Juárez

Tres días después

  • Por Editor Turnoc

Juárez.- Una hilera de veladoras, una quesadilla y un vaso de caldo de camarón, se encuentran como ofrenda mortuoria en la entrada del Rapiditos Bip Bip de las calles Hiedra y Cárcamo.

En ese lugar murieron María del Refugio Gómez Ramírez, de 54 años de edad, y Saira Janeth de Santiago Castro, de 18 años.

Su muerte no está del todo esclarecida: o fueron quemadas vivas por los delincuentes terroristas, o se asfixiaron por el humo del incendio y no lograron salir a la calle.

No existe una versión oficial que defina ese tema.

María del Refugio, empleada de la tienda de conveniencia, entrevistaba a Saira, joven embarazada que fue a pedir trabajo.

Ninguna pudo salir con vida el jueves pasado en la ola de terror que atacó esta frontera y de la cual la ciudad no puede aún recuperarse.

La fachada del Rapiditos muestra aún su cara requemada por las llamas; los vidrios quebrados y esparcidos por el piso siguen ahí, con su mortuoria presencia.

Nadie habla.

La gente camina por la calle Hiedra con un silencio asombroso, como si estuviera en la fila de un funeral o caminara adentro de un panteón en día de muertos.

Hay un aspecto lúgubre en la colonia Infonavit Juárez Nuevo, como si el miedo hubiera tendido una cobija sobre el cielo y hubiera también tapado el sol.

A unas cuadras de ahí, en la colonia Ampliación Aeropuerto, en una casita de Infonavit, la escena del jueves también se quedó grabada en la memoria colectiva fronteriza.

Es el sitio en donde fueron detenidos seis Mexicles, cuyo proceso judicial dio inicio este domingo, los hoyos de los balazos arriba de las ventanas permanecen como mudos testigos.

De ahí dispararon a los policías municipales que lograron la detención, los cuales eran dirigidos por el Secretario de Seguridad Pública, César Omar Muñoz.

El Secretario usó su Ram blindada para tumbar el barandal de la casita y atorar a los Mexicles que se refugiaban en el lugar.

Decenas de balas dejaron su marca sobre la pared de la fachada.

La casita está ubicada a espaldas del Conalep, en una calle estrecha, cuya hilera de pequeñas viviendas se alarga hasta perderse de vista.

La tercera escena se halla ubicada sobre la Avenida Ejército Nacional y Rancho Mezteño, frente a Pradera Dorada.

De la masacre de cuatro empleados de Mega Radio el jueves, queda ahora solo la clásica tira de plástico utilizada en aquel momento para acordonar la zona.

Pero ahora está tirada sobre un charco de agua.

En ese lugar fueron ejecutados, por el simple hecho de estar ahí después de una transmisión, Alan González, Alex Arriaga, Armando Guerrero y Lino Flores.

Enfrente, en donde fueron baleados los clientes de Litle César Pïzza, una larga fila de vehículos que demandan el alimento italiano, parece no haberse dado cuenta de nada.

El negocio funciona este domingo como cualquier otro día.

Desde afuera, dispararon al interior del local e hirieron a tres personas en el estómago y otras partes del cuerpo. El video que circuló sobre el hecho fue muy explícito y resulta inútil retomar sus escenas.

José Mario Sánchez Soledad, Presidente de la Coparmex local, narró en su artículo publicado en La Verdad Juárez, el terrible episodio en que murió un inocente niño baleado en una tienda de conveniencia sobre la carretera a Nuevo Casas Grandes.

Quien desesperadamente prestó auxilio al menor, al mirarlo desangrado, narró con estas palabras el momento:

“Después de los balazos corrimos a auxiliar a los balaceados. Ahí estaban el papá y su hijo, tirados. El niño luchó por su vida, me decía que él no se quería morir, que él no se podía morir, que era un niño. Me sorprendió la frialdad de los policías y el seguimiento de protocolos que no les permite tocar a los heridos o prestarles primeros auxilios hasta que llegaran los paramédicos. Al niño se le iba la vida, no aguanté, lo tome entre mis brazos lo subí a mi vehículo y me lo lleve al hospital. El niño se iba muriendo y luchaba por su vida. Llegamos al hospital y tristemente no resistió. Llevaba varios balazos, dos en el abdomen”.

Así están las cosas a tres días de los terroristas sucesos que sacudieron a Ciudad Juárez el 11 de agosto de 2022.

Esos actos dejaron una grieta que surca toda la ciudad, de norte a sur y de oriente a poniente, como una larguísima y profunda zanja que zigzaguea por calles y colonias como una herida abierta en el territorio fronterizo.

Es la herida de la injusticia y el dolor, causados por la inseguridad que golpea y devasta gobiernos y sistemas sin aparente solución. Es la imagen de una ciudad tomada por la delincuencia, con el control en sus manos y el dominio de los políticos temerosos siempre de un nuevo ataque.

Tres días después, así están las cosas.