Opinión

El monje, el mezquite y las brujas

  • Por Editor Turnoc

Por Carlos Gallegos. - El cactus es un monje que levanta los brazos y dice sus dolores y desgracias. Es un anacoreta estático, insolado y solitario: Alfredo Espinosa.

El mezquite crece en el semi desierto sin pedir permiso, y en un acto de generosidad entrega su sombra escueta y su magro fruto: Jesús Gardea.

Las brujas, esas yerbas enloquecidas, ruedan y ruedan buscando un repecho en el semi redondel de la avenida agricultura: Manuel Talavera Trejo.

Estos tres poetas del desierto compendian con su hermosa prosa el principio de los tiempos.

El viajero, que de tan lejos ha llegado a fundar un mundo, encuentra consuelo a su soledad en una noche obscura, al escuchar el aullido del coyote que le canta a la luna amarilla y lejana en la alto del cielo tintilante.

Dormirá contento de cara al firmamento, confiado en la promesa intangible de un nuevo sol reflejado en cualquier barda de adobe.

El valle, verde en primavera, pardo en el verano ardiente, ocre oro en el otoño, blanco en los largos inviernos. Las cuatro estaciones atestiguan el nacimiento de un asentamiento humano en el centro sur de Chihuahua, cuyas tierras de rica entraña serán preñadas por el agua de Boquilla.

Ahí surgirá Delicias, estoica y orgullosa en los días difíciles, generosa y desprendida en la victoria de la cosecha.

Ahí los viajeros de Oaxaca y Colorado, del Distrito Federal y del Valle de Juárez, de la Laguna y Camargo, de Balleza y de la Cruz, de tantas partes, obtendrán en justicia el blasón de su nuevo gentilicio: delicienses para siempre.

Hoy, luego de 89 años, un suspiro en la eternidad, qué ocasión tan propia para darle muchas gracias al Dios de todos de que nos permita el goce de que el eje del orbe se haya ajustado, recuperando su eterno giro, luego de dos años de la normalidad perdida.

Aquellos ingenieros y dibujantes de la Comisión Nacional de irrigación al mando de Carlos Blake, trazaron calles y avenidas.

Pedro Esmeralda aceleró su máquina abre brechas y sobre los gatuños avanzó delineando la calle Central.

Las mujeres fundadoras vivieron el alba del pueblo nuevo acarreando el agua para el gasto diario desde Meoqui y Rosales.

El tren iba y venía trayendo nuevos pobladores, sin más garantía de éxito que su fe invencible.

La familia Bunsow Wilson dejó la comodidad de El Paso, Texas, para venir a edificar su Hotel del Norte, que a través de sus viejos muros ha atestiguado la historia de Delicias desde su inicio hasta hoy día.

Ahí lo tenemos, desafiando el paso de tantos abriles.

Los días de gran sol pasaban sobre aquel caserío que al lento avance del trabajo manual, del hacha para el desmonte, de la pala, del azadón, del cansino rodar de aquellos tractores llantas de fierro, del relumbre del agua asolada en las acequias, de los días sin luz en que el desánimo ante la sequía y las plagas hacía flaquear el espíritu más templado, en el que el desengaño ante el tacaño precio de la tonelada de trigo, de maíz, luego de las pacas de algodón, de las rejas de uva, formaban el ciclo de alegrías y tristezas que es la vida del agricultor.

Antes de que terminara el año ya teníamos cine, el Alcázar, que era cine y foro para teatro, para la presentación de artistas de talla nacional, era lugar para el baile y la reunión social, era desahogo y descanso luego de la agobiante tarea diaria de hacer que frutaran las parcelas.

Cuatro años después de aquel 1o de abril de 1933, ya estaba aquí el Club Rotario, inaugurando una costumbre tan deliciense, la de la filantropía social, la de sumarse a la autoridad en procura del progreso comunitario.

Cuando no llovía ni valía la cosecha, cuando los precios y los impuestos hacían fracasar el esfuerzo de un año, de una larga temporada bajo el sol achicharrante, ladeados por el aironazo, velando en el riego nocturno, aparecía la magia, la iniciativa, el emprendedurismo que ha caracterizado al deliciense, que frente a los avatares y desengaños ha guardado lo mejor de sí mismo reinventándose, viendo hacia adelante, echando el resto, jugando el albur del todo o nada.

Es así que de pronto ya los vinos procesados aquí, con uva deliciense, estaban en los mercados del Estado, del país, y hasta Centro América llegaban.

Es así que de pronto y tan lejos de los bosques, nuestra industria mueblera era la tercera o la cuarta de la República.

Es así que brota, crece y se multiplica la industria láctea, la gran cuenca lechera que emplea, reparte y comparte.

Es así que la oferta educativa da el salto de las academias comerciales a las secundarias, a las prepas, a las universidades, a los tecnológicos, a la ciencia y la investigación.

Es así que de las enfermeras parteras, de los doctores itinerantes, de los modestos hospitales y clínicas de barrio, el sector salud también abrió el tranco y sin alcanzar lo ideal, mejoró notablemente su servicio.

Las maquiladoras, los incipientes parques industriales, el moderno comercio, la pujanza del cultivo de la nuez y sus derivados, el ahorro del agua a base de la tecnificación, dibujan un presente y un futuro menos duro del que vivieron las pioneras y los pioneros.

El trabajo en el campo, las largas caminatas a falta de los autos, el uso obligatorio de las bicicletas, quizá el cruce de genes de aquí y de allá, algo en particular tocó a los delicienses, dotándolos de notables facultades para el deporte.

El viejo Orta sembró la semilla y Memo Espinosa, José Luis Granados, Calalo Estrada, Gilberto Morales, Ramiro Celis, Macario Guillén, Rogelio Valles, Salvador Guevara, Manotas Márquez, Marcos Baeza, Chato Meléndez, Hugo Robles, Eva Oronoz, la Flecha Zaragoza,  Raúl Delgado Modesto, Ileana Regalado, Marina Torres, María Magdalena Vázquez, el Torero Gómez, Armando Muñiz, el Matador Chávez, Cristian Ríos, Adriana González, Jessica Fernanda Jurado, Rolando Trillo, son botones de muestra de nuestro gran bagaje deportivo.

Como seguramente dijeron los fundadores al ver el campo yermo al que arribaron: todo por hacer. Así decimos los delicienses de hoy de cara a lo que viene: todo por hacer para ver y vivir en Delicias.

¡Feliz cumple, Delicias!