Opinión

Carlos Carrera: Genio y figura

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Carlos Carrera: Genio y figura

Por: CARLOS JARAMILLO VELA

El talento ennoblece, distingue y acompaña  durante sus vidas a quienes lo poseen. Carlos Carrera, el arquitecto, el pintor, el escritor, el político... una vez más ha dado la nota, al presentar el pasado martes 17 de octubre, en el Centro Cultural Universitario “Quinta Gameros”, otra de las magistrales colecciones pictóricas de su autoría. En esta ocasión la causa del deleite de quienes asistimos a la grata velada ofrecida por el artista y sus auspiciadores, fue la muestra de decenas de acuarelas que retratan algunos paisajes de la campiña chihuahuense, así como emblemáticas edificaciones y lugares históricos de la capital y otros sitios del Estado.

El fundador del Instituto Superior de Arquitectura y Diseño, y Presidente del Consejo de Administración de dicha institución, a quien su amigo Guillermo Márquez Lizalde impusiera el mote de “El Arquitecto de la Política” -quizá porque entre otros cargos públicos desempeñados en su trayectoria, ocupó los de Director de Desarrollo Urbano, y Secretario de Fomento Social, respectivamente, en los gobiernos municipal y estatal encabezados por el ex alcalde y exgobernador Reyes Baeza- reunió en el evento a varios de sus amigos de los ámbitos artístico, literario, cultural empresarial y político. Una asistencia representativa de esos importantes sectores fue la que respondió al llamado y convocatoria del conocido y talentoso Carlos Carrera, otrora aspirante a la presidencia municipal de Chihuahua.

Esta no es la primera vez ni tampoco será la última ocasión en la que Carlos Carrera presenta una de sus excelsas colecciones, pues al haber nacido con madera y vocación para la pintura y otras artes, mediante sus hechos personales confirma la veracidad de la popular y sabia frase que reza: Genio y figura... ¡Hasta la sepultura!

Chihuahua es hoy víctima de la mala –por no decir pésima- administración vial, pues la ineficiente operación del sistema de semáforos y la permisividad respecto a la instalación de obstáculos para contención de velocidad vehicular, constituyen un problema cuya gravedad las autoridades no han tenido la capacidad de percibir. Los perjudiciales efectos de la errónea política con la que son administradas las vialidades de la capital del estado son más graves de lo que puede apreciarse a simple vista. Semáforos absurdamente mal programados –sin sincronía alguna-, así como topes y “boyas” por doquier son el enemigo número uno de los automovilistas citadinos, para quienes -a diferencia de otras ciudades del mundo- trasladarse por la ciudad en automóvil, lejos de ser una comodidad se convierte en un viacrucis, porque la autoridad es indolente y el ciudadano ha desarrollado una incomprensible resiliencia.

Motores, llantas, frenos, combustible, lubricantes y –lo peor- la tranquilidad y la salud emocional se sobre gastan y desgastan día a día –pudiendo ser evitado todo esto- porque en su cotidiana convivencia con las calles, caracterizadas por su crónico desconcierto semafórico y “amurallamiento”, el conductor vehicular citadino se ha convertido en un egoísta, descortés, furibundo e irritable “corredor de autos de carreras” que al subir al automóvil solo piensa en imprimir a este la suficiente velocidad para alcanzar e cruzar cada semáforo en el miserable tiempo de tres segundos que este dura encendido con la luz verde. Los topes y las “boyas” –emergidos de la cultura de la prevención y protección de vidas, contra los cafres del volante también son un “dolor de cabeza” que hace que la actividad de conducir un automóvil signifique un rutinario fastidio psicológico para el conductor, así como un constante maltrato físico para su vehículo. La deficiente situación vial existente en la capital del Estado le resta calidad de vida y competitividad.

¿Cuántos accidentes viales se hubieran evitado si tuviéramos un sistema semafórico trabajando adecuadamente? ¿Cuántas muertes imprudenciales se hubieran evitado? ¿Cuántas pérdidas de tiempo, dinero y esfuerzo también se habrían eliminado de las estadísticas si funcionaran correctamente –en intervalo y sincronía- nuestros semáforos?. Con motivo de la problemática en mención manifesté a una agente de vialidad mi inconformidad en relación al desorden semafórico bajo el que vivimos los capitalinos, y le pregunté cuál es la razón por la que no se hace lo necesario para remediar tan caótica situación. Solo acertó a decirme: Entiendo perfectamente su malestar y sabemos de la problemática, sin embargo pese a que el Departamento de Ingeniería Vial es el responsable de ello, no se ven acciones al respecto. ¡Estamos como estamos,... porque somos como somos!

 

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