Opinión

En estado catatónico por inseguridad

  • Por Cynthia
En estado catatónico por inseguridad

Por Cruz Pérez Cuéllar

El tema ineludible de esta semana es la inseguridad que socava la tranquilidad de los chihuahuenses que creíamos alcanzada años atrás, pero las muestras dadas en la región noroeste del estado nos hablan de que el demonio de la violencia ha despertado de nuevo, luego de un sueño ligero de unos cuantos años, ahora viene ataviado de escenas fabulosas que sólo las veíamos en películas gabachas y que ahora se están convirtiendo en el pan de cada día en nuestro contexto estatal y nacional.  

Me parece que el tema es muy delicado, así que la crítica en este asunto debe ser responsable, ajena a las filias y fobias político-partidistas, pero también debe ser puntual, propia de la situación complicada que se vive en Chihuahua. Y so pena de ser censurado me atrevo a señalar algunas deficiencias y los nulos aciertos que hay en la materia, sobretodo en las acciones que ha emprendido y otras que debiera emprender la propia autoridad desde la Fiscalía General del Estado y la Policía Estatal Única.

El asesinato artero de la reconocida periodista Miroslava Breach Velducea es una muestra de la situación grave por la que atraviesa el estado en cuestión de inseguridad, a sólo unos cuantos meses del homicidio de otro comunicador, Adrián Rodríguez Samaniego y  en medio de constantes agresiones a los periodistas de Chihuahua que se ha convertido en uno de los más violentos para ejercer esa profesión, solamente por debajo de Veracruz y el estado de Guerrero.

El estado catatónico en que se encuentran las autoridades, sobretodo las estatales y federales por el clima violento que arrecia en la Sierra Tarahumara y recientemente en el traspatio de ésta, en la zona de Rubio, Namiquipa, Bachíniva, Cuauhtémoc y otros municipios circunvecinos, debe ser el principal señalamiento por la inacción, por la carencia de una estrategia que venga a solucionar o por lo menos a frenar la ola de violencia que ya alcanza cifras alarmantes en cuanto a homicidios, y también otros delitos de alto impacto que habían permanecido a raya en periodos anteriores, como el secuestro y la extorsión.

Se supo que apenas en estos días, a un semestre de iniciada la administración estatal se presentará el Plan Estatal de Desarrollo para el estado de Chihuahua, en el que se incluirá el tema de la seguridad, ya que de esto depende en todo caso el desarrollo social y económico de las regiones del estado. Luego entonces, podemos colegir que en todos estos meses el gobierno estatal sólo estuvo improvisando en los distintos rubros, pues no se contaba con un plan maestro. No se necesita ser muy diestro en el tema para darse cuenta que el asunto de la violencia se le ha salido de las manos al titular de la Fiscalía General, César Augusto Peniche, quien ya sabía de qué pata cojeábamos en Chihuahua, pues había fungido como delegado de la Procuraduría General de la República en los momentos más cruentos del pasado reciente.  

Por cierto, en aquellos años, cuando arreció la violencia durante el sexenio de Felipe Calderón, en todo el estado pero con énfasis en ciudad Juárez, se tuvo una experiencia terrible no sólo por la guerra sin cuartel entre bandas del crimen organizado, por delincuentes menores que a río revuelto hicieron de las suyas robando, asaltando y extorsionando, sino también por los agentes federales y del ejército que sumaban una pena más a los habitantes fronterizos que eran extorsionados por estos, que eran requisados cual delincuentes en los constantes retenes ilegales que colocaban donde les venía en gana, por la tortura a que sometían a los detenidos (muchos de ellos inocentes) durante redadas salvajes u operativos sin el sustento informativo de inteligencia necesario. Hoy, a siete y ocho años de aquellos sucesos, Juárez vuelve a ser rehén de la incapacidad de las autoridades de los tres órdenes de gobierno que dejan a la suerte de los uniformados a los ciudadanos, que han aprendido a vivir con el temor de ser agredidos por los delincuentes formales o los criminales oficiales.

No hay un plan para ello, está claro, tampoco hay voluntad política para unificar esfuerzos desde la esfera gubernamental para así atacar el problema, por el contrario existe una cerrazón que solamente era posible pensarse en un Javier Corral siendo diputado o senador, pues el protagonismo que siempre lo ha caracterizado lo hacía volcarse en su faceta de tribuno en contra de los adversario políticos pero también en contra de las directrices de su propio partido, él ejercía su santa voluntad sin la ayuda de…, en contra de… y a pesar de…; era entendible hasta cierto punto que se manejara así para que pudiera avanzar en sus intereses políticos, pero  ¿ahora como gobernador? La verdad no se entiende que siga esa misma dinámica de antes, ahora tiene que dejar el ego concentrado que tiene a un lado y buscar ora sí, como tanto lo predica, el bien común. Además me parece gravísimo la frivolidad con que se maneja el mandatario, como fue evidenciado esta semana en el periódico de circulación nacional El Universal, donde se habla de las múltiples ejecuciones y situación de violencia por la que atraviesa el estado, sobretodo el pasado fin de semana, mientras él jugaba golf en Mazatlán.

La situación de criminalidad suscitada en Rubio en días pasados, así como la muerte de la periodista corresponsal de 20 años del periódico La Jornada implica un doble reto para el gobernador ya que hace evidente el dominio del crimen organizado en la zona y pone al descubierto la incapacidad de la autoridad estatal para atender el problema, o como dijimos párrafos antes, por lo menos contenerlo, no hay condiciones para una u otra cosa, las fuerzas policíacas se encuentran en jaque y no es admisible que los encargados de prevenir y aplicar la ley únicamente permanezcan como espectadores, el primer reto es  generar un ambiente de paz y tranquilidad, el segundo es detener o ahuyentar al capo que domina la región noroeste, como lo prometió el gobernador en su toma de protesta.

El jefe del Ejecutivo ya no puede seguir escudándose en las deficiencias del pasado, en culpar de todo lo que sucede a las administraciones anteriores, ahora el clamor es casi genérico, la gente lo único que le pide es que se ponga a gobernar y que cumpla sus promesas de campaña. Ya no hay tiempo para escuchar discursos atronadores, elocuentes y conmovedores en la forma pero insulsos y vacíos en el fondo, promesas huecas que no tiene intención de cumplir, o estrategias vanas sin sustento suficiente para poder ejecutar.

Un gobierno que divide ante un panorama tan adverso no podrá conocer victoria alguna en este asunto tan complicado, Javier Corral debe entender que ahora lo que necesita es ponerse a trabajar para lo cual lo eligieron los chihuahuenses, si no lo hace, más le valdría haber perdido la elección, porque su derrota en la batalla contra la inseguridad no será personal, ¡claro que no!, será de todos los chihuahuenses.

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