Mi Pódium

Promesa de lunes

  • Por Cynthia
Promesa de lunes

Por Osbaldo Salvador Ang .- “Con su voto, si yo gano esta elección, desaparecerán de sus vidas, de nuestras vidas, los lunes”, exclamó el candidato.

Endureció las pupilas y las quijadas simultáneamente y miró a la multitud sin mirar a nadie; la visión disparada al horizonte.

Un alarido impregnado de felicidad se dejó oír en todas las calles de la colonia Cerro de la Cruz.

La gente empezó a gritar, con toda la fuerza de sus pulmones, un “sí-sí-sí” estremecedor, que mostraba el poder ciudadano que solo produce la unidad.

Las matracas se elevaron manos en alto y tronaron de alegría. Pancartas con la fotografía fotochopeada del candidato, se elevaron hacia el cielo.

El candidato se bajó del viejo templete de madera y se encontró con la gente de la colonia.

Ellos buscaban su mirada, la sonrisa amable, apretar sus manos, tocarle los hombros, una selfie con el candidato.

-¿En serio vas a desaparecer los lunes? -le preguntó una vieja, chimuela, con una penetrante mirada, despeinada y con pantuflas.

-Sí, señora -respondió de inmediato el candidato, entre la marea de gente- si me dan su voto, no habrá más lunes.

Un viejo albañil, detrás de la anciana, con el pelo blanco y el rostro moreno, quemado por el sol, le gritó: -¿y en el trabajo nos van a descontar el día?

Se hizo un silencio profundo, apenas un instante.

El candidato, Domingo Domínguez, captó la sensibilidad de los habitantes del Cerro de la Cruz y espetó frente a todos: “eso no lo vamos a permitir; su quincena saldrá íntegra”.

Vítores de desenfrenada alegría sacudieron las calles de tierra.

Domingo sintió que una corriente de poder recorría su cuerpo y le afloraba en forma de sonrisa.

-¡Cero crudas, ya no habrá crudas, ni la hueva de los lunes! -exclamó un joven, vestido con botas vaqueras empolvadas y un sombrero mugroso.

Todos estallaron en una carcajada colectiva.

-¿Por qué quieres desaparecer los lunes? -le gritó, desde atrás, una joven mujer, empotrada en un ajustado pantalón de mezclilla.

El candidato coqueteó con ella.

-Porque los lunes ni las gallinas ponen -dijo y se rió estruendosamente.

Los habitantes del Cerro de la Cruz festejaron la respuesta.

Al día siguiente, en un periódico digital, apareció una nota con la siguiente cabeza: Ofrece candidato desaparecer los lunes.

En menos de dos horas, fue publicada la respuesta de los empresarios organizados.

“Es un demagogo Domingo Domínguez: empresarios organizados”, rezaba el título de la noticia.

El tema brincó a la radio, luego a la televisión y, al día siguiente, se mantuvo en los periódicos impresos.

La ciudad se dividió en dos bandos. Los que albergaban la esperanza de desaparecer los lunes y los que pensaban que todo era absurdo.

Un articulista del sector obrero, Luis Jornadas, escribió que la promesa alimentaba la esperanza de los trabajadores.

Sin embargo, preguntaba al candidato si los domingos serian de 48 horas, para beneficiar a los que descansaban ese día, o si, simplemente, le recortaría 24 horas a la semana.

El arzobispo miró por el rabillo de su ojo derecho a los feligreses que asistieron a misa a catedral, pues todos comentaban, a manera de susurros, que desaparecerían los lunes.

-¿Y qué va a pasar con la misa del lunes? -se preguntaron. Recordaron las confesiones y las comuniones de los lunes.

En el sermón, el arzobispo Constantino Mirabal, aventó agua bendita entre los feligreses.

-Esas cosas no son del Señor -gritó, mientras miraba a los ojos de los de adelante-, son cosas del demonio, pues Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo lo tomó para descansar.

Los católicos abrieron desmesuradamente los ojos. Sintieron claridad mental cuando las gotas del agua bendita caían sobre sus rostros y se les acabaron las dudas.

-Díganles a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus abuelos, a sus primos, a sus ahijados, a sus vecinos, que el perdón de dios es grande y que se arrepientan de haber pensado que desaparecer los lunes era algo bueno.

Todos bajaron la cabeza, apenados.

Luego, en un mensaje impregnado de ira, dijo que solicitaría la excomunión para el candidato, por herejía.

Los concurrentes se fueron hondamente impresionados por la arrolladora fuerza de las palabras del arzobispo Mirabal.

Al rato, empezó a circular, en un periódico digital, la noticia, bajo el siguiente encabezado: Pide arzobispo excomulgar a candidato por hereje.

Los abogados opinaron que entonces se debería de retirar de los calendarios el lunes de cada semana y que habría que reformar la Ley Federal del Trabajo, para adecuar las jornadas laborales.

El día de las votaciones, se formaron largas filas desde las ocho de la mañana. Miles de ciudadanos acudieron a las urnas en toda la ciudad. En el distrito del candidato Domingo Domínguez, acudió más del 90  por ciento del padrón electoral a emitir su sufragio.

Los medios esperaron durante horas para captar el momento en que Domingo metía a la urna la papeleta electoral.

“No habrá más lunes, se los prometo”, dijo el aspirante.

Sonrió y volteó a mirar las cámaras, de izquierda a derecha, lentamente, para que todos los periodistas pudieran atrapar su mejor ángulo.

Un ex bracero, de ésos que se habían ido a trabajar a los Estados Unidos en los setentas y que habían regresado a Chihuahua, se abrió paso entre la multitud.

Con paso firme, seguro, sacó del cinto una pistola calibre 22, un viejo revólver, medio oxidado, descolorido y, a medio metro de distancia, como a Colosio, le metió tres balazos en la cabeza al candidato Domingo Domínguez.

Todos vieron la escena, pero nadie intervino.

El único que no la vio venir fue el propio candidato, porque estaba encandilado, emocionado, con los flashes de las cámaras y las luces de la televisión.

Los sesos saltaron hacia arriba, después del estallido de las balas. Los ojos se le fueron hacia arriba, cuando sintió el pedazo de plomo cruzar la sien.

Se cayó lentamente. Los asistentes parecían congelados por la sorpresa. Cuando su cuerpo sonó al caer sobre la tierra, todos se acercaron a verlo tirado.

El ex bracero también miró en el piso al candidato y dijo, casi inaudible: “los lunes existen en todo el mundo, no se pueden desaparecer así como así, eso es demagogia”.

A diferencia del caso Colosio, este asesino si fue capturado. Dos cholos del Cerro de la Cruz le atraparon.

En los estertores de la muerte, convulsionado, las piernas en un ir y venir, Domingo Domínguez pudo ver por el rabillo de su ojo derecho al asesino.

Alguien subió al facebook, desde ahí mismo, la foto del candidato moribundo. Las llamadas redes sociales reprodujeron la imagen, como antes se corrían las noticias de boca en boca, y a los minutos se había incendiado la sociedad.

Asesinan a candidato por promesa de lunes, encabezó un portal digital.

La ciudad entera se condolió de la tragedia Hubo un pesar colectivo, un empequeñecerse de alma y un lloradero masivo.

La gente meneó la cabeza cuando supo que el matacuaz había sido seguidor del candidato victimado. Daba likes en el Libro de Caras a las publicaciones del candidato.

El luto duró todo el domingo, día de la elección.

El lunes, entrevistado por los periódicos locales, el Presidente del Organo Electoral, Beto Votos, con lentes oscuros, voz ronca y baja, dijo que ese mismo asumiría el suplente, porque la votación había sido unanimemente a favor de Domingo.

El suplente, Manolo Medina, rindió la protesta de ley el mismo lunes, fue a depositar una ofrenda floral en el velorio de Domingo, porque todavía no le sepultaban, y prometió trabajar sin descanso toda la semana para dar con el paradero del autor intelectual del crimen político.

Trabajaré el lunes, si es necesario, dijo, en su primera declaración ante los medios. 

Al llegar a su oficina, precisamente el lunes, ordenó a su asistente indagar cuándo salía su primer cheque.