trasplantes de córnea, dos mil 414 de riñón, 155 de hígado, 29 de corazón, tres de páncreas, uno de pulmón y uno de riñón y páncreas, registrados sólo durante el primer semestre de 2016, de los más de 40 mil contabilizados desde 1963, que oficialmente se han practicado en México.

Hoy, la vida o la calidad de vida de 20 mil 700 personas requiere un trasplante… ellos son los que nos están esperando.

*José Reyes Baeza, Director general del ISSSTE