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Carrie Mathison defiende la libertad de expresión: sexta serie de Homeland

Durante cinco temporadas, Homeland atrapó a sus espectadores con la eficaz combinación de una mirada informada, actual y progresivamente compleja sobre los conflictos políticos de Medio Oriente y...
  • Por Ely
Carrie Mathison defiende la libertad de expresión: sexta serie de Homeland

Durante cinco temporadas, Homeland atrapó a sus espectadores con la eficaz combinación de una mirada informada, actual y progresivamente compleja sobre los conflictos políticos de Medio Oriente y -el verdadero gancho- sus arrebatadoras dosis de suspenso hitchcockiano (el terrorismo proporciona un sinfín de situaciones para actualizar la famosa teoría del maestro sobre la ticking bomb).

La ficción tuvo hasta el momento dos grandes arcos narrativos. El primero, que se puede llamar "el ciclo Brody", sigue la relación de la protagonista, la agente de la CIA Carrie Mathison (Clare Danes) con el héroe de guerra Nicholas Brody (Damien Lewis), un soldado que regresa a su país tras años de cautiverio en Irak. Carrie cree que Brody puede haber sido adoctrinado por Al Qaeda para cometer un atentado, pero como es demasiado intensa, demasiado propensa a las teorías alocadas y padece de bipolaridad, nadie la toma muy en serio. Carrie misma duda y más aún cuando comienza una relación clandestina con Brody, que se mantiene hasta mucho después de que descubra que tuvo razón desde el primer momento.

El segundo arco y la primera reinvención de la serie (instalada ahora fuera del territorio norteamericano) comienza en la cuarta temporada, que la tiene a Carrie primero como jefa de la estación de la CIA en Kabul y luego trabajando para el sector privado en el think tank del filántropo Otto During (Sebastian Koch) en Berlín. En Afganistán, Carrie conoce a Peter Quinn (Rupert Friend), agente de campo implacable especializado en el asesinato político. Este arco narrativo se centra en los consabidos planes de células terroristas para matar, sobre las inesperadas traiciones de los propios y, también, sobre la relación (nunca concretada) de Carrie y Quinn.

Esta sexta temporada (que se verá en la Argentina desde el lunes, a las 23, por Fox Action) marca el inicio de un nuevo ciclo: Carrie está de vuelta en la ciudad de Nueva York, viviendo en Brooklyn con su hija y todavía trabajando para el millonario progre (y leve interés romántico) Otto During, ahora en una fundación que provee asistencia legal a inmigrantes musulmanes.

A diferencia de otras temporadas, que planteaban un conflicto de alto voltaje de entrada, ésta parece ir a otro ritmo: Carrie asume la defensa de un estudiante que mantiene un sitio Web con información sobre la jihad, amparándose en su derecho a la libertad de expresión. El gobierno se permite disentir y lo encarcela. La temporada transcurre entre la elección presidencial norteamericana y el día de la asunción del ganador (es decir, en el más riguroso presente), aunque en un mundo paralelo más deseable: en la ficción, la elección la ganó una mujer, que aspira a terminar con la intervención norteamericana en Medio Oriente. Paradójicamente, para un show tan hábil para circular por los laberintos de la política, por primera vez tomó una decisión argumental que lo dejó, acaso involuntariamente, a contramano de la actualidad.

No hay que ver las temporadas anteriores para empezar con este sexto año. Basta saber que Carrie tiene un leve desequilibrio, pero siempre toma la decisión que considera moralmente acertada, aunque sus principios a veces entren en conflicto con los intereses de sus jefes o de su país. Saul Berenson (el gran Mandy Patinkin) es el mentor de Carrie, una figura paterna de una catadura moral similar, aunque menos propenso a dejarse ganar por las emociones y más permeable a las decisiones políticas de sus superiores. Dar Adal (F. Murray Abraham) es el jefe de Saul en la CIA y también es su amigo, aunque parece capaz de sacrificar todo a su propia supervivencia política.

Estas son las coordenadas de la nueva temporada, que por primera vez parece que no será tan inverosímil ni tan impredecible como lo que nos tiene deparado la realidad.

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