Opinión

La serpiente azul de Palacio

  • Por Editor 1
La serpiente azul de Palacio

Omar Bazán, el nuevo dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional, continúa en lo suyo, es decir, en el despliegue de ese oficio político –ahora en su reciente encuentro con Luis Fierro, el Rector de la UACH- que a los priistas se les da por naturaleza, y que en el PAN no terminan por aprender a pesar de los dos sexenios que estuvieron en Los Pinos. Al parecer Bazán trae muy definida su estrategia, pues sin confrontarse con ninguno los actores políticos del Estado esta acercándose a los principales de ellos. Primero fue y se le metió a Corral hasta la sala de la oficina principal de Palacio; y luego, más recientemente, fue y se tomó la foto con un sonriente Fierro. Esto se percibe como una diplomática campaña de relaciones públicas, que en unos meses y de cara al 2018 se convertirá por supuesto en una campaña electoral para la recuperación de los espacios a favor del PRI, misma que, como Bazán lo anunciara semanas atrás, empezará precisamente por llevar diputados tricolores a los escaños del Congreso del Estado.

Pues está levantado suspicacias la serpiente azul que se encuentra instalada en el Palacio del Gobierno del Estado. Sin embargo, a fin de que no se vaya a mal interpretar el término serpiente azul, es necesario aclarar que este no es para hacer alusión a la persona del controversial gobernador Javier Corral, sino a sus despliegues mercadotécnicos basados en la pigmentación azulosa de todo aquello que pintar se pueda, con la subliminal esperanza de que en el 2018 los electores avalen al senador con licencia y su partido. En esta ocasión Corral ordenó fabricar en color azul la clásica serpiente –cuyo color natural es café, marrón o pardo-, sujetada por el pico y las garras de la emblemática águila que forma parte de nuestro símbolo nacional, y que ahora adorna la fachada de Palacio con motivo de las fiestas patrias septembrinas.

Es oportuno recordar que hace pocos meses, recién llegaron a sus cargos tanto el mandatario Corral como la alcaldesa Eugenia Campos, ambos cayeron en la tentación de empezar a dar órdenes para que fueran pintados de un color azul -contrastantemente antiestético, por cierto- parques, monumentos y otros bienes inmuebles del dominio público. ¿Acaso la mercadotecnia del corralismo y el marucampismo ha vuelto a inundar a Chihuahua?. Aunque no lo sabemos a ciencia cierta, sí podemos afirmar en modo categórico que pese a que se podrían pintar de azul celeste hasta las carreteras –para entonar con las casetas de peaje, que ya corrieron esa triste suerte- si Corral se empecina en ello, por fortuna la conciencia de las ciudadanas y los ciudadanos chihuahuenses no puede ser objeto de pigmentación alguna. Por lo pronto, en Chihuahua ya hay víboras azules. Se aclara: no es con doble sentido esta última expresión, aunque cada quien es libre para darle la interpretación que desee -con la misma libertad y autodeterminación que tuvo Javier Corral para alterar el tradicional color de la serpiente del símbolo patrio-