Opinión

A lo macho se lo digo

  • Por José Oswaldo
A lo macho se lo digo

Por Alfredo Piñera

La respuesta fue grosera, absurda, ilógica en la voz de un servidor público que juró respetar y hacer respetar la ley ante la ciudadanía; "Compartir el patrimonio públicamente es un agravio para todos, es un agravio para el que no tiene y un reto para el que tiene", dijo César Duarte Jáquez a la reportera que lo entrevistaba para el programa Punto de Encuentro de la periodista Denisse Maerker, de Televisa.

Fue grosera porque exhibe una enorme soberbia que parece hacer sentir al mandatario estatal como si hubiera sido tocado por los dioses de la fortuna. ¿Cuánto puede acumular de dinero el mandatario estatal que cualquier empresario  exitoso no supere? Quizá demasiado, pero la diferencia quizá estribe en la legalidad con la que dicha riqueza fue adquirida.

No me puedo imaginar a los Terrazas, los Fuentes, los Zaragoza o quizá los Lara,  cuestionando a sus asesores financieros por qué las cifras de utilidades y ganancias no pueden alcanzar, por más esfuerzos que se hagan, las cifras que el gobernador de Chihuahua puso como meta a superar. Me es más fácil imaginarlos atacados de risa por la folclórica frase política que en cadena nacional se despachó el ejecutivo estatal.

Tampoco me puedo imaginar a los miles, quizá millones de pobres que hay en nuestra entidad, ofendidos porque la riqueza del gobernador es un sueño que sus familias jamás podrá alcanzar. Me es más fácil imaginármelos con el rostro erguido, con su dignidad en alto y satisfechos por poder heredar a sus hijos una vida ejemplar de honestidad y de rectitud.

Tampoco me puedo imaginar a una clase social media que diariamente se levanta muy temprano dispuesta a trabajar. Dispuesta a afrontar los enormes retos que representan poner un pie fuera de la casa, sin un séquito de lacayos que en caravana vehicular, con sirenas y torretas lo trasladen rápidamente a donde quiera que vaya. Sin un equipo de policías que blinden tres cuadras a la redonda para garantizar su seguridad personal y sin un equipo de de chefs que le preparen diariamente los sagrados alimentos, con cargo al erario estatal, vinos tintos, carnes y manjares de muy alto costo y marca.

Una clase social que tiene que levantarse demasiado temprano para abordar el autobús, si es que pasa por la esquina a tiempo y llega con un diminuto lugar donde poder incrustarse. Que tiene que soportar los empujones, los baches, las enfrenadas repentinas y la morosidad para llegar exhausto a la primera hora de la jornada, solo por comenzar el día.

Esa clase social y a todas las que pertenecemos los mortales de esta enorme entidad quizá no puedan enfrentar el reto que el mandatario estatal pone a la hora de comprometerse a enseñar el monto de su riqueza. Lo que sí podría garantizar es que no es la riqueza y la soberbia de los demás lo que a los chihuahuenses motiva. Lo que verdaderamente nos insulta es conocer que esa riqueza se obtuvo despojando de ella por igual a los que sí tienen y los que no tienen.

Es poder asimilar tantos años de cumplimiento puntual de obligaciones fiscales y ver como el dinero va a parar en las cuentas de quien menos lo merece. Es entender que esos recursos pudieron servir para construir escuelas, hospitales, caminos o becas y en cambio llegan forman parte de un patrimonio familiar porque, imagínese, uno a veces no se da cuenta de lo que firma.

Por supuesto que no nos agravian quienes obtienen su dinero mediante trabajo honesto, lícito, invirtiendo, arriesgando el patrimonio familiar, sudando la gota gorda y esforzándose día a día para crear, producir y ganar, así es la vida y la economía. Pero eso es muy distinto a tener que entender que las fiestas de cabaret y la filantropía oficial practicada con recursos ajenos debe de ser sufragado por igual, por los que no tienen y los que si tienen.

Quizá lo más difícil será que el mandatario un día pueda entender que el poder dejará muy pronto de ser para poder y la justicia tarde o temprano llega, ¡a lo macho se lo digo!

¡Feliz navidad!

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