Opinión

Aceptabilidad de la derrota

  • Por editor TV
Aceptabilidad de la derrota

Por: Jesús Silva-Herzog Márquez

 

A los demócratas se les conoce por su capacidad para aceptar la derrota. Hemos escuchado la expresión hasta el cansancio. En los últimos años se ha repetido una y otra vez. Si la democracia es incertidumbre, se puede ganar y se puede perder. Competir es arriesgarse y admitir que el desenlace puede sernos desfavorable. Participar en el juego electoral es aventurarse en un territorio comprometido. Si vale recordar aquella frase es porque vuelve a estar en entredicho el compromiso de los jugadores. ¿A qué está dispuesto el grupo gobernante para impedir la victoria de Andrés Manuel López Obrador?

Quedan ya menos de dos meses de campaña. El 27 de junio los candidatos terminarán sus actividades públicas y empezará el periodo de "reflexión". Es cierto que nos faltan semanas cruciales y un par debates, pero el panorama es bastante claro para quien quiera abrir los ojos. El candidato que comenzó como puntero no ha descendido, sus adversarios han sido incapaces de construir una plataforma alternativa. Sus gestos muestran más desesperación que estrategia. Quien lleva ventaja parece dueño de las circunstancias. No puede negarse que hay emoción pública tras él, entusiasmo, esperanza. Si bien se maneja con torpeza en algunos ambientes, domina la conversación pública, se ha convertido en el gran imán de las ambiciones, entiende el clima del momento. No veo el camino de la derrota de López Obrador. Si el debate de la semana pasada habrá pintado para algo habrá sido para definir con mayor claridad el segundo lugar. Poco más. El primer sitio sigue reservado para el tabasqueño.

Por supuesto, debemos ser cautos cuando intentamos prever. Si algo se ha repetido en todos los rincones del mundo en los últimos años es la sorpresa. La autoridad de las encuestas ha quedado en entredicho, el juicio de los "expertos" es rebatido una y otra vez por los hechos. El futuro no está escrito, pero es importante prepararnos para lo que muy probablemente pasará. En la incredulidad de algunos grupos de poder se muestra más que un deseo, su indisposición a aceptar lo probable. Se trata de un reflejo antidemocrático, un impulso para evitar -¿a toda costa?- un resultado temido. Porque vivimos la agonía de un arreglo político y económico, se percibe la tentación autoritaria de preservarlo. Es algo más que un deseo, algo más que la ilusión de controlar el proceso electoral. La exploración de la vía autoritaria ha empezado. El uso de la Procuraduría General de la República, las resoluciones del Tribunal Electoral son signos en verdad ominosos. Jugar con el proceso electoral es arriesgar el incendio del país.

El reciente coqueteo del Frente con el PRI no solamente destroza las escasísimas credenciales de renovación que podía ofrecer esa opción partidocrática, sino que sugiere también que, en defensa de su poder, el bloque gobernante está dispuesto a cualquier pirueta -así sea la más aberrante- con tal de impedir la victoria de López Obrador. No veo el acercamiento de Anaya como un escarceo inocente y estratégicamente legítimo sino como un asomo de obscenidad. Quien hace poco llamaba al procesamiento del Presidente, ahora sueña con entrevistarse con él y pactar el operativo del voto útil. Estar dispuesto a ese pacto es estar dispuesto a cualquier cosa. ¿Qué permisos se piensan otorgar Anaya y los suyos para remontar la desventaja?

El país no cabe en un solo partido. Aunque arrase en la elección, el ganador deberá reconocer la legitimidad de la desconfianza. Quienes pierdan tendrán el deber de organizar una oposición severa y responsable. Pero hoy hay que cuidar la elección y eso significa respetar la ley, como el único asidero común. Nos obliga a todos, y en materia electoral, no solamente a los partidos. Los particulares no tenemos derecho a comprar espacios en los medios para influir en las preferencias electorales. Podrá incomodarnos, pero es el dictado de la ley. Mexicanos Primero ha violado la Constitución y la ley electoral produciendo un anuncio que utiliza niños como títeres, para influir en los votantes. Usar niños para el entretenimiento de los mayores es un atentado a su dignidad. Usarlos como munición en la guerra política es inadmisible.

México se abre a la mayor incertidumbre de su historia reciente. ¿Será demasiado pedir a los nerviosos que respeten la ley?