Opinión

Terrible, el impacto de la delincuencia

  • Por José Oswaldo
Terrible, el impacto de la delincuencia

Por padre Gustavo Sánchez Prieto

Con profundo dolor el Arzobispo con su clero y la comunidad católica entera en Chihuahua recibimos la triste noticia, confirmada por el comunicado de la CEM, de la muerte del P. Joaquín Hernández Sifuentes, del clero de la diócesis de Saltillo. No podemos que solidarizarnos con aquellos hermanos que lamentan la desaparición y la muerte violenta de sus seres queridos. Es cierto, se trata de la muerte de un hermano sacerdote; pero, por principio de cuentas, tenemos que decir que se trata de la muerte de una persona. Que bajo hemos caído, cuando parece que tenemos que acostumbrarnos a este tipo de noticias. Terrible el impacto de la delincuencia-organizada o desorganizada- que resulta tan efectiva para truncar vidas humanas, sacerdotales o no, de hombres o mujeres, ricos o pobres, policías o delincuentes, heterosexuales, homosexuales o trans.

Más bajo iremos todavía, cuando al amparo de la legalidad se favorece el aborto o el suicidio asistido en las constituciones de los estados, incluida aquella que se redacta para la Ciudad de México.

Profundamente solidarios con nuestro pueblo, levantamos la voz para denunciar todas esas iniciativas de muerte, vengan del crimen organizado, del delincuente común o de instituciones oficiales.

Al tiempo que denunciamos esta espiral de violencia, exigimos justicia y una investigación seria que esclarezca los hechos, castigue a los culpables y garantice la seguridad de todos los ciudadanos. Poco ganaríamos con la creación de una fiscalía especial para asegurar a los sacerdotes, mientras el pueblo camina en la inseguridad. La suerte de nuestros hermanos es la suerte de sus sacerdotes.

Al mismo tiempo y, con profunda convicción, queremos expresar fuerte y clara nuestra esperanza cristiana de Resurrección y Vida eterna en Jesús, nuestro Dios y Señor que da razón de nuestro sacerdocio. No tenemos miedo de vivir esta fe con todos nuestros hermanos bautizados y estamos felices de vivirla en el ministerio sacerdotal, al que hemos sido llamados por la misericordia de Dios.

No somos ni mejores ni peores que los demás, somos peregrinos junto con todos, en este México que lucha por salir adelante. Al amparo de nuestra Madre Santísima de Guadalupe, animados por el testimonio sacerdotal de nuestro mártir el P. Maldonado, también nosotros ahora decimos como él: “con gusto daría la vida por mi pueblo”. El Buen Dios tenga misericordia del alma del P. Jorge y nos sostenga con la fuerza de su Espíritu para continuar en el ejercicio de nuestro ministerio al servicio del Evangelio.