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Se aproxima la salida de Enrique Ochoa, es un hecho

Chihuahua. – La decisión del relevo de Enrique Ochoa de la dirigencia nacional del PRI está tomada y será la próxima semana cuando se anuncie su salida, muy probablemente para ocupar un cargo en...
  • Por EditoraSD
Se aproxima la salida de Enrique Ochoa, es un hecho

Chihuahua. – La decisión del relevo de Enrique Ochoa de la dirigencia nacional del PRI está tomada y será la próxima semana cuando se anuncie su salida, muy probablemente para ocupar un cargo en el gabinete. El presidente Peña Nieto moverá a partir del martes a algunos de sus secretarios que se irán como candidatos al Senado, uno de ellos el de Comunicaciones, Gerardo Ruiz Esparza, y en esos enroques se le podría dar entrada a Ochoa, como parte de los últimos cambios que ocurrirán en el actual gobierno con miras a las próximas elecciones.

Ochoa cumplió su ciclo ya al frente del PRI y no le es más útil ni a Peña y mucho menos al candidato José Antonio Meade. Al Presidente le sirvió muy bien hasta la designación del candidato. Entrón, habilidoso con la lengua y organizado, el ex director de la CFE cumplió perfectamente, hacia afuera, el papel para el que lo mandaron a dirigir al partido del que él había renegado públicamente —en su comparecencia para intentar ser consejero electoral— cuando negó ser militante o consejero del priísmo. Pero hacia adentro, ante el priísmo cupular y de los grupos, nunca fue aceptado ni llego a ser visto como uno de los suyos, menos como un líder.

Esa falta de aceptación, azuzada por las ambiciones y pasiones naturales que desata el actual reparto de candidaturas en las que se vio rebasado en su capacidad de operación, fue lo que emergió el martes pasado en la reunión plenaria de los diputados del PRI en donde al menos once legisladores federales se lanzaron abiertamente contra la permanencia del dirigente nacional, con quejas y adjetivos en los que le pidieron a su coordinador, Carlos Iriarte, que promoviera ante el presidente Peña Nieto el cambio del presidente del partido.

 

Aunque esa rebelión fue sofocada y acallada, por órdenes del propio Ochoa Reza, quien esa misma tarde le llamó enojado a Iriarte y le exigió a gritos —con el estilo prepotente que tanto le critican— que saliera a desmentirlo, la realidad es que las voces de inconformidad de los diputados no serían las únicas porque un par de días después el dirigente de la FSTSE, el senador Joel Ayala, también pediría, él sí públicamente, que el presidente Peña evaluara la necesidad de un cambio en la dirección nacional del PRI. Así que el domingo, que José Antonio Meade asuma la candidatura formalmente, podría haber una emotiva despedida para Enrique Ochoa, a quien le darán una salida más que digna si lo mandan a una de las dos o tres secretarias que quedarán vacantes por los que se van en busca de fuero a las listas de los senadores del PRI; es muy posible que pueda ir a la SCT.

 De la marca del PRI a la marca Moreira. Ante la danza de nombres que comenzó para saber quién sería el sustituto de Ochoa, algunos se apuntaron y otros se descartaron. Emilio Gamboa, por ejemplo, al que comenzaron a mencionar insistentemente, llamó el jueves por la noche al noticiero del periodista José Cárdenas para decir que él no iba al PRI y darle su respaldo a Ochoa, a pesar de que ya para entonces el propio Gamboa sabía del relevo inminente. Otros mencionaron al gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, y aunque éste siempre ha estado listo y con interés en el PRI, la realidad es que en este momento Alito está más ocupado e interesado en permanecer en Campeche que en llegar a una dirigencia en un momento tan incierto y complicado.

Otros nombres que se barajaron fueron el de José Calzada, secretario de Agricultura, Enrique de la Madrid, de Turismo, o el ex gobernador Eruviel Ávila, actual integrante del cuarto de guerra del candidato Meade. Algunos hasta especularon con la muy osada posibilidad de que trajeran desde Pachuca a Miguel Osorio Chong, en la que sin duda hubiera sido la mejor señal que pudieran mandar en este momento para la alicaída campaña del PRI, pero que se ve muy irreal ante los enconos y divisiones que existen.

La decisión de Peña, según se comenta ya en el equipo cercano de Meade, es que el relevo en el PRI se resuelva por el mecanismo estatutario de prelación: es decir, que, ante la renuncia de Enrique Ochoa, la secretaria General, Claudia Ruiz Massieu, subiría como presidenta, y como nuevo secretario general sube Rubén Moreira, actual secretario de Organización. Luego, en un par de semanas, cuando Ruiz Massieu renuncie para irse como candidata al Senado, el ex gobernador de Coahuila se quedaría como presidente nacional por lo que resta de la campaña.

Así, en la óptica de Peña, un “operador electoral probado” como Rubén Moreira llegaría a la dirigencia del PRI; pero en la óptica de los ciudadanos el nuevo dirigente priísta sería también el polémico personaje que, junto con su hermano Humberto, protagonizaron todo un entramado de corrupción y endeudamiento excesivo de Coahuila y, de paso, el ex gobernador que “haiga sido como haiga sido” y, con violaciones evidentes a la ley, a los topes de campaña y un uso abierto de los recursos y programas públicos con fines electorales, logró ganar las pasadas elecciones en su estado e imponer, con la ayuda de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, al actual gobernador Miguel Riquelme.

Es decir que si ya José Antonio Meade dijo en Tlalnepantla que “voy a ganar como lo hizo Alfredo del Mazo”, ahora, si se consuma la llegada de Rubén Moreira como presidente del PRI, que cada quién saque sus conclusiones.

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