Opinión

¿Y dónde está la izquierda?

  • Por José Oswaldo
¿Y dónde está la izquierda?

Alaizquierda

Por Francisco Rodríguez Pérez

La izquierda mexicana se ha convertido en una fuerza política capaz de disputar el poder. Es parte fundamental tanto de la pluralidad como de la gobernabilidad del país. La limitan la división interna y la falta de una propuesta clara y atractiva de futuro. La izquierda debe estar gobernando ahora… desde el Partido Revolucionario Institucional.

El número 438 de la revista nexos, de junio, presenta  reflexiones diversas pero convergentes sobre temas clásicos y urgentes de la izquierda mexicana. Héctor Aguilar Camín y José Woldenberg abordan las asignaturas pendientes de la izquierda y el perfil que debería tener para, entre otras cosas, ganar el poder y gobernar democráticamente en México.

En el mismo número, Ricardo Reyes-Heroles y Carlos Elizondo Meyer-Serra, discuten los planteamientos del economista Jaime Ros, quien opina que las reformas estructurales en marcha, no bastan para garantizar el crecimiento económico.

En el tema de la desigualdad, Mario Arriagada, revisa ensayos recientes sobre la relación entre desigualdad y crecimiento económico sostenido, para sugerir que éste sólo es posible si la desigualdad disminuye.

Por último, Esteban Illades glosa  el reciente libro de Thomas Piketty, “El capital en el siglo XXI”, que regresa a los temas clásicos de Marx sobre los efectos destructivos de una acumulación capitalista en donde las rentas son superiores a la creación de riqueza y la riqueza heredada domina a la riqueza obtenida por el trabajo y la productividad, multiplicando, más que diluyendo, la desigualdad entre ricos y pobres dentro de los mismos países desarrollados.

De todos los textos mencionados quiero destacar el de Aguilar Camín. El escritor y periodista, autor, entre otros libros, de “La modernidad fugitiva. México 1988-2012” y coautor con Jorge G. Castañeda de “Un futuro para México” y “Regreso al futuro”, expone sus ideas al respecto de los caminos de la izquierda democrática.

La izquierda mexicana, dice, ha hecho un largo y exitoso trayecto en las últimas décadas. Dejó de ser un actor testimonial, condenado a la invisibilidad o a la irrelevancia, para volverse una fuerza capaz de ganar elecciones y disputar la presidencia.

La izquierda gobierna la mayor y la más moderna de nuestras ciudades, es una fuerza decisiva en el Congreso, un tercio clave tanto de la pluralidad como de la gobernabilidad de México, advierte.

Aguilar Camín sostiene que el mayor de los cambios en la izquierda es que adquirió vocación de mayoría. Por otra parte, la mayor  debilidad -aparte de la división que la asedia nuevamente- es “no haber construido, junto con su ascenso político electoral, una narrativa de futuro, un proyecto de cambio, de gobierno y de sociedad distinto al de sus contendientes, y creíble y deseable para las mayorías que quiere gobernar.”

El autor sugiere que la izquierda vuelva a los temas fundamentales de su tradición: el capital y el trabajo, el Estado y el mercado, la libertad y la igualdad, la nación y el internacionalismo.

Según su propuesta, México requiere de una izquierda capaz de no plantearse su acción rumbo al futuro en términos maniqueos de mercado o Estado. Como toda América Latina, subraya, México necesita las dos cosas: más mercado y más Estado. Más mercado capaz de producir riqueza y empleos, y más Estado capaz de ordenar el mercado y de ofrecer los bienes públicos que moderan las desigualdades de las sociedades modernas.

“Para hacer creíble su promesa de prosperidad con igualdad, la izquierda no sólo ha de hacer las paces con el capital y con el mercado sino ha de aprender a impulsarlos y a facilitar sus caminos. Pero ha de ser también capaz de regularlos, de someter sus excesos y repartir sus beneficios mediante un Estado que intervenga las ganancias y devuelva parte de los excedentes a la sociedad y al trabajo”, afirma Aguilar Camín.

Considera que en la cabeza de toda izquierda que aspire a gobernar democráticamente debiera estar la famosa gráfica de la OCDE sobre los índices de desigualdad antes y después de impuestos en países como Alemania y Francia, Brasil, Colombia y México. Antes de impuestos la concentración de la riqueza es parecida en los cinco países. Después de impuestos, la desigualdad en Alemania y Francia disminuye radicalmente, mientras la de México, Brasil y Colombia permanece prácticamente igual.

También considera que sería lógico esperar de la izquierda un sistema fiscal que redistribuya la riqueza mediante la provisión universal de bienes públicos. Como no hay ese proyecto en la izquierda mexicana, es urgente que lo haya si quiere convencer a las mayorías de que no apoya al capital y al mercado para hacer más ricos a los ricos, sino para generar y redistribuir una riqueza que hará menos desigual y más incluyente a la sociedad.

En el discurso de la izquierda tampoco el mundo del trabajo ocupa el lugar prominente que tuvo siempre en la tradición socialista. Ese lugar lo ocupan los pobres y los marginados, los sindicatos públicos afines, las comunidades indígenas y diversas causas y actores de la sociedad civil, todos sujetos fundamentales de nuestro presente pero ninguno con la universalidad, la representación y la fuerza material del mundo del trabajo.

“Todo el país, pero en particular la izquierda democrática, debería voltear los ojos a las cifras dramáticas del estancamiento de la masa salarial mexicana”, expone.

Por ello se pregunta: ¿De dónde si no de la izquierda debería venir una estrategia de defensa y mejora de los ingresos del mundo del trabajo? ¿Quién si no la izquierda debería proponerse un cambio histórico en el tamaño de la masa salarial, de modo que mejoren los ingresos del trabajo, se repartan los frutos del crecimiento y se fortalezcan el consumo y el mercado interno?

La izquierda mexicana tampoco ha pensado en los ciudadanos como consumidores. No levanta la mano ni moviliza sus energías contra los abusos de que son víctimas todos los días millones de consumidores, bajo la forma de tarifas abusivas, comisiones leoninas, productos de baja calidad y servicios públicos incompatibles con los niveles de bienestar de una sociedad digna de los ideales históricos de la izquierda”.

Entre los argumentos más poderosos que expone Aguilar Camín, se encuentra su perspectiva acerca del final de las tesis neoliberales. Opina que “el arco de la hegemonía liberal o del llamado neoliberalismo toca a su fin”.

En defensa de su tesis, cita que el economista global de moda, Thomas Piketty, autor de “El capital en el siglo XXI”, no postula que basta el crecimiento para nivelar a las sociedades. Postula, por el contrario, que agudiza la desigualdad… “Hay todo que aprender en este refinado economista, cercano al socialismo francés, para toda izquierda que quiera gobernar y transformar democráticamente a su sociedad”.

Más adelante, se expresa otro argumento valioso del autor:

“Mi convicción es que la izquierda que quiera ganar y gobernar democráticamente México debe ser a la vez liberal y socialista, debe mejorar el mercado y el Estado, el capital y el trabajo, sin perder nunca de vista que su objetivo es crear una sociedad mejor, más libre, más próspera, más democrática y más equitativa.”

Igualmente, la izquierda debe ser la primera en defender y ampliar las libertades propias de la vida democrática, de todas sin excepción: las económicas y las políticas, las individuales y las colectivas, pues en ellas reside uno de los fundamentos de la buena sociedad, la sociedad de hombres libres de sus opresiones, soñada por la tradición socialista.

Así mismo, la izquierda debe ser la aliada primera de las reglas democráticas, porque han sido estas reglas las que le han permitido crecer y ocupar el lugar que tiene.

“Una izquierda que como la mexicana aspira a gobernar el país, debe ser capaz de analizar y discutir al que gobierna, marcar sus diferencias e impulsar sus prioridades. Debe ser una izquierda con solvencia intelectual y tecnocrática, capaz de desafiar las ideas y las tecnocracias dominantes”, dice Aguilar Camín.

Igualmente, es impensable una izquierda no comprometida internacionalmente con la democracia y con la defensa de los derechos humanos. Las dictaduras debieran ser tan inaceptables para la izquierda democrática como los abusos imperiales del enorme vecino que México aprovecha y padece a la vez.

El hecho es que, hoy por hoy, nadie levanta la mano desde el gobierno, ni desde la izquierda, contra la injerencia estadunidense en la seguridad de México a cuenta de la guerra contra las drogas. Menos aún, contra el endurecimiento de las prácticas migratorias que ha significado en la última  década la deportación de tres millones 200 mil  mexicanos desde Estados Unidos, un millón 400 mil  de los cuales durante el gobierno del presidente Obama. No creo que haya en ninguna frontera del mundo un fenómeno de expulsión de seres humanos tan brutal como el que ha regido la última década en nuestra frontera norte, denuncia el autor.

En fin, Aguilar Camín señala una larga serie de temas que deben tratarse desde una izquierda que aspire a gobernar democráticamente en México, para luego citar a Scott Fitzgerald y la idea de una izquierda utopista: saber que las cosas no tienen remedio y mantenerse sin embargo decidido a cambiarlas.

Más allá de las ideas de Aguilar Camín, tengo la convicción de que en México debiera estar gobernando la izquierda, es decir, el ala izquierda del PRI y no la derecha proclive a las tesis de la globalización, sumisa a los dictados de las trasnacionales y aferrada al neoliberalismo que fracasa en el mundo. El ala izquierda del gobierno tiene que seguir siendo nacionalista y revolucionaria, indeclinablemente comprometida con la justicia social. ¡Hasta siempre!