Opinión

Los convencionistas

  • Por José Oswaldo
Los convencionistas

Alaizquierda

Por Francisco Rodríguez Pérez

El asunto de la continuidad revolucionaria, al que me he referido en la colaboración anterior, tiene todavía muchas aristas por develar. Entre ellas destaca la lucha que hace cien años libraban los convencionistas y los constitucionalistas.

Estamos parados hoy en el centenario de los hechos históricos que fueron decisivos para el posterior diseño de nuestro país: Las batallas que darían el punto final a la contienda entre convencionistas y constitucionalistas, ocurrieron entre los meses de abril y junio de 1915, en Celaya y La Trinidad, Santa Ana del Conde y León, Guanajuato, donde el Ejército Constitucionalista terminaría prácticamente destruyendo a su oponente, el Ejército Convencionista.

Con apoyo de la Biblioteca Virtual Antorcha y su coordinador Omar Cortés, hagamos una breve reconstrucción de la etapa convencionista, convencidos de que aún hoy persiste esa especie de conspiración de silencio a la que me he referido en otras ocasiones que he tratado el tema.

Las diferencias, los argumentos jurídicos y políticos, las concepciones del país se resolvieron, hace cien años, por la vía militar. Ganaron los constitucionalistas, el ala derecha, los elitistas, en detrimento de los convencionistas o lo que es lo mismo la expresión opositora, el ala izquierda o populista de la Revolución; aunque fueron derrotados villistas y zapatistas dejaron al menos algunos principios justicialistas que serían recogidos en la Constitución.

Casi cien años después, los neoliberales, otra vez la reacción o la derecha en el poder paulatinamente quitaría de la Constitución aquellos principios que dieron viabilidad a lo que conocemos como Nacionalismo Revolucionario. Y sin embargo, aún con la entrega sistemática de los bienes de la nación y los recursos estratégicos a manos del gobierno y el Estado en general, algo queda de aquellos tiempos: Podrían pensar que aniquilaron al nacionalismo revolucionario y sus ansias de justicia pero hoy tenemos que decirles “…y sin embargo se mueve”.

En fin, vayamos a la historia, a ver qué aprendemos de ella, para que al menos no repitamos los errores y recuperemos, al contrario, lo bueno que se quedó en el pasado y que los “modernizadores” pretenden aniquilar bajo la falsa promesa de un futuro que nunca ha llegado… Volvamos a los convencionistas.

EL PLEITO

La insubordinación de Francisco Villa, no obstante que trajese como resultado el más importante triunfo militar de las fuerzas constitucionalistas contra el ejército de Victoriano Huerta, provocó una reacción del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista que fue la de destituir del cargo de general a Francisco Villa retirándole ipso facto el mando de tropas.

Se iniciaron, entonces, una serie de conferencias telegráficas entre Villa y Carranza en las que cada parte expuso sus razones, pero el Primer Jefe se mantuvo inamovible en su resolución y pidió a los subalternos de Villa nombrasen de entre ellos al que substituiría en el mando al depuesto general.

Ello generó, sin embargo, una insubordinación general de todos y cada uno de los altos mandos de la División del Norte, quienes no aceptaron la destitución de Francisco Villa y junto con él, presentaron su dimisión como efectivos del Ejército Constitucionalista.

Ante aquel panorama escisionista, la propuesta del general de la División del Noreste, Pablo González, fue celebrar unas reuniones en Torreón con objeto de superar esa crisis, lo que vino a constituirse en la herramienta idónea de canalización de tales desacuerdos.

Entonces celebraron las reuniones en Torreón, de las que emergieron varios acuerdos, entre los cuales destacó el que precisaba que al triunfo de la Revolución se reuniría una Convención con la finalidad de formular el programa de gobierno del movimiento triunfante y que debería conformarse por delegados nombrados por los diferentes jefes de armas del ejército triunfante.

LA CONVENCIÓN

El triunfal avance del Ejército Constitucionalista concluirá en agosto de 1914 con la firma de los Tratados de Teoloyucan, en los que se establecieron las bases de la transmisión del poder por parte del derrotado régimen huertista, precisándose la disolución del Ejército Federal, y su substitución por un ejército revolucionario.

Ya en la ciudad de México, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, auxiliado por los generales Álvaro Obregón y Pablo González, buscaba contrarrestar a sus dos máximos oponentes representados en las figuras de José María Maytorena, gobernador de Sonora, y el general Francisco Villa, quienes prácticamente establecieron un pacto contra Carranza.

Obregón, en labores de “corre, ve y dile”, constantemente viajó a Chihuahua y Sonora, para elaborar puentes de comunicación con lo que se denominaba “la disidencia”, encabezada por Villa quien eraaconsejado por el general Felipe Ángeles. De esos continuos viajes emergieron valiosos documentos signados por Obregón y Villa que forman parte del tesoro documental de laRevolución Mexicana.

De acuerdo con los Tratados de Torreón, y con algunos de los documentos signados por Villa y Obregón, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, convocó en la ciudad de México la realización de una Convención militar a la que acudieron únicamente representaciones de las fuerzas de su confianza; pero los convencionistas, viendo la necesidad de crear puentes de entendimiento y comunicación con sus correligionarios de la División del Norte, acordaron trasladarse a la ciudad de Aguascalientes, considerándola como un punto neutral.

LA CONVENCIÓN EN AGUASCALIENTES

Esta Convención se consideró una “reunión de hermanos”, dice Omar Cortés, puesto que villistas, maytorenistas, carrancistas y zapatistas tenían un mismo objetivo.

Una vez instalada la Convención en la ciudad de Aguascalientes, inició sus trabajos, el 10 de octubre de 1914, en el Teatro Morelos, con la presencia de la crema y nata del triunfante y escindido movimiento constitucionalista.

Los generales Obregón, Ángeles, Villarreal y Hay, entre otros, tenían, o aparentaban tener auténtica prisa por superar diferencias y encaminarse a la conformación del plan de gobierno que debiera regir al triunfante movimiento constitucionalista.

Pero la lucha de intereses, las ambiciones de poder, los odios y las envidias, aunque camuflados con excelentes y brillantes discursos, se encontraban presentes, y antes bien que disminuirse parecían agigantarse conforme transcurrían las horas, los días, las semanas...

La invitación de los convencionistas al Ejército del Sur para que participase en la Convención, más que buscar la completa representación de las fuerzas revolucionarias, constituía un intento para desbalancear el control que desde lejos, el Primer Jefe mantenía sobre la Convención.

Aquella reunión revolucionaria podía plantearse como una alternativa para intentar superar las divergencias por medios políticos, relegando las tentaciones autoritarias de recurrir a las armas, esto es, evitar la confrontación armada y generar, en cambio, un panorama propicio a una ardua, profunda y duradera lucha política interna.

Por desgracia, las cosas no sucedieron así, y no obstante que durante las sesiones que la Convención celebró en la ciudad de Aguascalientes, se contó con tiempo suficiente para estructurar pactos de no agresión que calmaran las ansias de destrucción inmediata del contrario, sentida por la mayoría de las corrientes revolucionarias ahí presentes, el ambiente se encontraba tan cargado de energías encontradas, que bastaba una mínima chispa para prender la mecha.

Con el arribo de la delegación zapatista a la Convención, se generaron condiciones que terminarían resquebrajando el frágil equilibrio que la Convención mantenía en su interior, conduciendo ello a que la representación de la División del Norte empezara a mostrar superioridad de cara a la representación propiamente constitucionalista de los partidarios de Carranza.

La unión de villistas, zapatistas y maytorenistas, la aprobación del Plan de Ayala, como baluarte programático convencionista, por encima del inservible y superado Plan de Guadalupe, amenazaban con dejar tendido en la lona al mismísimo Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

La decisión de la Convención de definirse como “Soberana”, la establecía como la institución llamada a dirigir la Revolución en un periodo preconstitucional de excepción, en el que se buscaríacrear las condiciones propicias para la puesta en práctica del programa revolucionario. Esto implicaba la suspensión de la normatividad emergida de la Constitución de 1857 y la aceptación de otra, transitoria ésta, de excepción, que emanaría de la Convención, y que en los hechos, implicaba la instauración de una dictadura revolucionaria.

Todo ello daba al traste con el criterio personalista encarnado en la figura del “Primer Jefe encargado del Poder Ejecutivo”, como acostumbraba nombrarse Venustiano Carranza, habida cuenta de que la existencia misma de la Soberana Convención, minimizaba, en los hechos, la importancia de la tradicional división de poderes y de la supremacía del Poder Ejecutivo, en un México tendiente al presidencialismo.

Pocos, muy pocos convencionistas –advierte Cortés–se dieron cabal cuenta de lo que estaba gestándose, por la auténtica rebatiña que surgió entre los convencionistas cuando quedó nombrado el general Eulalio Gutiérrez como encargado del Poder Ejecutivo, desplazando con ello a Carranza.

Aquel nombramiento prácticamente se constituiría en la gota que derramaría el agua fuera del vaso colmado hasta el tope. Así, si la mayoría de los convencionistas se hubiera percatado de lo que se había creado, jamás el nombramiento del encargado del Poder Ejecutivo, hubiese causado la rebatiña que causó de cara al proceso que se iniciaba, ya que era por completo intrascendente. Pero no sucedió así, y aquel nombramiento evidenció la existencia, en aquel tormentoso periodo revolucionario, de dos conceptos de país que se excluían y que avizoraban la hora de los combates.

LA CONVENCIÓN EN MÉXICO Y EN CUERNAVACA

Esta etapa es subtitulada por Cortés como “Perdiendo el piso”. Veamos por qué.

En el momento en que los convencionistas de Aguascalientes deciden trasladarse a la ciudad de México para realizar ahí sus sesiones, el asunto medular estaba ya liquidado. Pues, resulta imposible ignorar que el previo acuerdo tomado por los primeros convencionistas, en la ciudad de México, pretendía llegar a unificar criterios y alejar los fantasmas de la guerra civil, por lo que este nuevo acuerdo de los convencionistas en Aguascalientes de trasladarse a México, rayaba en lo patético.

Una Convención desmembrada, moribunda, fantasmagórica; en resumidas cuentas, un auténtico cadáver era lo que regresaba a la ciudad de México, pavoneándose de un supuesto triunfo contra las aspiraciones del Primer Jefe. Pero Carranza, muy contrariamente a lo que suponían sus enemigos, había cubierto muy bien sus cartas.

Ya en México, en el poblado de Xochimilco, se realizó la simbólica reunión entre los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata. Ese encuentro, famoso por lo que representó, sirvió mucho más para el balconeo, que para asuntos prácticos. Así las cosas, rápidamente los acontecimientos involucionaron a tal grado que la confusión tendió a nublarlo todo.

En menos que canta un gallo el general Eulalio Gutiérrez nombrado por la Convención en Aguascalientes, Encargado del Poder Ejecutivo, entró en serios conflictos con el general Francisco Villa.

Ya para el 16 de enero de 1915, Gutiérrez abandonaría, junto con un grupo de incondicionales, la ciudad de México, sin haber hecho renuncia formal de su cargo. El general Roque González Garza, sería designado por los convencionistas en la ciudad de México como el nuevo encargado del Poder Ejecutivo.

Pasada la crisis provocada por la intempestiva salida del general Eulalio Gutiérrez, los convencionistas se abocaron a organizar los trabajos para determinar el programa revolucionario y la legislación extraordinaria que serviría de base para llevarlo a cabo en aquel periodo preconstitucional.

Pero ante la adversidad militar y teniéndose por insegura la ciudad de México, los convencionistas optan por cambiar de sede y se trasladan a la ciudad de Cuernavaca, en donde contarán con la protección militar del Ejército del Sur.

Una vez instalada en la ciudad de la eterna primavera, la Convención reanudaría sus labores, destacándose ahora las diferencias y enfrentamientos ideológicos entre las representaciones de la División del Norte y del Ejército del Sur. Dos conceptos harto diferentes sobre las problemáticas sociales, políticas y económicas y sobre las alternativas para superarlas, chocaban estrepitosamente.

Sin embargo, ello no fue obstáculo para que la Convención siguiese laborando en pro de sus objetivos, y sería en la sesión celebrada en Cuernavaca el 24 de febrero de 1915 cuando se pondría a discusión el Proyecto de Programa de reformas en el orden político y social que defiende la Revolución.

Compuesto de 25 puntos, este proyecto conjugaba, ciertamente, los anhelos y esperanzas que latían en los corazones de la insurgencia popular a lo ancho y largo de la República Mexicana.

Particularmente conviene resaltar lo expresado en el punto XII, en donde se precisaba: XII.- Restringir las facultades del Ejecutivo de la Nación y de los Estados, y para ello adoptar un parlamentarismo adecuado a las condiciones especiales del país.

Así, si bien en el terreno legislativo la Convención cumplía con sus funciones, en el plano militar el horizonte no se le presentaba nada halagüeño. En efecto, el ejército convencionista dependiendo en exceso de la actividad de la ya muy fraccionada División del Norte, se aprestaba a realizar combates que a la postre serían concluyentes con el Ejército Constitucionalista, y así, cuando por estrategia militar las fuerzas constitucionalistas abandonan la ciudad de México, los convencionistas radicados en Cuernavaca, acuerdan su traslado de nuevo a la ciudad de México, ilusionados porque veían en ello un auténtico triunfo...

De nuevo en la ciudad de México, las cada vez más acentuadas diferencias entre norteños y sureños, provocarían una severa crisis al interior de la Convención cuando el General Roque González Garza es prácticamente destituido a raíz de la presión ejercida por los sureños, designándose en su lugar, como nuevo Encargado del Poder Ejecutivo, al General Lagos Cházaro, quien contaba con el completo apoyo suriano.

Finalmente, sería en el terreno militar donde se definiría la suerte convencionista. Las batallas que darían el punto final a la contienda entre convencionistas y constitucionalistas, ocurrirían entre los meses de abril y junio, en Celaya y La Trinidad, Estado de Guanajuato, donde el Ejército Constitucionalista terminaría prácticamente destruyendo a su oponente, el Ejército Convencionista.

En próximos trabajos me referiré a los constitucionalistas y, posteriormente, al Congreso Constituyente, gracias al cual pudo promulgarse, en 1917, la Constitución Política de los Estados Unidos que, parchada una y otra vez, sigue vigente.

Frente a esta casi centenaria y moribunda Constitución, asaltada en estos años por los neoliberales y los pragmáticos, que han impuesto diversas contrarreformas en puntos torales de la nación, especialmente en los recursos estratégicos para el desarrollo, puede iniciarse el movimiento que conduzca al Nuevo Congreso General, al Nuevo Constituyente, a la Nueva Constitución. ¡Hasta siempre!