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Remembranzas de Guadalupe y Calvo

El pasado 01 de enero del 2020 los paisanos oriundos de Guadalupe y Calvo radicados en diversos lugares de México y por qué no decirlo, de otros países del mundo, particularmente de Estados Unidos,...
  • Por TDD

Guadalupe y Calvo

Guadalupe y Calvo

El pasado 01 de enero del 2020 los paisanos oriundos de Guadalupe y Calvo radicados en diversos lugares de México y por qué no decirlo, de otros países del mundo, particularmente de Estados Unidos, recibimos vía facebook y whats app como a eso de las diez de la noche las primeras imágenes que empezaron a circular en las redes sociales de la hermosa nevada que poco a poco fue cubriendo de blanco nuestra querida y añorada tierra enclavada en lo más alto de la Sierra Tarahumara, este hecho es importante porque deja de manifiesto como Gpe y Calvo ha entrado de lleno en la utilización de las nuevas tecnologías y en particular de las redes sociales, permitiéndonos en cuestión de minutos compartir acontecimientos relevantes para una comunidad tan alejada.

La primera imagen fue una hermosa postal de la plaza principal (“Donato Guerra”, con su elegante kiosco que tiene su origen en el año 1906 en que fue remodelada la plaza con motivo del centenario del natalicio de “Benito Juárez” y se engalanó con las notas musicales de la inolvidable “Orquesta de los Hermanos Melchor”) que aún mostraba orgullosa los arreglos navideños propios de época, pero ahora teñidos de un color blanco radiante y coronados por las delgadas plumas de la nieve que incesante y a contra luz de las luminarias de la centenaria plaza pintaban una postal invernal de ensueño que invocaba aquellos años ya lejanos, pero siempre presentes en nuestro recuerdo en que disfrutábamos horas y horas entre la nieve, con ropa ligera y huaraches y en el mejor de los casos algunos con una modesta chamarra y zapatos, pero siempre felices, hasta terminar casi congelados a un lado de la chimenea o estufa atizada con leña de encino que no dejaba de echar humo día y noche por la tronera, al tiempo que nuestras madres cocinaban sabrosos panecillos de levadura, buñuelos, tortillas de harina y pasteles, recalentando el ponche de la noche buena con “piquete” de lechuguilla traída de los barrancos como “Dolores” y “San Rafail”, (aclaro San Rafail No San Rafael), la tierra de mis abuelos maternos, que nada le pide en sabor al famoso tequila que caracteriza a México en el mundo entero, la sabrosa canela no podía faltar, llegada a México después de la conquista de los españoles, seguía impregnaba de un exquisito olor y aroma las cocinas serranas, sin faltar el café de olla, sobre todo aquel famoso “café combate” que llegaba año con año al pueblo con su promoción, canjeando trastos (sartenes, ollas, platos, tazas, etc.) por bolsas de café vacías, consumidas al calor de interminables platicas familiares y de amigos al lado de la estufa en la cocina, ya que era difícil que alguien contara con las comodidades de una sala, escuchando los programas radiofónicos y sobre todo las radio novelas como “Chucho el Roto”, “El Ojo de Vidrio” y “Porfirio Cadena” transmitidas por la XEW, La Voz de la América Latina desde México, que mantenía unidas a las familias Guadalupecalvences mediante los radios que se popularizaron cuando los braceros regresaron al pueblo desde los campos agrícolas de la Unión Americana, del “otro lado” como solían decir, a donde año tras años concurrían hasta que finalizó el “Programa Bracero” allá por 1964.

Algunos tal vez aún recordaran los mentados “sabañones” que salían en los pies y en las manos congeladas por el frio de tanto meterlas en la nieva y vueltas a calentar en la fogata de la estufa, una y otra vez, hasta que brotaba aquella hinchazón rojiza que producía una incómoda comezón que obligaba hasta quitarse los zapatos para poderse rascar agusto (sabañón: inflamación dolorosa de pequeños vasos sanguíneos de la piel que se producen en respuesta a la exposición repetida al frio, pueden producir picazón, manchas roja, hinchazón y ampollas en las manos y los pies). 

Los juegos en la nieve eran interminables, haciendo competencias de grupos de amigos o familias enteras, elaborando monos enormes con gorras, guates, bufandas y otras prendas de vestir que salían de entre las escasas pertenencias de los armarios de las familias mejor acomodadas, así como otros ropas más vistosas que lucían radiantes parches de colores por todos lados, producto del excesivo uso de sus dueños al pasar las prendas de los hermanos mayores a los de menor edad, eso si cada vez con más parches; Era divertido echar a rodar cuesta abajo pequeñas bolas de nieve que en cada vuelta iban incrementando su tamaño, conforme al espesor de la nieve del piso que se iba adhiriendo en cada vuelta en una nueva capa, hasta no poder entre toda la chiquillada hacerla girar una vuelta más por su enrome tamaño y peso, entonces se pedía refuerzo a los hermanos mayores y al papá, hasta que de plano esa enorme bola de nieve quedaba por ahí arrumbada en algún callejón, de esos que tanto abundan en el pueblo, durante días u semanas que duraba en derretirse la nieve, como trofeo de sus participantes, siempre referida y comparada con orgullo con el tamaño de las demás bolas de nieve realizadas por otras familias; En esa época hacían su aparición los zancos de tazcate que se habían elaborado cuidadosamente durante el verano en diferentes tamaños (alto), previamente había que organizarse en grupos de amigos para ir al monte y tras largas caminatas impregnadas de cuentos, anécdotas, chistes y charras picarescas seleccionar un árbol con un buen ramaje que a golpe de hacha o machete se le cortaba la rama escogida tras una larga deliberación de los expertos, que incluía que estuviera derecha la rama, el grosor, que no tuviera muchos botones, que la inclinación del escalón o palo donde se pone el pie fuera suficientemente grueso, fuerte y un poco recto, en fin, detalles de carácter técnico, si había tiempo, ahí mismo era pelada la cascara o corteza del árbol, para luego poner los zanco a secar ya en la casa, al calor lento del sol, a fin de que quedaran fuertes y livianos, no sin antes ir todos los días a visitar al vecino haber como iban quedando sus zancos, era importante el herrarlos con dos o tres clavos cruzados en la parte del extremo inferior, como a las pezuñas o cascos de los caballos, para evitar derrapar al momento de usarlos; Todo este trabajo o más bien pasatiempo encontraba en las nevadas el momento preciso para que la pandilla recorriera sobre ellos el pueblo, presumiendo ante las chicas sus atributos y habilidades zanquescas (uso de los zancos), se organizaban verdaderos retos para escalar las rocas y los cerros más pendientes, los más atrevidos cruzaban el arroyo del pueblo que presentaba una gruesa capa de hielo, que al mismo tiempo era una enorme pista de hielo para patinar, aún recordamos con agrado verlos caer muertos de risa a esas aguas frías, prácticamente congeladas, en verano había quienes usaban zancos de hasta de casi tres metros de alto, que para podérselos colocar tenían que subirse a los tejabanes de las casas, no quiero imaginar cómo eran las caídas desde esas alturas; No podía faltar la nieve preparada en diversos sabores y colores, elaboradas con leche Nestlé, vainilla y naranja, recuerdo con cariño como las monjitas, las “Siervas del Sagrado Corazón de Jesús”, que llegaron a la localidad el 2 de mayo de 1946, ataviadas con sus larga enaguas en color negro, que contrastaban con el blanco de la nieve sacaban a las internas de la “Escuela Particular Incorporada Gpe y Calvo” a disfrutar del paisaje y hacían enormes ollas de nieve allá por “El Cebollín” y “La Cumbre”, que es la parte de arriba del pueblo cuando se llega de “Parral”, eso sí, siempre atentas a que algún gavilán, de esos que no faltaban, les fuera a robar una de las pollitas; Quizá uno de los recuerdos más hermosos es aquel donde toda la familia, padres, abuelos y hermanos se apresuraban a almorzar para salir a jugar a la nieve, pero antes los niños salían presurosos al exterior de la casa a recoger sus vasos con agua fresca convertidos en exquisitas paletas de hielo, con su palito y toda la cosa, ya que los refrigerados brillaban por su ausencia, los primero refrigeradores fueron de gas enviados por el Sr. Enrique Chávez, mi tío, desde la ciudad de Ensenada a las familia Escárcega Melchor, Chávez de la Rocha y nuestra familia, Chávez Rodríguez, por su parte la energía eléctrica hizo su aparición con la inauguración de la Planta de Luz hasta el 12 de julio de 1968; Una vez disfrutada la rica paleta de hielo a eso de las ocho u nueve de la mañana y ya almorzados, se formaban equipos para jugar a lanzarse bolas de nieve, elaborar monos y revolcar al que se dejaba alcanzar entre la nieve, que extrañamente no se sentía fría, quizá por el calor de la convivencia familiar y la siempre grata llegada de algún hermanito que la temporada anterior apena venia en camino y había que mostrarle ese hermoso pasatiempo que ha perdurado por generaciones, era sin duda una de las épocas más hermosas del año, donde se juntaba la navidad, la noche buena, la familia, los escasos regalos, la cena, el año nuevo y la nieve, que le brindaba al pueblo su mejor vestido de gala y el mejor regalo de navidad para muchos niños, en donde por las dificultades de los techos llenos de abundante nieve era imposible que “Santa Claus” entrara por la chimenea a dejar regalos materiales, con suerte “Santa” lograba meter sus deditos por la chimenea y dejar unos silbatos de colores con un chicharito u bolita adentro que giraba cuando se le soplaba, y unas espanta suegras, que es un juguete formado por un tubo cerrado y enrollado de papel de colores y una boquilla por la que se sopla para que se produzca un sonido y se desenrosque, para quienes no tenían la fortuna de que “Santa Claus” llegara por sus casas, podían acceder a un regalo el 25 de diciembre en las fiestas organizadas en el patio de la “Escuela Primaria e Internado Loyola” por el Jesuita Ignacio González Ochoa, conocido en el pueblo cariñosamente como el “Sr. González”, quien permaneció en la localidad desde 1940 hasta 1964 en que fue cambiado de sede ante las lagrimas de todo un pueblo que con nostalgia lo vio partir, las posadas organizadas por el Sr González enriquecían las almas infantiles, los niños se iban a la iglesia de “Nuestra Señora de Guadalupe” a cantar villancicos, Iglesia que por cierto en diciembre de 1919 se quemó completamente, salvándose únicamente de manera milagros el lienzo con la imagen de la Virgen de Guadalupe, al entrar a la iglesia estaba el campanario y dos niños se colocaban a cada lado para subir a tocar las campanas, lo cual era una verdadera distinción, pues las campanas fueron fundidas en el propio pueblo en 1882 en una finca donde actualmente es el velatorio municipal, y en las cuales en su parte inferior se puede leer claramente “GUADALUPE Y CALVO AÑO DE 1882 A.A. MARIA”, luego iban por las calles, visitando los hogares, cantando y pidiendo posada, todos con un velita encendida… “En el nombre del cielo....Yo os pido posada…Porqué no puede andar … Ya mi esposa amada”…, después de rezar el rosario iban a quebrar unas piñatas en el patio de la “Escuela Loyola” que llevó como novedad el Sr. González, ahí mismo los niños podían acceder a bonitos juguetes, para tener acceso a los regalos los niños concurrían durante el año a la iglesia a rezar la misa y el rosario, en donde recibían unos pequeños boletos con diferentes valores, que iban desde 5 centavos hasta un peso, que el 25 de diciembre canjeaban por los juguetes de su agrado en un mostrador en donde se colocaban los juguetes, portado el valor o importe a canjear; Todo era alegría y bullicio y el espíritu navideño florecía en el pueblo entero.

Las nevadas eran populares y enormemente democráticas, ya que se compartía por igual por ricos y pobres, lo que me permite invocar el “Corrido de Gpe y Calvo” que dice: “…Se encuentra enclavado en la Tarahumara con bellos paisajes llenos de pinal, que lindas se miran sus calles nevadas, la nieve lo cubre en tiempo invernal…”. “…Recuerdo lo alegre de sus festivales, cuando todo el pueblo salía desfilar, no había diferencia de clases sociales, desfilaba el rico junto al Tarahumar…”; Así eran las nevadas, eran para todos por igual, era la ocasión propicia para que todo el pueblo saliera a contemplar desde el “Parque Deportivo Práxedes Giner Duran”, inaugurado el 19 de marzo del 1965 (lugar que ocupa ahora la Escuela Secundaria Pablo Ochoa) las enormes y gruesas paredes de piedra de la “Casa de Moneda”, sus dos enormes torreones con sus pequeñas ventanitas en la parte superior “Mirillas”, que servían para repeler cualesquier posible ataque u robo de las monedas ahí acuñadas entre 1843 y 1851, que iban desde un cuarto de real (plata) hasta ocho escudos (oro) y que ascendió a $4, 375,062.06 de aquellos tiempos, así mismo contemplaban con orgullo los seis hermosos ventanales de la Casa de Moneda y aquel enorme y grueso portón de madera labrada que daba acceso al inmueble construido entre 1842 y 1843 y que lucía radiante, cubierto de una hermosa capa blanca que le daba un sin igual encanto colonial y señorial, a un lado el “Cerro de la Bufa” y al frente el de “La Periquera” permanecían inmutables a pesar del frio congelante durante las noches, custodiando la chimenea de la “Hacienda de Mariquita” fiel vestigio de nuestro pasado histórico, construida en 1838, así como lo que quedaba de las instalaciones mineras de la Hacienda incendiadas en 1942; Algunos allá por los lejanos años 20s aprovechaban para sacarse una inolvidable fotografía con Don Roberto J. Albiztegui propietario del estudio “Luz y Sombra” quien solía anunciar su estudio en el Periódico “El Rumor de la Sierra” editado en la propia población allá por 1924-1925 por mi tío Juan Ramón Chávez, Ignacio Rodríguez y Teodoro Villalobos, y que se ubicaba en calle Lerdo No, 1, con posterioridad en los años 60s quien realizaba esa actividad era Loreto Loera, “Don Teto”, quien antes de cubrirse la cabeza con aquella tela negra u morada e introducirla en un espacio obscuro por donde miraba e intentaba enfocar la foto a través del lente de aquella cámara cuadrada sostenida por un tripee, se tomaba su copita de lechugilla “para la muela”; En aquellos tiempos las personas no contaban con cámaras fotográficas, sin embargo les comparto dos fotografías de nevadas de aquella época y resalto lo relevante ahora de las publicadas en las redes sociales. 

Sus estrechas y alargadas calles antaño empedradas se revestían de un pavimento blanco y suave que no costaba un centavo al raquítico erario municipal y que relucían limpias y radiantes al paso de los jinetes de a caballo que dejaban las marcas de las herraduras marcadas en la nieve, hubieran preferido dejar marcado el fierro de herrar pero eso resultaba imposible, sin embargo, era ocasión propicia para lucir sus hermosos corceles ataviados con elegantes monturas confeccionadas en la talabartería de Humberto Aguirre “Shubert”, (llamado así por la forma magistral en que tocaba el violín), por el diseñador Don Rodrigo, los hermanos Oscar “Chuberin” y Armando Aguirre, y los primos de estos, Luz Aguirre y Alejandrino Aguirre y en algún tiempo Ernesto Olivas, talabartería que dejó escuela hasta la fecha con los trabajos que realizan otros de sus últimos discípulos, en el pueblo, Salvador Gaxiola “Yoyis” y en Parral, Jesús Tagle “Calero”; En su paseo lento los jinetes volteaban hacia los balcones de las casas para ver si su mirada se cruzaba con la de la dama de sus sueños que pudiera contemplar el andar pausado y rítmico de su cabalgadura, pero no podían por instantes dejar de sorprenderse con las enormes candelillas (agua congelada) hasta de 25 centímetros de largo, en forma de enormes clavos que colgaban a todo lo largo de los tejabanes y de los árboles frutales de las huertas y que por momentos distraían y alejaban sus pensamientos de sus doncellas, las calles permanecían vírgenes a las marcas de las llantas de los vehículos automotores pues la carretera de terracería desde Parral se inauguró el 19 de marzo de 1965 por el Gobernador Giner Durán, existía tan solo “La Pionera”, una camionetita marca Ford que Don Gaudencio Tarín llevó desarmada en avión en 1934, permaneciendo siete años en el poblado, siendo trasladada de regreso a Parral a lomo de mula, incluso antes de que llegara la carretera o brecha, existía también la motocicleta marca Islo de mi padre Manuel Chávez Peralta “Chávez o Manolo” como le llamaban en el pueblo y que llegó en 1960, por su parte, los camiones de pasajeros “El Tarahumar” propiedad de Don Maximiliano Lozano con ruta Parral – Gpe y Calvo hicieron su arribo en 1966, un año después de que se inauguró la carretera; Una verdadera batalla campal era cuando los del “Barrio de Abajo” se agarraban a bolazos de nieve con los del “Barrio de Arriba” (la plaza era la frontera entre los de Abajo y los de Arriba), ahí sí que abundaban los descalabrados, por que cuando se calentaban los ánimos los malosos colocaban en la parte interior de las bolas pequeñas piedras recubiertas de nieve o elaboraban bolas con agua nieve que les daba mayor dureza y consistencia al hacer impacto en la desafortunada humanidad del adversario, esos eran los proyectiles que ocasionaban los descalabrados, que en raras ocasiones terminaban en el Hospital de las Madres “Hijas de la Caridad” cuya congregación llegó al pueblo a principios de los años 60 y entre quienes se encontraban Sor Rosario, Sor Luisa, Sor Isabel, Sor María Rosa y Sor Paz, pero las descalabradas no afectaba la amistad y el entusiasmo ya que ello sería platica obligada hasta el siguiente año.

Cuando en el pueblo los tejados de las casas eran aún de tableta de pino la nieve duraba muchos días en descongelarse, posteriormente después de los años 70s cuando los techos de tableta se empezaron a cambiar por los de lamina, dada su duración y menor recurrencia de incendios, que era frecuente azotaran al pueblo, sobre todo en tiempo de secas y fuertes ventarrones, que provocaban que un importante número de casas resultaran afectadas por la propagación del fuego, como el ocurrido el 2 de febrero de 1958 en que medio pueblo, de la plaza hacia abajo, se vio afectado por las tabletas de los tejabanes que en llamas volaban de casa en casa probando el pánico de la población que se refugió enfrente de la Casa de Moneda; El descongelamiento de los techos de lamina era en un menor tiempo, dado el calentamiento de la lamina que provocaba que la nieve se vinera abajo, de un solo jalón, dejando una acumulación enorme de nieve a las orillas de las banquetas de cantera de las casas que había que remover con palas ya que impedían el acceso a las viviendas. Visitar el “Cerro del Mohinora” que tarahumara significa “Cabeza entre Nubes” en sensacional, en verano su copa se va perdiendo poca a poco conforme la espesa neblina va cubriendo su cabeza cana, en invierno la nieve lo viste con penacho blanco y altivez Raramuri, está ubicado a 3,307 masnm siendo la cumbre más alta del Estado de Chihuahua, durante las nevadas y cuando las condiciones del camino lo permitían era espectacular visitarlo, ya que llegaba a levantar la nieve hasta medio metro de alto, deslizarse por sus pendientes montados sobre ramas de pino y encino es una experiencia que nunca se volvió a repetir para muchos de nosotros, contemplar las ramas de sus árboles, pinos, encinos, madroños y pinabetes cubiertos de una espesa capa de nieve con caprichosas figuras es un privilegio de los serranos, tan lejanos de la disque “civilización” y tan cerca de la madre naturaleza. Para nuestra familia las nevadas tenían además otro significado diferente, pues como mi señora madre Edelmira Rodríguez de Chávez era la encargada del servicio meteorológico hasta 1990 en que se jubiló y se radicó en la ciudad de Chihuahua, era necesario estar reportando el estado del tiempo cada dos horas o cada hora, según las circunstancias del clima a la ciudad de Chihuahua y a Sinaloa, en algún tiempo incluso a San Blas, Nayarit, lo que implicaba durante las noches hacer un tendido de cobijas en la cocina de la casa para con toda precisión y responsabilidad trasmitir por el radio con que se contaba el estado del tiempo, eran noches de verdaderas enfriadas y desveladas, porque había que salir lloviendo, nevando y con temperatura menores de cero grados centígrados al corral, en donde se localizaban los aparatos para medir la cantidad de agua y de nieve que había caído, ya que sobre todo el Estado de Sinaloa debía tomar precauciones porque toda esas aguas de Gpe y Calvo terminan en el “Rio Fuere” y de ahí en la “Presa de Huites” irrigando las fértiles tierras de aquella prospera entidad, considerada el granero de México, con el tiempo mi madre aprendió a maneja a la perfección el radio, el cual cuidaba con enorme cuidado de las travesuras de los chiquillos, que siempre curiosos e inquietos esperaban un descuido para intentar hacerle a los reporteros del estado del tiempo por medio de aquel aparato que les generaba inquietud, por que emitía voces lejanas y extrañas.

A mediados de la década de los 50s y hasta medidos de los 60s las familias se reunían en el baile de fin de año entorno a la esplendida música de la orquesta del pueblo integrada por Juanito Martínez “padre”, Humberto Aguirre “Shuber”, Manuelito Aguirre. Cuco Herrera, Pancho Loya y Rubén Melchor, en algunos casos amenizaba la siempre añorada “Banda de Dolores” que perduró tres generaciones, cerca de sesenta años, desde 1930 a 1990, quienes brindaban sus mejores notas al compas de la suave nieve que caía en el exterior de la casa anfitriona y que dibujaba su fino encanto a través de los ventanas, arrullando a las parejas en un rítmico y cálido abrazo de amor, bajo la luz de aquellas lámparas o quinques de petróleo que contaban con una mecha o mechero que regulaba la intensidad de la iluminación que se esparcía mediante un delgado tubo de vidrio reflejando los rostros de aquellas parejas que irradiaban, felicidad, esperanza y agradecimiento por toda esa belleza que Dios nos ha obsequiado cada invierno a los hijos de la patrona del pueblo, la “Virgen de Guadalupe”. Finalmente, quiero señalar que la primera foto a que hice referencia al inicio del presente texto, así como muchas otra más las tomó la Lic. Lila Chávez como a las diez de la noche del 01 de enero llegando al pueblo procedente de Culiacán, Sin, le agradezco a ella y a todos los demás personas que compartieron fotos en las redes sociales el haberme permitido realizar esta presentación y sobre todo esta remembranza, no los nombro porque no tengo los datos precisos, pero de tenerlos lo haré, y les daré el crédito posteriormente en este mismo espacio con mucho gusto. Dedico estas remembranzas con cariño a mis padres Edelmira Rodríguez y Manuel Chávez. Datos históricos tomados del Libro: Guadalupe y Calvo “A Través del tiempo”, de quien esto escribe, Conoce y Disfruta Gpe y Calvo. 

Por: Manuel Chávez R. “Manolo”

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