Opinión

Bienvenida a la caída del régimen

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Bienvenida a la caída del régimen

Por Cruz Pérez Cuéllar

Cada gobierno, en cada época de nuestra historia, ha quedado marcado por sus principales aciertos, o en su defecto, por sus desaciertos, las excentricidades de los expresidentes de México, o de sus esposas; los abusos y corruptelas que caracterizaron al presidencialismo; las imposiciones monumentales cual dictadura oriental, que se han desplegado durante todo el tiempo en que los mexicanos hemos estado sometidos a un régimen que no conoce límites (con sus honrosísimas excepciones) y que está dispuesto a cualquier cosa con tal de perpetuarse en el poder, de hacer creer a los ciudadanos que se es un buen gobernante, un estadista, a pesar del fracaso y los excesos cometidos.

No es muy temprano para señalar lo que le depara al actual sexenio, son suficientes los elementos para llegar a una conclusión, y me atrevo a decir que su memoria no distará mucho de la barbarie del caudillismo, del hedor del presidencialismo, del fraude y el extremo pragmatismo del sistema político contemporáneo.

El reciente descubrimiento de las mochadas que recibía la campaña del presidente Enrique Peña Nieto por parte del empresario brasileño Marcelo Odebrecht, a través de Emilio Lozoya, representante de Asuntos Internacionales de la campaña del todavía presidente de México, y la posterior reacción del mandatario en contra de quien descubriera semejante entuerto, colmó hasta derramar el vaso que refleja las innumerables y graves corruptelas que ha ido acumulando el presidente Peña en todo su sexenio. La desfachatez, el cinismo en todo su explendor se presentó hace poco con la destitución del  titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, Santiago Nieto Castillo, quien investigaba este caso y se atrevió a sacarlo a la luz pública.

De los pocos que se ajustaron los pantalones para hacer lo que le correspondía en el puesto, a diferencia de sus antecesores, que fungieron como viles tapaderas de los fraudes electorales cometidos desde la silla presidencial, y desde algunas gubernaturas. Nieto Castillo ya llevaba vuelo en el asunto, había posicionado a la Fepade con los casos de los exgobernadores, la alteración del Registro Federal de Electores y muchos casos emblemáticos más donde la justicia pudo aplicarse parcial o de manera completa precisamente por la calidad de las indagatorias y la formulación de las acusaciones, a diferencia de aquellas que figuraron en el pasado, desde la creación de dicha fiscalía que atiende abusos y debe combatir los delitos electorales, aquellas otras eran sin más ni menos, pura simulación.

El despido sumario de Santiago Nieto se da tras un movimiento peligroso en sus indagatorias, que lo llevaron acorralar al amigo personal del presidente Enrique Peña, excolaborador que tendría suficiente información para refundir en la cárcel al propio mandatario por haber accedido al canto de las sirenas en plena campaña electoral, Emilio Lozoya.

Los Pinos ya han aceptado que hubo acercamiento entre Peña Nieto y compañía con la empresa brasileña Odebrecht, o una de sus filiales, claro que no admiten el recibimiento de recursos con los cuales habría financiado parte de su campaña del 2012, pero tratan de apaciguar las aguas, que ellos mismos agitaron con la petición de la renuncia de Nieto, quien habría sucumbido tras conocerse su acusación, en una rabieta presidencial, sin mediar juicio alguno.

El tótem tricolor vuelve a las andadas, no soporta la menor contradicción, no se ha dado cuenta de que los tiempos del poder absoluto han terminado, no por la factibilidad que aún permite el sistema sino por el rechazo rotundo de la ciudadanía, de los electores que suelen cobrarse este tipo de execesos, que como dije no son propios de estos tiempos y no lo han sido nunca, pero ahora ya no es fácil engañar a la gente, que reacciona de manera violenta pero civilizada y el próximo año nos daremos cuenta de ello, porque el pulso ciudadano a través de diversos ejercicios indican desde ahora que el PRI se queda sin Los Pinos, y también perdería importantes posiciones en el país.

El caso Odebrecht es sólo uno más de tantos que los mexicanos hemos tenido que soportar en este sexenio, pero hay otros memorables que también han dejado huella profunda, como es el de Ayotzinapa, los mentados “Papeles de Panamá”, la ignominiosa Casa Blanca, Apatzingán, cientos de presos políticos por evidente corrupción, Tlatlaya, espionaje y asesinato de periodistas en todo el país. Y la lista no terma.

En el asunto de Odebrecht, todavía podrá intervenir el Senado para reinstalar a Santiago Nieto en su puesto como un verdadero fiscal que combate los delitos electorales, aunque ello supone un verdadero riesgo a la vida del exfuncionario, quien fue designado para hacer ese papel y por desempeñarlo ahora es maltratado, es abortado por el sistema.

Hay todavía un trecho de ocho meses que recorrer para verificar el impacto de estos hechos en el ciudadano común, sin embargo las encuestas dan clara muestra de lo que sucederá en ese tiempo, con sus debidos ajustes, pero creo que la suerte está echada y solamente es cuestión de paciencia para que se genere el cambio, aunque también debo decir que ésta es muy poca la que le queda al pueblo, el que ha tenido que sufrir las consecuencias de ese mal gobierno, arrogante y presuntuoso, corrupto y corruptor, muestra clara de la degradación del sistema, pero también la última pieza que dará cabida a la nueva forma de gobernar.

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