La muerte que vino para quedarse
- Por El Criticón
Ah cómo se está muriendo gente que antes no se moría, decía el famoso filósofo de Güemes, frase recordada hoy a propósito de las celebraciones del Día de Muertos de esta semana; pero más, ante la carnicería que cada año abona miles de víctimas a la cuenta desde el sexenio de Felipe Calderón cuando se declaró la guerra al narco, particularmente en Juaritos dónde el fracaso de la actual política de los abrazos y no balazos de Lópitosh mostró ayer nuevas vertientes mezcladas de sospechas de corrupción en las filas policiacas al rebasar la cifra de mil asesinatos sin que las corporaciones presenten al menos un detenido por las docenas de crímenes de la última semana atribuidos por ellos mismos a una purga por la venta de cristal. Hasta el día último de octubre datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado documentaron 1732 homicidios dolosos en todo el el estado de Chihuahua, cifra que se disparó en los pocos días de noviembre por la violencia imparable en la frontera. En esas cifras por cierto, no sé incluyen las 40 muertes de migrantes por cuyo caso están siendo procesados por la vía penal funcionarios del Instituto Nacional de Migración, incluyendo el comisionado Francisco Garduño, y que es calificado por muchos como un crimen de Estado. La política aplicada por cada sexenio federal sin duda ha incidido en el comportamiento de las organizaciones delictivas que se disputan el gran mercado de las drogas, tráfico de personas y el secuestro de personas en movilidad. Pero siempre ha fallado, la paz no se ha recuperado aún cuando se juegue con estadísticas y se conviertan a las víctimas en números para mostrar un supuesto avance. Quizás es hora de ver las políticas que se aplican en otros países y hacer estudios y generar propuestas adaptadas a las realidades de cada región no solo de Chihuahua, sino del país. Desde antes de que México fuera azotado por la violencia, este tema era discutido por científicos, historiadores y filósofos como Michael Foucault cuyo aporte está en Vigilar y Castigar, ejerciendo el castigo como forma de recalificar a los individuos como sujetos de derecho, haciendo uso de signos que aseguren la aceptación universal y la certidumbre de que el delito es castigado. Algo que son duda no ocurre en México. la impunidad es altísima y para muestra Juaritos dónde los responsables de las miles de asesinatos no cabrían en los penales. Bernardo Kliksberg, escribió en la revista Nueva Sociedad la experiencia de los países exitosos en controlar la violencia y las estrategias utilizadas. Finlandia es uno de estos casos de éxito con solo dos homicidios por cada 100 mil habitantes y al mismo tiempo tiene la menor proporción de policías por habitante del planeta y ha logrado reducir a un mínimo los presos en las cárceles. Noruega, con una tasa de sólo 0,9 homicidios por cada 100 mil habitantes, no tiene un patrullero en cada calle, ni leyes para encarcelar a los chicos de doce años. Sin modelo policial especial, los nórdicos aplican un modelo económico, basado en una fuerte cohesión social, que ha abolido el accidente de nacimiento, al generar oportunidades universales de educación, salud y trabajo. En contraste el caso Estados Unidos, en parte un factor que influye en México donde los negocios de venta de armas.y municiones ilegales han sido muy exitosos y tienen su parte compañías estadounidenses y la poderosa Sociedad del Rifle. De todos los países desarrollados, Estados Unidos es donde se aplica más la mano dura con más entusiasmo; pero el resultado es también el que cuenta con el índice de homicidios más alto del mundo por encima de Inglaterra, Italia, Francia o Japón. En Boston, en Estados Unidos la operación «Cese del Fuego» algo así como el Abrazos no Balazos de Lópitosh, dio buenos resultados hace unos años. Se considera que la clave fue la construcción de una amplia coalición, liderada por el alcalde, de la que participan la policía, las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias y otras instituciones que trabajan con la población pobre. Algo que en México no se ha logrado articular. También fue muy importante la construcción de una policía de cercanía que trabaja junto con la comunidad. En Nicaragua, ubicada en Centroamérica, la región en la que se registran las tasas más altas de criminalidad de América Latina, tiene un índice de homicidios de ocho cada 100 mill habitantes, tres o cuatro veces menos que el de sus vecinos; pero aplicó un enfoque basado en la prevención y la rehabilitación que incluyó la construcción de una relación directa entre la policía y la comunidad, en lugar de optar por endurecimientos legales; Claro, también se abrieron oportunidades de trabajo y de desarrollo artístico y vocacional en las mismas cárceles. Entre otros programas, se crearon comités de prevención del delito entre el gobierno, los medios, el sector privado y los miembros de las maras, dirigidos a ofrecer oportunidades a quienes dejasen las pandillas. En Costa Rica también se tiene un buen ejemplo. La tasa de homicidios es de 5,4 por cada 100 mil habitantes y el número de presos es de 8 mil. Con los Ticos las políticas están orientadas a la rehabilitación. El 70% de la población carcelaria trabaja: en tareas agrícolas, abasteciendo el sistema penitenciario con alimentos o en oficios como la ebanistería. Los presos, por ejemplo, son los principales proveedores de pupitres para el Ministerio de Educación. El sistema penitenciario está obligado a dar cursos de alfabetización, escuela primaria, secundaria y universidad para los presos que lo deseen. También garantiza a los presos, respetando estrictamente sus derechos constitucionales, un sistema de telefonía pública, el derecho a la salud y el derecho a la plena información sobre lo que sucede en el país y en el mundo. Un resultado de estas prisiones, donde 99% de los presos está ocupado, es que no ha habido ningún intento de motín en los últimos 18 años. Lo criticable es el discurso político en países como México donde el resultado a sus políticas lo plantean a largo plazo y no se articulan acciones reales en la sociedad y el sistema carcelario.Bernardo Kliksberg señala que no es cierto que no haya posibles alternativas que se pueden aplicar ya y que puedan ir mejorando la situación y marcando el rumbo deseable. Cómo ejemplo pone la experiencia de las escuelas abiertas los fines de semana en Brasil, para que los jóvenes de las favelas tengan un espacio para el arte, el deporte y el aprendizaje de los oficios; las orquestas sinfónicas para jóvenes de los sectores populares en Venezuela; los programas de desarrollo barrial en Cali y Medellín que constituyen ejemplos exitosos que muestran que es posible enfrentar el tema desde enfoques abiertos, inclusivos y basados en la participación de los jóvenes. Claro que para ello es necesario confrontar a quienes piden mano dura ante el fracaso de los Abrazos, una estrategia seductora que promete soluciones rápidas y efectivas y resulta fácil de propagar a sociedades alarmadas ante el deterioro de su seguridad, pero que solo trajo más muertes a partir del Calderonismo. Cierto también que resulta imprescindible mejorar las fuerzas policiales, pero junto con ello se requiere actuar a fondo sobre las causales de la exclusión social juvenil, tender puentes hacia los excluidos y abrirles posibilidades de integración social y no solo limitarse a atribuir los cientos de crímenes a una disputa por el cristal o a pleitos entre los delincuentes, cuando son miles de jóvenes sacrificados en esa absurda violencia que no han tenido oportunidades y alternativas reales de cambiar el rumbo de sus vidas antes de terminar en un panteón. Dicen los que estudian la violencia, que en definitiva, es necesario construir otra lógica, una lógica integral, basada en la idea de inclusión social, que se apoye en lo mejor de las experiencias exitosas y que permita diferenciar entre los diversos tipos de violencia. Pero ello solo será posible en el marco de un gran pacto social entre el gobierno, la sociedad civil y las empresas socialmente responsables que permita enfrentar las causas estructurales del delito generando más oportunidades y más educación y fortaleciendo a la familia. Indispensable en una región que está experimentando cambios políticos importantes y se pregunta una transformación. Venir a conformarse con que logramos bajar un 30 por ciento o un 20 por ciento los homicidios es demagogia y es corrupción por incapacidad para cumplir con la función para la que fueron electoral por el pueblo. ¡Vaya consuelo! Ya sólo se mueren poquitos menos que antes no se morían! Con esa percepción tal parece que la muerte vino a quedarse.
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