Dicen que el mismo Jefe de la Policía Judicial encabezaba en ese momento la contratación de más agentes.
Los requisitos eran estrictos pero, uno de éstos destacaba de manera especial: estatura mínima, 1.70 metros, decía el cartel pegado a la puerta.
Uno de los aspirantes, bajito, al que le dijeron que no cumplía el requisito, vio de repente a El Chapito Romero, con tremendo pisotón fajado a la cintura y su diminuto tamaño.
-Eh -reclamó airado al Jefe de la Judicial- ése está más chaparro que yo y sin embargo está trabajando y a mí me dicen que no cumplo el requisito.
El Jefe, sudando la gota gorda, y haciendo ademanes para que el aspirante a policía bajara la voz, le dijo, en corto:
-Bueno, lo que pasa es que, cuando entró, El Chapito Romero era más alto; con el transcurso del tiempo se fue haciendo chiquito.
Incrédulo, el aspirante, movía la cabeza de un lado a otro.
Entonces, para probar su dicho, El Jefe de la Judicial le habló a El Chapito Romero.
-Eh, Chapito -exclamó- ¿al entrar aquí cuánto mediste?
Cuadrándose, El Chapito Romero, muy institucional, respondió:
-¡veinte mil pesos! -dijo, con ímpetu y emoción.
(El ingrato escuchó cuánto-me-diste, en lugar de cuánto-mediste).
Y lo digo desde aquí, porque éste es mi pódium.