Opinión

Una exhortación pastoral

  • Por José Oswaldo
Una exhortación pastoral

Alaizquierda

Por Francisco Rodríguez Pérez

Para estas fechas tengo un recuerdo predominante, total, que aunque muy triste también resulta esperanzador. En estricto sentido se trata del día que define a los años bisiestos, pero yo tengo siempre en mi memoria, en las ideas, las palabras y los actos de mis hijas e hijos, mis nietos y nietas, a Elisa, mi Amada Inmortal, el amor eterno, la compañera de vida con quien sigo conviviendo y platicando aunque estemos en diferentes dimensiones. Pero ella está aquí, hasta en las letras que comparto con ustedes, mis lectores.

Febrero sigue siendo un mes triste, desgraciado, no sólo para mí, sino para los chihuahuenses: las fuerzas del mal acaban de ultimar a Alberto Almeida, ex alcalde de Ahumada, hombre trabajador, buen hijo, buen esposo, buen padre, buen amigo…

Liquidan a un hombre consciente y, por ello, rebelde y justiciero, luchador social –características que todo ser humano debiera tener– pero seguirán su memoria, sus denuncias y sus luchas para ser reivindicadas.

Desde aquí nuestra solidaridad para con su familia y los grupos con los que compartía ideales y esperanzas.

Nuestra solidaridad, también, para con el género humano, especialmente con los que sufren, los que luchan y lloran con sus “pequeños” problemas, como el alimento, la electricidad, el gas y la carestía de la vida, problemas que afectan al ser humano en su parte profunda.

También recuerdo en esta época del año, el 28 de febrero precisamente, a Carlos Montemayor el señorón de la literatura y el periodismo, en su quinto aniversario luctuoso.

Y me dicen unos amigos, cercanos colaboradores que, ya en marzo, es también el quinto aniversario luctuoso de un personaje muy entrañable, especialmente para los habitantes del noroeste del estado, Don Hilario Chávez Joya, Primer Obispo de la Diócesis de Nuevo Casas Grandes.

A una Exhortación Pastoral de Don Hilario, que mis amigos han publicado como “Documento Histórico” en la reciente edición de la revista Letras de Oro –dedicada al Diputado Gustavo Martínez Aguirre y el noroeste del estado– me referiré en esta ocasión.

La “Exhortación pastoral III Aniversario de la Prelatura de Nuevo Casas Grandes, Chih.” es realmente un documento extraordinario, con la profundidad que permiten la concentración y el abrevadero de las grandes producciones de la Iglesia, aderezado por el estilo propio de Don Hilario.

La presentación indica que se trata de una “orientación” y una “exhortación pastoral” dirigida a sus diocesanos.

Como Obispo “maestro de la verdad, de la oración, principio de unidad y testigo de esperanzas” Don Hilario refiere que también le toca “discernir el paso del Señor y leer evangélicamente la historia, con todo lo que esto significa de proclamación abierta de Jesús, de denunciar las injusticias y de invitación a la conversión”.

Con motivo de la fausta celebración del tercer aniversario de la Prelatura, en 1980, Don Hilario hacía eco de “las justas y atinadas declaraciones de entonces” por parte del Episcopado Mexicano para situarse “en el marco histórico actual del proceso socio-político que impera en estos días y seguirá imperando en nuestro Estado, específicamente de nuestra Prelatura de Nuevo Casas Grandes”. Actualmente, la Diócesis de NCG comprende los municipios de Ascensión, San Buenaventura, Galeana, Janos, Zaragoza, Casas Grandes y Nuevo Casas Grandes.

Las reflexiones de Don Hilario tienen, según lo escribe, “el único propósito de llevar al ámbito de vuestras conciencias el concepto exacto de la responsabilidad plena ante un deber de cristianos y de ciudadanos, llamados en santa llamada a ser miembros de una patria terrena y temporal y de una patria celestial y eterna”.

En el primer subtítulo, “Compromiso y deber”, sostiene lo siguiente: “Comprometer la fe de los cristianos es un aspecto delicado y al mismo tiempo fuerte en la tarea pastoral de todo Obispo. Se trata de iluminar, madurar y hacer de esta sociedad en la que vivimos una realidad más fraterna y más humana”. También cuestiona y exige: “Una pretendida conversión, por ejemplo, que no abarque al hombre en su totalidad -persona y sociedad- y que no se traduzca en la realización de nuevas estructuras, en donde las personas encuentren un modo concreto de relacionarse en justicia y amor, sería la ilusión de una mentalidad individualista que fatalmente adormecería las conciencias”.

Enseguida, Don Hilario distingue dos conceptos de política y de compromiso político. Primero, entiende la política en su sentido más amplio que mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional. Segundo: La realización concreta de esta tarea política fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías.

Don Hilario es enfático cuando sustenta que “ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de la iglesia, puede arrogarse la presentación de todos los fieles, ya que su programa concreto no podrá tener nunca valor absoluto para todos” como sostenía Juan Pablo II.

Entonces, la política partidista “es el campo propio de los laicos. Corresponde a su condición laical el constituir u organizar partidos políticos, con ideologías y estrategia adecuada para alcanzar sus legítimos fines.

“El laico encuentra en la enseñanza social de la iglesia los criterios adecuados, a la luz de la visión cristiana del hombre. Por su parte, la jerarquía le otorgará su solidaridad, favoreciendo su formación y su vida espiritual y estimulándolo en su creatividad para que busque opciones cada vez más conformes con el bien común y las necesidades de los más débiles”.

En esa lógica, los Pastores “se despojarán de toda ideología político-partidista que pueda condicionar sus criterios y actitudes. Tendrán, sí, libertad para evangelizar lo político como Cristo, desde un Evangelio sin partidismos ni ideologizaciones. El Evangelio de Cristo no habría tenido tanto impacto en la historia, si Él no lo hubiese proclamado como un mensaje religioso”.

Parte de su argumentación la centra Don Hilario en el apartado “Fe e ideologías” donde afirma que “el creyente no puede esperar de ninguna ideología todo lo que se requiere para realizar el cambio de la injusticia y la opresión a la justicia y fraternidad libertadoras” y, posteriormente, define su mensaje pastoral.

Sin embargo, discute otros aspectos profundos como “Fe y vida” o “La fe y lucha de clases” para afirmar que “los enfrentamientos que se hacen en la caridad, son capaces de producir la unidad. La caridad busca el bien del otro por encima del propio bien: prefiere la liberación interna y la salvación del otro por encima de la propia opinión, del propio bien económico y del propio poder político. Este enfrentamiento cristiano es radical y sus objetivos son más realistas que los de la lucha de clases. En efecto, los enfrentamientos en la caridad, mediante el uso de medios no violentos, se proponen la realización de la justicia y el cambio de las relaciones sociales, pero no dentro del marco estrecho del solo bien propio, sino tomando en cuenta también el de los opositores”.

Igualmente debate asuntos como “Evangelio y Socialismo” y más concretamente “El Marxismo”.

En su papel de Pastor destaca luego la “Importancia, necesidad y nobleza de la acción política” donde llega a sostener que un “cambio de estructuras que no signifique renovación de personas y de grupos, se convierte en una nueva forma de opresión y lesiona la dignidad de las personas”.

Por tanto: “La acción política en sentido estricto, contrariamente a nuestra práctica, tiene que ser realizada por todos.

No son las ambiciones de unos cuantos ni tampoco las muy buenas intenciones de unos pocos, las únicas fuerzas que deban participar para decidir el derrotero de una nación. El desarrollo de una sociedad sana no está solamente en el desenvolvimiento de las minorías sino en el crecer armónico de las personas y de las instituciones.

“El cambio hacia una nueva sociedad, por tanto, exige que todo el pueblo participe en las decisiones políticas y que éstas sean respetadas, de tal manera que ni se mantenga una situación viciada, ni, por la ausencia de los ciudadanos, se caiga en una nueva esclavitud”.

En “Iglesia y Política” define las características que a su juicio y el de la Iglesia deben predominar.

Aunque todos son interesantes y profundos, llamó poderosamente mi atención el apartado que Don Hilario titula “La violencia política”:

“La tortura física y sicológica, los secuestros, la persecución de disidentes políticos o de sospechosos y la exclusión de la vida pública por causa de las ideas, son siempre condenables.

“Si dichos crímenes son realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes los practican, independientemente de las razones aducidas.

“Con igual decisión la Iglesia rechaza la violencia terrorista y guerrillera, cruel e incontrolable cuando se desata. De ningún modo se justifica el crimen como camino de liberación. La violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y esclavitud, de ordinario más graves que aquellas de las que se pretende liberar. Pero, sobre todo, es un atentado contra la vida que sólo depende del Creador. Débase recalcar también que cuando una ideología apela a la violencia, reconoce con ello su propia insuficiencia y debilidad.

“Nuestra responsabilidad de cristianos es promover de todas formas los medios no violentos para restablecer la justicia en las relaciones socio-políticas y económicas, según la enseñanza del Concilio que vale tanto para la vida nacional como para la vida internacional: No podemos dejar de alabar a aquellos que, renunciando a los medios de defensa que, por otra parte, están al alcance incluso de los más débiles, con tal de que esto sea posible sin lesión de los derechos y obligaciones de otros y de la sociedad”.

La edición de letras de oro cierra de pronto con “El sacerdote y la política” y deja con ganas de seguir leyendo.

Espero que nuestros amigos de la revista puedan concretar la idea, el proyecto, la iniciativa de la Directora, Sonia Edith Bencomo Madrid, y pronto veamos en forma de libro las cartas pastorales de Don Hilario Chávez Joya.

También los invito que sigamos impulsando las letras y el recuerdo del gran intelectual chihuahuense Carlos Montemayor.

Igualmente, tengo la esperanza de que el martirio, el sacrificio de Alberto Almeida, rinda frutos de justicia y libertad. Que su conciencia, su rebeldía, sus denuncias y sus luchas tengan multiplicados seguidores y esforzados continuadores. Que su muerte no quede impune y que su sangre, como la de tantos héroes caídos, riegue y fortalezca las luchas libertarias de nuestro pueblo.

Hago votos para que febrero, en fin, no sea un mes tan triste y tan desgraciado y sea, en cambio, esperanzador.

Y, bueno, aquí sigo yo en estos días con mi dolor, con mi tristeza, pero también con el recuerdo permanente, con la memoria infinita, con la presencia y la esencia de Elisa, mi Amada Inmortal, la eterna compañera de mi vida. ¡Hasta siempre!