Opinión

Reforma columpio

  • Por José Oswaldo
Reforma columpio

Por Luis Villegas Montes

“¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó”.

Gabriel García Márquez.

“El Amor en los Tiempos del Cólera”.

La reforma político-electoral en marcha en el Estado de Chihuahua es una reforma que podríamos llamar “Reforma Columpio”, porque viene y va. Llena de encuentros y desencuentros, más de los segundos que de los primeros, la reforma nos sitúa, de nuevo, en el filo de la incertidumbre o, por lo menos a nosotros los espectadores, de la butaca.

Antes de proseguir, es necesario recordar dónde estábamos semanas atrás: Debatiendo la posibilidad de una Gubernatura de dos años (mal llamada “minigubernatura”) y la modificación al Código Civil para reformular el concepto de matrimonio y permitir la unión de parejas homosexuales (no más falta que los ministros de la Corte nos obliguen a echar porras y a hacer la “Ola”).

Al margen de que tan de acuerdo esté uno con una u otra propuesta, el asunto es que estaba anticipándose gratuita e innecesariamente la contienda electoral, pues le iban a dar a la oposición -léase Acción Nacional-, la posibilidad de salir a la calle a congraciarse con la población, o con buena parte de ella, con dos temas particularmente sensibles para el colectivo: La familia y el gasto exorbitante en campañas electorales. De haber prosperado cualquiera de ambas propuestas (o las dos), le habrían servido al PAN en bandeja de plata el pretexto necesario para salir, papelito en mano, a pedir a la ciudadanía su voto para pronunciarse en contra de la respectiva reforma en un referéndum derogatorio a celebrarse en fecha ulterior. No se hizo, no prosperaron las iniciativas y el tema quedó, como luego se dice, en “agua de borrajas”.

No falta quien afirme que ocurrió de ese modo precisamente para impedir la movilización anticipada de los panistas y “abrir” un frente político meses antes de lo deseable.

Eso parecía tener sentido hasta hace unos días, cuando entre dimes y diretes, a gritos y sombrerazos, se aprobó la reforma político-electoral a que me refería al inicio de estos párrafos. Al margen, otra vez, de que tan de acuerdo se pueda estar con ella, por lo menos uno de los temas causa un escozor de singular relevancia popular: El incremento de 33 a 36 diputados en el Congreso local. Si la pretensión era “desarmar” a los panistas y dejarlos en la indigencia para armar mitote, esta medida no fue la más afortunada porque, otra vez, se les deja la vía expedita para impulsar un referéndum derogatorio y no solo eso, sino también y además, combatirla a través de la acción de inconstitucionalidad.

Que prosperen estas acciones, ese ya es otro cantar; pero de que se dejan las puertas abiertas para armar relajo, entrarle con gusto a la chirinola e ir de casa en casa (como nuevos Diógenes) a consultar al pueblo de Chihuahua papelito en mano, se dejan.

Es decir, la tremolina se va armar a quiérase y no; y los cocolazos (de los que el agarrón del lunes pasado fue apenas una “entradita”) van a estar a la orden del día de aquí a junio del 2016.

Lo destacable son dos cosas:

Primero, que por falta de acuerdo, van a ser los tribunales federales o locales los que pongan fin al litigio y los que permitan que a los chihuahuenses nos vuelva el alma al cuerpo en este asunto.

En segundo lugar, que solamente los débiles mentales (y morales), de dentro y fuera del PAN, pueden ver un contubernio entre este y el Gobierno. Es obvio que no hay arreglos de ningún tipo y que el hacha de guerra está desenterrada de tiempo atrás. Quien no lo quiera ver está imbécil, empeñado en recuperar “glorias pasadas” (que solo existen en sus cabecitas calenturientas) o, para variar, enfrascado en alguna candidatura de cualquier tipo. Como luego se dice: “No hay peor ciego que el que no quiere ver; ni sordo que quien no quiere oír”.

Por lo pronto, como dicen que dijo el César (Julio César, no mi compadre ni el Gobernador): “Alea jacta est”. La suerte está echada y a ver de a cómo les toca o de qué cuero salen más correas. Solo espero que con ese ir y venir del carajo, no quedemos los chihuahuenses… columpinados.

Si algún lector avisado repara en el hecho de que este escrito está plagado de lugares comunes y frases hechas, le diré que sí; pero la idea es poderse dar uno sus gustos de cuando en cuando; si no, ¿para qué escribir?

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