Opinión

¿Quién le hacía cena a Adam Smith?

  • Por Cynthia
¿Quién le hacía cena a Adam Smith?

1ª de 2 partes

Por Luis Villegas Montes

El título de estas líneas obedece al título del libro del que les quiero platicar. Antes de ello, un breve preámbulo… bueno, no, mejor dos.

 El primero es que, por este medio le aviso a mis detractores, por lo menos a los públicos, que no me tomo la molestia de responderles por esta vía sino a aquellos que considero con un mínimo de talento y capaces de sostener una charla de quince minutos sin bostezar ni incurrir en alguno de los lugares comunes que les son tan caros, el más frecuente y el más imbécil, la descalificación personal sin argüir aspectos de fondo respecto de mis dichos o de mis hechos. Puedo hacer excepciones con la gente que me cae gorda, como el “Coco” Reyes, pero ya pueden esperar sentados a que les responda.

 El segundo preámbulo es que el libro lo empecé a leer con motivo de la tesis del doctorado. Como la espada de Damocles pende sobre mi cabecita -que empieza ya a peinar canas- desde el mes de noviembre del 2014 con ese asunto de los amparos que, como los Maderos de San Juan, ni se quedan ni se van (aunque resultó al final que siempre sí se quedaron aquí), decidí no continuar mis trabajos de tesis hasta no ver claro. Conste que sigo sin ver claro pero ya nada más me faltan dos semestres y en esas condiciones, me quede o me vaya, estoy decidido a concluirla y entonces, por fuerza, tendré que presentarla, de ahí que me dijera a mí mismo: “Mi mismo, a darle”; y en esas estamos. No les cuento el asunto de la tesis porque si, por lo general, cada vez que abro la boca así me va, se los platico y le doy cuerda (más) a los aludidos detractores por lo menos de aquí a las cabañuelas.

La cosa es que “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?1 es un libro que me mató.

¿Por qué? Porque evidencia, desde otro punto de vista (ya en el pasado John Nash lo había demostrado vía las matemáticas), cómo el actual sistema financiero es inviable desde sus mismos orígenes y, pese a ello tal pareciera que, derivado de una manipulación planetaria (no puede llamársele de otro modo), urdida en el nivel más alto del poder mundial, se insiste en dar continuidad a una política económica que no puede llamársele de otro modo que no sea “criminal”.

Antes de continuar, le pido al gentil lector que vea, o vuelva a ver si ya la vio, la película “Una Mente Brillante” (Oscar a la mejor película, 2002), protagonizada por  Rusell Crowe, que narra la historia de un matemático extraordinario, John Nash, quien en su tesis de doctorado en Princeton, presentada en 1950, generó una teoría que “[…] se basa en la ausencia de coaliciones en las que se supone que cada participante actúa de forma independiente, sin la colaboración o comunicación con cualquiera de los otros”.2 Dicho de otra forma, Nash probó la existencia de un modelo de interacción muy parecido a un “sálvese quien pueda”, de ahí que lo llamara “teoría del juego no cooperativo”,  que demuestra lo evidente: Una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus individuos acciona en favor de su propio bienestar, pero SIN PERDER DE VISTA TAMBIÉN EL DE LOS DEMÁS INTEGRANTES DEL GRUPO; no conforme, prueba también que un comportamiento egoísta genera un tipo de “Ley de la Selva” en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del que podrían.3

 Continuará…

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