Opinión

El déficit comercial y la teoría del enemigo público

  • Por Cynthia
El déficit comercial y la teoría del enemigo público

Por Víctor Luján 

Muchas veces hemos escuchado que los gobernantes que recién asumen el poder, y lo hacen con un bajo grado de legitimidad ciudadana, están urgidos ­-y no es para menos- de consolidar tres aspectos fundamentales al inicio de su ejercicio gubernativo: primero, modificar la percepción de sus nuevos gobernados de que el sistema electoral no refleja por mucho la voluntad mayoritaria de los votantes; es decir, la pulverización de la voluntad ciudadana en pos de la ortodoxia electiva tradicional: se gana o se pierde por un voto -aunque sea de colegio electoral,- segundo, generar un ambiente que arguya que la decisión tomada por la “mayoría” de los votantes fue adecuada, ad hoc a la situación de letargo actual en que la nación se encuentra, y en este sentido las estrategias –o estratagemas- persuasivos apuntalan una andanada de imágenes, acontecimientos históricos, eventos con alta carga simbólica que trastocan las más profundas fibras del nacionalismo y las glorias del pasado (“Make America great again”); y tercero, la construcción de gobernabilidad en un entorno de incertidumbre, polarización y un emergente bloque opositor al ejercicio administrativo naciente. Este último aspecto cobra mayor fuerza que los anteriores porque aquellos, aunque en un primer acercamiento parecieran contrarios a la narrativa democrática, son constitucionalmente legítimos y socialmente aceptados.

Bajo esta perspectiva, el mediático personaje que ganó las elecciones estadounidenses el pasado noviembre ha emprendido una ofensiva mediática contra México, ahora desde la oficina oval de la Casa Blanca, algo que se torna de suyo preocupante, pues los discursos incendiarios con alto contenido discriminatorio de la campaña electoral nada tienen que ver con las órdenes ejecutivas suscritas por el abyecto personaje “republicano”.

Un “cocktail” contradictorio de calificativos, datos aislados e imprecisos, tuits amenazantes y un sinnúmero de declaraciones cuyo ingrediente central es la barrera física en la frontera y el déficit comercial generado por el TLCAN. Este último tema ha mutado la imagen mexicana, de socio comercial simbiótico a enemigo público del mercado interno de los norteamericanos, ese otrora aliado que ahora fagocita los empleos, el desarrollo y el progreso de “América”.

Si bien es cierto, existe un déficit comercial entre Estados Unidos y México cuyo monto es de 58,798 millones de dólares en 2016, éste representa únicamente el 7.6 % del total del vecino país del norte, según el Bank of America el mayor déficit comercial de los gringos es con Asia y Europa. Por ejemplo, con la gran potencia comercial China tiene una balanza comercial negativa de 208,298 millones de dólares en 2016, pero si nos vamos un año atrás el monto se incrementa a 367,179.9; resaltando que no media tratado comercial alguno entre ambos. Siguiendo con el análisis del Bank of America, otros déficits importantes se han contraído con Japón, cuyo monto asciende a 62,409 millones de dólares, seguido de Alemania con 59,556 millones; aquí es importante mencionar que el déficit total con la Unión Europea es de 134,113 millones de dólares.

Para finalizar con la danza de los números, se informa que los socios del TLCAN representan sólo un 10% del déficit comercial de Estados Unidos de América; es decir, el 90 % de su situación comercial deficitaria es con otros países del mundo, especialmente con China (casi el 50%).

Así pues, la animadversión sistemática de Trump hacia nuestro país va más allá del hecho comercial que utiliza como plataforma mediática para intentar amilanar al gobierno mexicano y sembrar incertidumbre en los mercados, misma que siempre jugará las contras al socio más débil e inestable en su mercado interno. Estas acciones no consensuadas con las instituciones norteamericanas -ya que son actos netamente ejecutivos- nos llevan a fortalecer la teoría de buscar un enemigo público que justifique y legitime sus actos perversos para hacer a Estados Unidos blanco de nuevo (“Make America white again”), y ese enemigo público, desgraciada o afortunadamente -eso depende del sistema político de nuestro país-, es México.

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