Opinión

Cristopher Márquez… el dolor y la advertencia

  • Por José Oswaldo
Cristopher Márquez… el dolor y la advertencia

Por Carlos Jaramillo Vela

El reciente y cruel asesinato del niño de seis años de edad, Cristopher Márquez, victimado por otras y otros menores de edad con edades de entre 12 y 15 años -quienes supuestamente simulaban ser sus secuestradores-, ha levantado indignación y aflicción en todos sectores sociales del estado de Chihuahua, además de recorrer los medios informativos de México y el mundo.  El triste acontecimiento, en el que se ha podido constatar la saña y perversidad con la que los niños son capaces de actuar desde temprana edad, cuando en sus cortas vidas han sido sometidos a los peores ejemplos, ha vuelto a colocar en la discusión pública los temas relativos a la familia, el derecho y la sociedad.

Así, funcionarios, líderes religiosos, periodistas, maestros, padres de familia y la opinión pública general, han coincidido en condenar no solo la reprobable acción de los menores homicidas, sino la desintegración familiar y la descomposición social que subyacen como fondo del crimen mencionado, y explican una parte de la seria problemática que hoy enfrentamos como sociedad. Ha sido tan fuerte el impacto psicosocial de la ejecución del niño Cristopher, que de nuevo en los ámbitos público, privado y social se comienza a hablar de la multiplicidad de factores causantes de los graves daños al tejido social, tales como las actitudes y comportamientos de agresividad y desprecio por la vida y los derechos de los demás, que hoy se ven cada vez con mayor frecuencia e intensidad en un considerable número de personas, incluso desde temprana edad.

Se ha mencionado, y no solo ahora sino desde tiempo atrás, que el alto grado de disfuncionalidad y violencia familiar existentes, así como las numerosas familias monoparentales en las que la madre indefectiblemente debe hacerse cargo del sostenimiento, formación y educación de los hijos, figuran entre los factores causantes de la rampante escalada de descomposición social y delincuencia que hoy nos acecha, pues el relativo abandono o descuido en el que muchos menores se hallan, al encontrarse en condiciones de vagar en forma libertina por las calles fuera de sus horarios escolares, ante la imposibilidad material de ser controlados y disciplinados por sus progenitoras mientras estas desarrollan sus jornadas de trabajo, constituye la puerta de entrada a las malas influencias, perversión moral y desviaciones de conducta, y son el fundamento lógico que permite explicar cómo, cuándo y por qué se gestan las circunstancias que desembocan en hechos como el espantoso crimen del infante Cristopher Márquez.

También se ha hablado, en la actual y en anteriores ocasiones, de la evidente necesidad de efectuar reformas legales destinadas a disminuir la edad de imputabilidad penal, a fin de que se castigue con mayor severidad a los menores involucrados en la comisión de hechos delictivos de alto impacto social. Otro de los asuntos que el homicidio de Cristopher ha hecho regresar al debate colectivo es el reconocimiento de la corresponsabilidad que a todos los actores sociales nos atañe, para contribuir mediante acciones encaminadas al fomento del sano desarrollo de las personas y la sociedad, así como a la preservación de las condiciones de paz, orden y armonía imprescindibles para la adecuada convivencia individual y colectiva.

Es innegable que este tema, en el que además ha sido retomada la exhortación a la práctica de los principios y valores –respeto, amor, responsabilidad, justicia, legalidad, tolerancia, honestidad, solidaridad, etc.-, nos concierne a todos, pues padres de familia, abuelos, tíos, hermanos, alumnos, maestros y escuelas de todos los niveles educativos, ministros de culto, organizaciones de la sociedad civil, colegios de profesionistas, medios de comunicación y dependencias gubernamentales, tenemos el deber de desplegar, desde nuestros respectivos ámbitos de responsabilidad personal, familiar, social e institucional, todas las acciones que de manera ética, moral, racional y legal nos estén permitidas, para salvaguardar la integridad de la sociedad. La tortura e inmolación del niño Cristopher Márquez nos ha provocado profundo dolor, advirtiéndonos, además del sufrimiento y la consternación que su atentado personal nos causa, el serio riesgo en el que se halla la familia colectiva que todos conformamos.     

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