Opinión

El abstencionismo

  • Por José Oswaldo
El abstencionismo

Por Oscar Díaz Saucedo

El próximo domingo arrancan las campañas políticas. Ese día los ciudadanos vamos a ver a los partidos políticos y a sus candidatos dándonos a conocer su propuesta y su mejor cara. Ellos de antemano saben que las elecciones intermedias son elecciones de baja participación donde lo común es que gane el partido que tenga mejor estructura y que tenga su maquinaria electoral bien aceitada. El abstencionismo se enseñorea en nuestro país y en ese escenario los únicos que pierden son los ciudadanos y la clase política es la que gana. 

El problema de México y la abstención no es nuevo. Mucho se ha escrito sobre él y mucho se ha analizado para no llegar a ninguna conclusión contundente, más que aquellas que hablan de la corrupción, la inseguridad y la crisis económica, política y social como posibles causas de la abstención, pero que de manera velada responsabilizan al ciudadano de su apatía y le cargan toda la culpa de su falta de interés por la política. Los que defienden esta tesis olvidan mencionar que los partidos políticos de oposición han fallado a la hora de comunicar de manera efectiva la importancia y necesidad de los contrapesos en el gobierno y omiten mencionar que el Gobierno se ha dedicado a simular que le interesa la participación ciudadana, antes que efectivamente incentivarla.

No creo que los ciudadanos sean los únicos responsables de su desencanto y, contrario a la opinión generalizada, considero que la abstención no debe ser vista como causa de los malos gobiernos o como causa de una pésima clase política, por el contrario, la abstención debe ser vista como consecuencia de los malos gobiernos y consecuencia de una pésima clase política que ha visto como la poca o nula participación le permite servirse del país antes que servir al país y como le permite representar  los intereses de grupos y beneficiarse, antes que representar y beneficiar el interés ciudadano.

Desde esta perspectiva es más fácil entender el desencanto de los ciudadanos por la política, ya que padecen un gobierno y una clase política más preocupados de su propio beneficio, antes que del de sus gobernados o sus representados, y que si bien es cierto en la teoría son distintos (opositores y Gobierno), en la práctica resultan muy parecidos. No hay ganas de participar porque no hay opciones  distintas, y de entre las que hay, lo mismo da que ganen unos u otros pues no se aprecia una gran diferencia con los cambios de partidos en el Gobierno. La tan mencionada alternancia.

Ahora bien, hay que decir que la baja participación únicamente favorece a aquellos que están cómodos con el estado actual de las cosas. Es falso que el voto nulo impacte de alguna manera o que la abstención ofenda a los políticos y sirva para cambiar las cosas, si así fuera, nuestro país sería otro y Chihuahua estaría en una condición distinta. Quienes  promueven el abstencionismo lo hacen por ingenuidad o por dolo: Ingenuos los que no se dan cuenta que nada hemos conseguido en tanto tiempo que tenemos dejando de votar; por dolo aquellos que lo promueven a sabiendas de que en este escenario sus estructuras les dan los votos suficientes para ganar.

Los ciudadanos tenemos que entender que la única manera efectiva que tenemos de manifestarnos es con nuestro voto. Entiendo que la oferta política no es la mejor en estos momentos, que no hay partido político que esté ajeno a  escándalos y que los candidatos no son atractivos para la sociedad. Entiendo que los partidos políticos de oposición han fallado y que no logran identificarse plenamente con el ciudadano o con sus causas y que el partido en el Gobierno más que promover, desalienta la participación, precisamente porque tiene bien claro que con el abstencionismo ellos ganan, sin embargo, de no salir a votar el 7 de junio próximo lo único que tendremos seguro es que las cosas continuaran exactamente igual y eso es precisamente lo que debemos evitar.

La democracia, en teoría, nos da la oportunidad de escoger, de elegir, a los mejores, aunque en un país como México, donde la democracia no termina de perfeccionarse, donde los ciudadanos no terminamos de entender nuestra fuerza frente al Gobierno y donde éste hace poco o nada por empoderarnos, sólo tenemos la oportunidad de escoger a los menos peores. Parece un chiste pero es lo que tenemos, y si queremos comenzar a cambiar nuestra realidad, hay que salir a votar y castigar con nuestro voto a aquellos que han perjudicado con su actuación en el gobierno a México. Dejar de votar sería premiarlos, porque ya está más que demostrado que cuando nos abstenemos, cuando dejamos de votar, ellos ganan.

Como habíamos mencionado, el abstencionismo es una consecuencia de los malos gobiernos y de una clase política que ha traicionado a los ciudadanos. Les beneficia y difícilmente lo combatirán. En ese escenario, los ciudadanos ya no participamos porque no vemos la diferencia entre las distintas opciones que se nos presentan en una boleta electoral, sin embargo las hay, y lo peor que podemos hacer es desaprovecharlas (lo único que hemos conseguido es que las cosas sigan exactamente igual). Saliendo a votar, quizá no con la intención de apoyar a algún partido político en específico, pero sí con la firme idea de votar en contra del partido en el Gobierno, poco a poco iremos creando una figura nueva, algo así como un voto de castigo, que nos va a permitir quitarle el poder a todo aquel que lo esté haciendo mal. Nosotros podemos lograrlo, de nosotros depende elevar el nivel de la política en México y solamente participando lo vamos a realizar.

En estas elecciones por más que queramos anular nuestro voto, pensémoslo dos veces, porque los gobiernos y los políticos, si a algo le temen, es precisamente a una sociedad informada y participativa. Este es el camino que debemos tomar.    

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