Opinión

El mensaje del desfile del primero de mayo

  • Por Cynthia
El mensaje del desfile del primero de mayo

Por Víctor Luján 

Fueron múltiples las especulaciones sobre la asistencia o ausencia del Gobernador Javier Corral al desfile conmemorativo del Día del Trabajo. Las calles de la capital del estado, que por años han albergado esta demostración del “músculo” sindical y gremial de la clase trabajadora se preparaban, en esta ocasión, para fungir como testigo del epílogo de la “crónica de una confrontación anunciada” enmarcada por la conclusión de una era de más 18 años de que ocupara la mallasombra del templete principal un priista con quien entablar -de inicio- una “negocia” postelectoral-gremial-sexenal.

Era tanta la expectativa que generaba la hipotética ruptura formal y pública del Ejecutivo Estatal con las organizaciones sindicales aliadas o adheridas históricamente al PRI, que hasta la alcaldesa María Eugenia Campos Galván, ordenó la suspensión temporal de la estrategia persuasiva endémica del panismo en la capital: pintar toda la ciudad de azul, incluyendo árboles y parques públicos. Sí, esa ocurrencia de teñir del color de la coyuntura partidista, como si el verde de los parques y árboles de la capital se le hubieran ocurrido a algún priista (aunque algunas mentes brillantes al interior del gobierno municipal así lo crean).

Así llegó el día catártico que marcaría las relaciones políticas y laborales por los próximos 5 años. Los contingentes de trabajadores de la educación, la burocracia, la central obrera, servidores públicos estatales y federalizados, incluso sus propias disidencias internas, hicieron su presentación ante un nuevo (al menos de origen) paradigma discursivo que tentativamente abriría la brecha ideológica entre el ser y el deber ser de las políticas redistributivas emanadas desde el poder político en la entidad.

Lo ocurrido no fue sorpresa, y aunque no existen elementos para hacerlo, la clase trabajadora chihuahuense se portó a la altura de las circunstancias. Sabedores técnicos y empíricos de que a nadie le conviene un choque frontal, asumieron con responsabilidad histórica no atizar aún más a la hoguera política, financiera e institucional que dejaron ardiendo quienes manejaron la cosa pública como “los dueños de la tiendita” misma que desmembraron y colocaron en el patíbulo financiero en sólo seis años.

El mensaje fue claro: anteponer el diálogo a la diatriba. Privilegiar los conductos que permitan llegar a los acuerdos necesarios para paliar las condiciones salariales lastimeras que padece la clase trabajadora. El camino que optaron desde las representaciones sindicales es la manifestación pacífica y los consensos.

Nuestro estado no soporta más caos y divisionismo entre chihuahuenses bien nacidos.

Los trabajadores mostraron civilidad ante el titular del Poder Ejecutivo, ahora le corresponde al Gobernador analizar, ponderar y sobre todo resolver los asuntos que le atañen a la administración estatal, no al PRI o al exgobernador.

Chihuahua tiene una clase trabajadora que deberá enfrentar –porque no le queda de otra- la crisis que actualmente experimenta la entidad. Es momento de tomar decisiones que resuelvan la problemática multidimensional que día con día viven los que más trabajan y menos ganan. Gente de bien que padece un pésimo servicio de transporte público, que enfrenta de manera cruda la inseguridad en su colonia, que sufre en carne propia el oportunismo y la arrogancia gubernamental, y que ha sido víctima del cortoplacismo de quienes ahogan las oportunidades de desarrollo de la población en programas públicos ostensiblemente electoreros.

Respecto a las manifestaciones en el ámbito educativo, se debe tener un mínimo de inteligencia y sentido de responsabilidad pública para medir las consecuencias de la falta de acuerdos con el magisterio estatal y federalizado y su consecuente impacto en la de por si baja calidad del nivel básico. Es cuestión de analizar, incluso de forma somera, los indicadores del nivel de preparatoria para valorar y cuestionar los perfiles de quienes dirigen la educación media superior, especialmente el COBACH, (sólo 58 de cada 100 estudiantes se gradúan con su generación y 16 de cada 100 dejan la escuela cada año). Es evidente la actitud pusilánime de algunos en la resolución de sus problemáticas (heredadas o no) que aunque ancestrales e incluso para muchos culturales, aún esperan respuesta.

Los trabajadores de nuestra entidad no son los del suroeste del país, le apuestan al bienestar social, a la estabilidad para la inversión y al diálogo responsable. Pero es menester que las partes involucradas en la mejora integral de sus condiciones se pongan de acuerdo y lo hagan pronto. El carácter norteño va más allá de histrionismos callejeros, si no lo creen, es cuestión de leer un poco de historia propia.                              

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