Opinión

No hay de otra

  • Por José Oswaldo
No hay de otra

Por Alfredo Piñera

¿Qué le estará sucediendo a nuestra sociedad que cada día crece más el encrespamiento ciudadano, cada día estamos más irritados y la desconfianza nos invade como una sombra que impide la convivencia social en armonía y cordialidad? Se llama ira e incredibilidad.

Miedo a la criminalidad que se pasea impune por toda la entidad desmintiendo el discurso oficial que se desvive por asegurar que cada ejecución ocurrida en la vía pública, cada asalto residencial, cada delito que se comete en Chihuahua es una eventualidad que no debería ni siquiera de preocuparnos.

Miedo a la incapacidad que muestra la autoridad para garantizar la paz y la tranquilidad, con hechos y más allá del discurso y la publicidad, pues mientras el Estado pretende convencernos de que Chihuahua es una entidad segura, la percepción ciudadana de inseguridad aumenta año con año.

El Observatorio Ciudadano, en un análisis publicado el pasado mes de julio señala que los índices delictivos, en lo general, son superiores a los que se registraban tan solo hace 10 años, y aunque hubo un ligero descenso en las estadísticas registradas de este año, paradójicamente la percepción ciudadana de inseguridad es cada vez mayor.

Sin embargo, debemos también destacar que ahora el colectivo popular asocia a la delincuencia común con los políticos en el gobierno y perciben que existen complicidades muy complejas que inhiben la denuncia del delito, lo que provoca ese descenso en las estadísticas de criminalidad.

Hay encrespamiento e irritabilidad porque el ciudadano ve cada vez más débil al Estado frente de la delincuencia y no encuentra la forma de proteger a su familia ante el embate de los delincuentes. En Chihuahua, los delitos con más incidencia son el homicidio doloso, el robo de vehículos y el asalto a mano armada.

Por ello no sorprende a casi nadie esa irritabilidad desahogada en brotes de violencia social. Enfrentamiento entre los concesionarios del transporte colectivo, enfrentamiento de los barzonistas con la autoridad, la que en lugar de escuchar y resolver los problemas, le cierra las puertas a los ciudadanos y sus demandas de justicia y respeto a la ley. Tampoco sorprenden ya los homicidios múltiples que se cometen en todo  el territorio estatal, particularmente en lo más recóndito de la sierra Tarahumara.

Es cierto, quizá, que las estadísticas hablan un poco a favor del discurso oficial que presume importantes avances en el abatimiento de los indicadores delictivos, pero de nada le servirá eso a la autoridad mientras su credibilidad y respetabilidad política esté en entredicho. Pregúntese usted, amable lector, ¿realmente le cree al mandatario estatal cuando asegura que ahora Chihuahua es un territorio pacífico? Solo basta con hojear las páginas policíacas de la prensa para que se derrumbe cualquier intento de conceder un poco de crédito a la autoridad.

¿Cómo se podrá frenar en la sociedad esa ira y desconfianza que poco a poco la va corrompiendo? No lo va a lograr la autoridad con políticas de simulación, ocultamiento y evasión de los problemas sociales. Tampoco lo lograrán los medios de comunicación matizando la narrativa de los hechos.

Solo lo podrá lograr un cambio radical en la conducta y actitud de la población. Una transformación de la responsabilidad social traducida en su integración, de todos los ciudadanos, en las tareas de saneamiento y reivindicación de la política y el gobierno. Un cambio que más allá del significado electoral, represente la determinación de hacerse cargo de su propio destino.

Un cambio de actitud ciudadana que solo se podrá radicalizar mediante la emisión de un voto electoral responsable, meditado y razonado. No hay más.

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