EL ALELUYA
- Por Editor R
Por fin tiene los días contados Francisco Garduño al frente del Instituto Nacional de Migración (INM). Cuando se creía que lograría quedarse todo el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum, hoy la misma jefa del ejecutivo adelantó que estará como comisionado hasta el último día de abril. Anunció que el exgobernador poblano Sergio Salomón tomará posesión del INM el primero de mayo. La presidenta justificó que fue importante todo este proceso de transición que porque uno de los temas relevantes en la discusión con Estados Unidos fue la migración y “no queríamos que hubiera en ese momento la transición por la relación que tiene Garduño con su contraparte de Estados Unidos” y con Guatemala. Pero no fue por el mensaje de impunidad impunidad y justicia selectiva como la suspensión del proceso penal que enfrenta el llamado “pollero mayor” que mancha su gobierno, sino para cuidar la mera relación institucional que tiene México frente a sus vecinos. En otras palabras, su salida no tiene que ver con justicia, sino con prudencia diplomática”m. Porque si de justicia se tratara, Garduño debió haber dejado el cargo desde hace mucho. No por cortesía política, sino por decencia mínima. Bajo su gestión, el INM ha sido señalado por su complicidad, negligencia y corrupción, sumado a múltiples denuncias por violaciones a derechos humanos y el persistente rumor de vínculos entre funcionarios del instituto y redes del crimen organizado dedicadas al tráfico de personas. Y aun así, Garduño se mantuvo. Lo sostuvieron, lo protegieron e incluso se permitió la suspensión de su proceso penal. El mensaje fue claro: en este gobierno, la justicia también tiene sus favoritos.
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