Opinión

El quinto beatle

  • Por Editor04
El quinto beatle

México.- Isaac Piña siempre fue un papá alcahuetón. Allá por los setenta, las primeras tumbas, tarolas, guitarras y bajos de la Ronda Bogotá eran fabricadas por él, reciclando e improvisando variopintos materiales.

Para las tarolas, don Isaac visitó tiendas de fierro viejo de Monterrey en búsqueda de láminas de aluminio de cierto grosor que cortó, engargoló, redondeó y agujereó para después ir a un rancho de las afueras a comprar cuero para encuerar el parche. 

Yo en mi vida había visto una tumba. Nomás la que se veía así en el aparador de las tiendas, entonces, la fui haciendo palito por palito, cuenta el patriarca de la familia Piña, quien era llamado El quinto Beatle por sus cuatro hijos músicos, ya que fue su ingenio y empeño el que sacó adelante al primer grupo que tocó cumbia colombiana en el norte de México.

Su hijo Celso, a un año de su muerte, ya se convirtió en un referente cultural. Más allá de museos, plazas, homenajes y calles en su honor, el arrojo que tuvo junto con sus hermanos Rubén, Quique y Lalo, generó con el paso del tiempo no solo una corriente musical —mucho tiempo criminalizada por el poder local—, sino todo un movimiento cultural que recientemente dio la vuelta al mundo a través de la película Ya no estoy aquí, de Fernando Frías, donde se da cuenta de esos usos y costumbres creados a partir del afán de la familia Piña.

Detrás de esa trascendencia lograda por Celso y sus hermanos, jóvenes marginados de los barrios populares de la ciudad, está la figura de su padre, quien a diferencia de la mamá de los Piña, siempre tuvo fe en que los muchachos tendrían éxito y por ello los alentó a dejar sus trabajos como obreros para aventarse a hacer algo impensable en aquel entonces como intentar tocar música colombiana en la tierra de la música norteña. 

Era importante que tuvieran instrumentos y pues ya vendían instrumentos hechos pero caros. La necesidad era una y el reto que te pones tu dices yo hago esto y lo haces”, cuenta don Isaac, quien actualmente tiene 87 años de edad. 

Con qué cantantes empezó a interesarse en la música?

De niño, ya sabrás: Daniel Santos y Luis Carlos Meyer…

Caribeños y romanticones, ¿no?

Sí, tenían canciones bastante romanticonas, mucho porro, cubano, también la música cubana, aunque es un poco aburridilla porque es muy repetitiva. Y también me gustaba la colombiana, bueno la vallenata, que no es tan repetitiva. 

¿Cuándo oyó por primera vez la música colombiana? La música colombiana la oí allá cuando Luis Carlos Meyer, hace muchos años. Estaba yo muy joven, tendría 13 o 14 años cuando llegó aquí la música colombiana y puro porro. El porro es un ritmo que me gusta mucho. Uno de ellos es El Gallo Tuerto, que iba mas o menos así: Se murió el gallo tuerto, qué será de mi gallina a las cuatro de la mañana, me cantaba en la cocina, cocorocó canta el gallo. Con música es una cosa muy buena. 

Me queda claro que usted fue quien le sembró el amor por la música a sus hijos, empezando por Celso… No, Celso ya venía con esa idea de la música. Cuando estaba jovencito le gustaba mucho tocar. Tocaba primero las tarolas y le decían El Tarolas a Celso porque las movía de forma tremenda... era un bárbaro. Pero luego se convirtió en el rebelde del acordeón… Sí. Le conseguí su primer acordeón de dos hileras de botones nada más. Y aprendió después de una desgracia, porque le pega la hepatitis a los 18 años y lo llevé al médico, un amigo mío, y me dice: Está bien jodido. Son mínimo 40 días o dos meses que no le dé el sol porque se lo lleva la chingada. 

En la casa teníamos un sótano y hacía poquito que había comprado una consola, bueno le decían consola a un tocadiscos. Y consiguió él unos discos de Los Corraleros de Majagual, de Aníbal Velásquez, de Alfredo Gutiérrez y se encerró en el sótano a curarse la hepatitis, a oír cumbias colombianas y a aprender a tocar el acordeón.

¿Fue una canción de Los Corraleleros de Majagual con la que aprendió?

Ahí estaba el pedo. Él estaba con los Corraleros, con Aníbal Velásquez, y que saca una canción, y que me la canta un día... yo jalaba en el área de mantenimiento del hospital infantil, y tenía dos chambas más, así es que salía a las siete de la mañana y regresaba a la casa a las 11 o 12 de la noche. Una noche que llego me dice: Mira papá, ya saqué una, me dice y que me la toca. Yo le dije la verdad: Pues está bien gacha todavía, pero a ver, dale otra vez. Y así siguió hasta que luego la saca muy bien y le digo:Ahora sí, te quedó muy bien, wey.

Y luego Celso se aferró a tocar cumbia colombiana que nadie tocaba en Monterrey, donde además la música norteña es muy fuerte. ¿Usted apoyó esta idea que seguro parecía tan descabellada en su momento?

Era puro criterio. Si alguno de mis hijos me hubiera dicho: papá soy gay, yo le hubiera dicho: Bueno hijo pues a ver donde conseguimos unos cosméticos finos. Así era yo con todos.

Respetar la voluntad de cada quien.

Sí. Si Celso quería música colombiana, pues tócala. ¿Qué es lo que te falta?. ¿Un acordeón? Te lo consigo. ¿Ya hiciste tu primera canción?, Pues sí, papá.  A ver, ¿cómo te quedó? Bueno, todavía tienes muchos titubeos. ¿Cuánto te tardaste en sacar esa, Casi cuatro meses. Bueno pues aviéntate otros cuatro meses para que hagas otra. No vas a sacar un evento con una chingada canción, cabrón. 

Y así, al rato eran tres o cuatro cancioncitas… cinco, seis y siete. Ahí mismo en la colonia organizaban los mismos muchachos y luego pues ya vinieron los toquines en bares del centro, luego ya sabes tú lo que pasó…

Tomado de milenio