Opinión

La columna

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Por Carlos Jaramillo Vela

Equidad de género: ¿Misión cumplida o asignatura pendiente?

El llamado empoderamiento femenino es un cambio jurídico y social que paulatinamente se ha venido dando desde siglos atrás en prácticamente todo el orbe. Aunque aún existen sociedades sujetas a profundos atavismos socio-culturales que frenan el desarrollo de las mujeres, la mayoría de los países del mundo hoy les reconocen y respetan –al menos formalmente- sus derechos. Decimos formalmente, porque pese a que en los sistemas de derecho de la mayoría de las naciones están hoy plasmadas las prerrogativas que por derecho natural corresponden al género femenino, en los hechos todavía se presentan casos de discriminación contra las mujeres.

En México, la equidad de género o reivindicación de la que hemos venido hablando, pese a encontrarse ya jurídicamente muy desarrollada en el texto constitucional y en los contenidos de diversas leyes, es un tema cuya consolidación se dio a últimas fechas, pero en virtud del esfuerzo femenino iniciado hace muchos años. El activismo desplegado por las mujeres mexicanas en demanda del reconocimiento legal a los derechos y aspiraciones que por justicia natural les corresponden empezó a cobrar notoriedad a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando en la conciencia colectiva de la sociedad se gestó el germen de la inconformidad contra la opresión e inequidad de la dictadura porfirista.

Fueron cientos de mujeres, quienes en sus diversas calidades como amas de casa, activistas, maestras, enfermeras, soldaderas-combatientes, intelectuales o periodistas, se enrolaron  o colaboraron en distintas formas con el movimiento armado. Ya entonces cundía en ellas el desasosiego por la discriminación de la que eran objeto, y por el papel secundario al que eran relegadas en una sociedad dominada por los hombres. Tal vez, las ansias de libertad que llevaron al pueblo mexicano a empuñar las armas para desatar la guerra intestina contra el régimen de Porfirio Díaz, constituyeron el catalizador que detonó en muchas de aquéllas valientes mujeres sus anhelos reprimidos, haciéndolas tomar las carabinas para acompañar a los hombres en los campos de batalla. Sí, cientos o miles de mujeres lucharon codo a codo con los hombres, por un cambio social que brindara justicia y bienestar a la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, quizá al irse a la “bola”, aquéllas temerarias mujeres albergaban la firme convicción de estar luchando no sólo por los intereses colectivos, sino también por la legítima reivindicación de su género.

Entre las mujeres activistas políticas, y periodistas dirigentes de periódicos surgidos en la primera década del siglo XX, cuya participación contribuyó al derrocamiento del gobierno de Porfirio Díaz, se hallaban Dolores Jiménez y Muro (1848­-1925), militante magonista primero y zapatista después; Juana Belén Gutiérrez de Mendoza (1875­-1942), fundadora del periódico Vésper y de clubes de mujeres para apoyo a Madero, promotora del voto femenino, y perseguida por el régimen; Elisa Acuna y Rossetti (1887­-1946), editora de las publicaciones “Fiat Lux” y “La Guillotina”; y Andrea Villarreal (1881­-1963), fundadora del periódico “La Mujer Moderna”.

Otras ejemplares mujeres que también participaron con arrojo en la trascendente Revolución socio-política de 1910, fueron Refugio Estévez (1881-1956), jefa de enfermeras en la Revolución, y primera enfermera militar en México; Hermila Galindo (1896-1954), impulsora del derecho al voto de las mujeres; Elvia Carrillo Puerto (1889-1978), líder feminista y primera diputada local del país (1923); Raquel Dzib (1882-1949), maestra y activista política; Beatriz Peniche de Ponce (1897-1976), maestra normalista, literata y vehemente promotora de los derechos femeninos; Rosa Torres (1896-1973), propagandista, enfermera y espía, a favor de la causa revolucionaria.

Luego vendría la etapa del México posrevolucionario, la época del verdadero comienzo de las oportunidades de superación para las mujeres, en la que habrían de figurar por su participación en la vida política y social del país destacadas feministas, luchadoras sociales y políticas como: Martha Aurora Jiménez de Palacios (1925-1958), abogada, militante del PRI, y primera mujer que fue electa diputada federal en México; Marcelina Galindo Arce (1920-2008), maestra normalista, feminista, periodista, fundadora de la revista “Mujeres”, y una de las primeras cinco mujeres mexicanas que fueron electas diputadas federales (1955); María Guadalupe Urzúa Flores (1912-2004) luchadora social, activista política, impulsora del sufragio femenino, y una de las primeras cinco mujeres que fueron electas diputadas federales (1955); Remedios Albertina Ezeta (1907-1992), abogada, primera mujer nombrada jueza, primera mujer con el cargo de notaria, y una de las primeras cinco mujeres mexicanas que fueron electas diputadas federales (1955); Margarita García Flores (1922-2009), abogada, catedrática universitaria, dirigente femenil del PRI, promotora del voto de las mujeres, y una de las primeras cinco mujeres mexicanas que fueron electas diputadas federales ( 1955); María Lavalle Urbina (1908-1996), maestra normalista, abogada, una de las dos primeras mujeres mexicanas que fueron electas senadoras (1964), primera mujer que presidió el Senado de la República, y primera mujer condecorada por la Organización de las Naciones Unidas, por su lucha a favor de los derechos humanos; y Alicia Arellano Tapia (1935-     ), presidenta municipal de Magdalena de Kino y Hermosillo (Sonora), diputada local, y una de las dos primeras mujeres mexicanas que fueron electas senadoras (1964), y Griselda Álvarez Ponce de León (1913-2009), maestra, escritora, Gobernadora de Colima (1979-1985), y primera mujer mexicana que fue electa gobernadora de un estado.

Hoy, un siglo y siete años después de la revuelta de 1910, la Constitución Política y las leyes de nuestro país reconocen a plenitud el derecho de igualdad de las mujeres respecto a los hombres, y por ende todos los demás derechos humanos, sociales, económicos y políticos que le atañen al género femenino, como el derecho al voto -activo y pasivo-, a la paridad electoral –igual número de candidaturas que los hombres-, a una vida libre de violencia y discriminación, a la salud, a la educación, al trabajo y a la justa remuneración, etc. No obstante la innegable equidad de género que hoy formalmente se encuentra reconocida por el estatuto jurídico, en la realidad cotidiana muchas mujeres continúan siendo víctimas de discriminación y tratos diferenciados, por decir lo menos. Tales abusos contra los derechos de su género no se derivan de la falta de soporte jurídico, sino de la perjudicial idiosincrasia que aún persiste en algunos hombres cuyo atavismo los mantiene anclados en un pasado deleznable. La falta de respeto a las mujeres no es un problema de deficiencia legal, sino de subdesarrollo cultural. Por ello, la equidad de género es una tarea que en materia jurídica ha sido resuelta, pero que en la práctica diaria de la vida social aún sigue siendo una asignatura pendiente.

 

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