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La vía corta delicias a ojinaga

  • Por editorap3

LA VÍA CORTA DELICIAS A OJINAGA.

Al ver la magnífica personificación de la maestra Gloria Arellano de Cervantes, a la fecha única alcaldesa de Delicias, en el bien organizado show del Día de Finados, me vino al recuerdo un acontecimiento, hoy mutado al apartado de las anècdotas, de cuando ejerció el poder público local.

El Secretario Municipal era el ingeniero Adolfo Ditrich y el Particular el Guero Rico, el primero un formidable memorista y eficiente funcionario público, entre otras muchas prendas. El segundo, un simpático y sangre liviana abogado, muy ocurrente y alma de todas las fiesta, hoy retirado de las vagancias terrenales.
 
Un buen día, como decían los cuentos de antes, a la jefa se le ofreció ir a Ojinaga a un asunto de carácter oficial. 
Según yo, o no sabía manejar o manejaba muy poco. Las veces que se le veía en auto era haciéndola de copiloto a bordo del guayín de su marido, el recordado profesor, declamador y sensible ciudadano don Filemón Cervantes. 

Ante la necesidad del viaje y en vista de las limitaciones para conducir de la Alcaldesa, quien había llegado al cargo cuando el licenciado Oscar Villalobos Chávez, del que fue suplente en la elección, pidió licencia para irse a la Cámara Baja del Congreso de la Unión  a ocupar la curul que acababa de dejar por fallecimiento el diputado federal camarguense Arturo Armendáriz Delgado, el ingeniero Dittrich le dijo al Güero que la hiciera de chofer. 

Y allá van raudos y veloces hacia la calurosa frontera.

Al estacionarse frente a la Presidencia Municipal del lugar de su destino, la maestra Gloria se bajó y, como igual que su esposo, era romántica y dada a la poesía y la ensoñación, se deleitó un rato admirando la frondosa plaza. "Cómo ha crecido Ojinaga, Guero, y qué pronto llegamos. Antes se hacían muchas más horas. Cuánto movimiento, qué progresista.Hacia allá queda el puente y pasando está  Presidio.
No me acordaba de ese camellón tan arbolado que estoy viendo.
 También el clima ha cambiado. La última vez que vine hacía un calorón bárbaro.
Muchas Gracias por traerme. Es usted un excelente automovilista."

El particular, henchido de orgullo por las flores que le echaba la patrona, dio por hecho que al regreso obtendría un aumento salarial.

Pasaron al recinto y al preguntar por el lugar donde se desarrollaría la junta, les dijeron que no tenían ninguna junta programada. Mosqueado, el funcionario pidió un teléfono y le habló a Adolfo, diciéndole que la había regado. 
"Hachis”. Qué rápido llegaron. Dame cinco minutos para averiguar y vuélveme a marcar".

Otra vez solicitó el pesado aparato,de aquellos de disco. "Qué raro que te digan que no hay junta.Acabo de hablar  y me dijeron que ya está por comenzar."

"Pos aquí no hay nada. Te han de haber dado mal la fecha". 
 Dittrich, quien sabía que su subordinado era, además de simpático, medio despistado, tuvo un pálpito.
"Güero, pregunta dónde están". 
"¿Pá qué"?. 
" Tú pregunta".  

Cinco segundos después, a través de la distancia, le llegó la voz encabronada de su superior: " El que la regué fui yo, Adolfito. Me la traje a Jiménez".

Adiós al jugoso ascenso, con el consabido regaño, pues como buen memorioso, el inge era un catálago de invectivas de las más floridas y descriptivas.

Por Carlos Gallegos.