Opinión

¿Los pobres son del Gobierno y el Mercado de los Mercaderes?

  • Por Editor 1
¿Los pobres son del Gobierno y el Mercado de los Mercaderes?

Rescatar sobrevivientes, llorar y sepultar a nuestros muertos y enfrentar el descomunal reto de sanar las profundas grietas que nos dejó el sismo, son páginas del mismo capítulo.

Sí, hay ejemplo de solidaridad y fortaleza ante el mundo, pero hay que reparar las graves heridas en cuerpo y alma que nos dejó la tragedia que hoy enluta a la Nación entera y nos hace evocar los sufrimientos y calamidades del origen de nuestra historia nacional, como fue para entonces, señalado por Don Antonio Caso: "El doloroso Parto de una Nueva Nación: México".

Esa tragedia recurrente que en ciclos ha asolado la vida de la Patria, en esta ocasión tardó, con cruel exactitud, 32 años en volver a poner a prueba nuestra resistencia, determinación y fortaleza espiritual como Nación.

Pasados los días, enjugando las lágrimas que aún surcan los rostros, México apremia por un horizonte despejado y certidumbre que fundamente la esperanza.

Maravillosa y ejemplar respuesta de mujeres, hombres, jóvenes y niños, pero... ¡no basta! Falta atender la reconstrucción de daños todavía incuantificables. ¿Cuántas familias sin casa, sin patrimonio, sin sustento? ¿cuántas tienen urgencia de encontrar para sus heridos y enfermos el pronto y eficaz remedio?

¿¡Cuántos, cuántos, cuántos son los daños!?

Y ahora, ¿quién le hará frente a este reto sin paralelo?

¡Claro!... es evidente, sin duda, el gobierno en primerísimo lugar. Pero veamos las dimensiones de la tragedia. Tenemos un estado de excepción dictado por la naturaleza y esto requiere de acciones de excepción.

En dos minutos la catástrofe disparó la pobreza a niveles no previstos por nadie. Y lo lamento, pero temo que estos pobres no son solo para SEDESOL con sus programas provisionales “mientras crecía la economía nacional", eventualidad que no se dio al paso de los años al ritmo deseado y necesario para el bienestar de los más desposeídos, para encontrarnos ahora con este desplome de edificios, presupuestos y formas de actuar con cadencia programática y burocrática.

Revisemos la apremiante realidad de nuestro entorno, ¿los pobres son solo del gobierno y el mercado es solo de los mercaderes? Encomiable el altruismo de ciudadanos, fundaciones, empresas y muchos más. Pero... ¿eso alcanza?

Los pobres son del gobierno y los capitales de banqueros y empresas que evidentemente se requieren ante las circunstancias tragicas. Es imperativo un gobierno que saque la casta para gobernar y ordenar con autoridad, firmeza y conciencia social, a todas las fuerzas que integran a la sociedad, ante esta calamidad.

Hoy más que nunca la responsabilidad social del empresariado debe surgir de manera espontánea, pero también con la fuerza de las disposiciones legales necesarias para llevar a todos, sin excepción, a contribuir en la reconstrucción de la Patria… que también es de todos.

Ejemplos los hay y muchos:

La Alemania derrotada, hundida, con la losa a cuestas del Tratado de Versalles que la obligó a pagar con creces el costo de la primera guerra mundial, logró salir en muy pocos años, a través de la pujanza de su pueblo,  estrategias económicas, fiscales, laborales y sociales, del estado de postración en que se encontraba y convertirse nuevamente en una gran potencia, lamentablemente mal conducida, llegando al absurdo de provocar el estallido y el desastre de la segunda guerra, de la cual, con el Plan Marshall y la fuerza y determinación de sus pueblos, Europa resurgiría de los escombros en muy corto plazo.

¿Cómo haremos, proporción guardada, nuestro propio Plan Marshall para la reconstrucción? Con ese nivel debemos buscar soluciones, lo demás son esparadrapos para hemorragia en la femoral.

Algunos de sus apartados deberán incluir fideicomisos empresariales para la reconstrucción de las zonas devastadas. Hay ahora más pobres, pero también hay gente con recursos que no se negará a contribuir en la reconstrucción. Modelos nacionales exitosos con ese esquema los hay y no le ha pasado nada a la rentabilidad de las empresas. Al contrario, la mejoría al entorno social y laboral ha sido clave para fortalecer el mercado y propiciar su buen desempeño económico.

¿Acaso no es la hora de que las cúpulas empresariales nacionales empiecen con esta plegaria de solidaridad? No es solo caridad y altruismo lo que debe fluir, es un plan de fondo, no de dar percepciones.

El altruismo es bueno, pero sistematizado, generalizado y ordenado por la fuerza de la ley tendrá eficacia segura.

Por mi parte, como legislador, estoy listo para impulsar el desarrollo de una iniciativa que dé cauce a la responsabilidad social ponderada del empresariado para que aporte más el grande y el pequeño aporte lo que le corresponda.

No tengo duda, el desempeño del poder legislativo tendrá su propio peso específico. Ahora es cuando reformas no solo son necesarias, sino urgentes. Y que nadie se queje, el legislativo debe legislar ya un nuevo camino para atacar de frente los problemas, sin estar velando intereses creados.

El país exige una nueva, urgente e innovadora forma de reestructurar sociedad y economía a la vista de la gran obra de reconstrucción que va más allá del modelo vigente. A problemas de excepción, soluciones del mismo calibre.

Esto no es solo una acción de fraternidad solidaria, es un trazo que dibuja la ruta para dar un rumbo cierto a la sociedad herida, enlutada, desposeída y agraviada.

Otro apartado deberá ser destinado a la banca. Su rentabilidad en los años recientes es de llamar la atención de sus matrices en el extranjero y de inversionistas bursátiles en el mundo.

La Banca tendrá un papel fundamental en la reconstrucción, dejando de lado, al menos en parte, la liberalidad con que han manejado el ahorro y depósitos en sus arcas, con un diferencial entre tasas activas y pasivas, que envidiarían los banqueros de Brujas y el naciente capitalismo en siglos pasados.

Aunque se juzgue un modelo superado, el viejo sistema de "cajones de crédito" para el desarrollo debe volver para que éste fluya preferente y abundante en hipotecas de vivienda y a sectores productivos, especialmente a pequeños y medianos empresarios dañados por el sismo.

Ahí está la tarea legislativa inminente de amplio horizonte. La gubernamental achicando sus grandes almacenes de gasto corriente, canonjías, ineficacia y corrupción y la empresarial, tomando la parte que le corresponde sin egoísmo y con visión de integrantes solidarios de una sociedad que con sus manos remueve escombros para salvar familiares y vecinos y espera la luz del faro que guíe con certeza en la obscura noche de la confusión y la tragedia.

Es nuestra casa común y todos tenemos la obligación de cuidarla y procurar en ella, una convivencia armónica y solidaria. Es la única, no tenemos otra. Entidades siniestradas y no siniestradas; ayuntamientos todos y gobierno federal, deberán comprometerse a una nueva forma de actuar y de gastar. Aquel viejo tiempo se acabó el 19 de septiembre. Hablar de recortes de gastos políticos, es bueno, pero insuficiente.