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Alfredo

  • Por José Oswaldo
Alfredo

Por León Reyes Castro

Por ahí leí, no sé dónde, que la vida es una constante cadena de pérdidas, pierdes la comodidad del útero, el cordón umbilical, los pechos de tu madre, los dientes, la seguridad de tu casa para ir a la escuela, tus primeros amigos, las escuelas a las que asistirás en tu vida, cada una de las casas donde viviste, tu primer amor y los que siguen, poco a poco, pierdes tu juventud, pierdes algo o a alguien, pero ganas algo o a alguien y luego lo pierdes. Así pasa la vida, hasta que pierdes tu vida, a veces sientes que una de las pérdidas te quita la vida, nunca es así, maltrecho y todo, siempre sobrevives.

Entre más vives, más pierdes y llega un momento en que poco ganas, porque ya ganaste todo lo ganable, que puedes ganar, después de ganar, muy poco, porque poco queda. Lo que puedes ganar es poco y poco lo necesitas.

Es el tiempo de renunciar.

Es el tiempo de la entrega y el desapego.

Es el tiempo de ir ligero de equipaje.

Es cuando no comprendes por qué los humanos, se aferran a tantas cosas transitorias e inexplicables como el poder, el dinero, las cosas materiales, la mentira, los juegos del poder, la traición y la lista es infinita.

Pero por más que renuncies, siempre habrá algo que quieres conservar, yo, el que quiere renunciar a todo, no lo puedo hacer con mis libros, aunque sé que la vida no me alcanzará para leerlos, ni con mi música, ni mis películas.

Pero algo que no puedes evitar perder, son las personas que quieres, hace tiempo la catrina ronda cerca y te visita frecuentemente, Miguel, David, Gabriel y hoy Alfredo.

Todos me duelen, me duelen un chingo.

Conocí a Alfredo en mis remotos 30 años, el era un chavo que andaba en los 20. Hipólito le decía el mala facha, nunca entendí por que le decían así, si frente a los chavos del grupo, era el que mejor vestía y más pulcro era, me recordaba que en las familias norteñas hay güeros color de llanta.

Alfredo, era buen conversador, metódico y efectivo en el trabajo, resolvía problemas, siempre agradable, fácilmente se relacionaba con la gente, nunca escuché opiniones negativas sobre él.

Era un buen tipo, me acompañó a muchos estados en la chamba electoral, siempre disponible y efectivo.

En esas lides conoció a Josefina con quien se matrimonió y tuvieron una hija.

De jóvenes compartimos la copa, tenía buena copa, te relajabas junto a él, era de carrera larga, pero tranquilo, nunca supe de conflicto alguno con nadie. Siempre me daba gusto verlo y platicar con él, nuestra última tarea electoral quedó en proyecto, no tuvimos tiempo de ejecutarla.

No encuentro explicación a su muerte, igual que Miguel Etzel, no había motivo para ejercer violencia contra él, de vida transparente, lejos de la violencia, honesto, dedicado a su familia.

¿Quién tenía motivos para asesinarlo a sangre fría, con todos los agravantes? Seguramente quedará en el misterio.

Nadie tiene derecho a privar de la vida a otro, menos a un buen tipo.

Chihuahua no está viviendo tiempos de calma y reflexión, ojalá y los demonios no estén sueltos.