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Hallan en derrumbe los restos de niño desaparecido hace 41 años

  • Por JR

Buenos Aires.- El 26 de julio de 1984 Diego Fernández Lima almorzó con su madre. Luego le pidió dinero para el autobús, tomó una mandarina y avisó que iba a encontrarse con un amigo. Jamás regresó. Ahora, 41 años después de su desaparición, una serie de hechos fortuitos, la tenacidad de su familia y el arduo trabajo de los investigadores permitieron dar con sus restos: estuvieron ocultos todos estos años en el patio de una vivienda del barrio de Coghlan, en la ciudad de Buenos Aires.

El hallazgo ocurrió cuando varios obreros levantaban una pared para separar la nueva construcción de un chalet contiguo. Un desplazamiento de tierra de la casa a la obra dejó al descubierto los que parecían ser restos óseos. Los albañiles dieron aviso a la Policía y, a partir de allí, comenzó una investigación que llevó a la identificación del joven, que tenía 16 años la última vez que fue visto con vida.

La incansable búsqueda

Era un jueves, recuerda hoy Javier Fernández, hermano de Diego, en entrevista con CNN. Ese día quedó grabado en su memoria, a pesar de que él tenía apenas 10 años. Todo parecía transcurrir con normalidad, hasta que se hizo de noche y su hermano no volvía a casa. “Nosotros sabíamos que siempre a las ocho teníamos que estar en casa, para cenar”. Y Diego siempre cumplía, era puntual.

Preocupados, sus padres fueron a la comisaría del barrio a reportar su desaparición. Pero el caso se registró como presunta “fuga de hogar”. Una fuente judicial le dijo a CNN que no hay constancia de que se haya hecho una búsqueda. “Ya va a venir, quédese tranquilo, se fue con alguna novia”, cuenta Javier que fue la respuesta que recibieron sus padres.

Pero sus padres sabían que no era así. Diego era un chico bueno, y no preocuparía así a su familia. Su papá, Juan Benigno Fernández, un comerciante que vendía repuestos para autos, buscó que se difundiera en los medios y consiguió que publicaran una entrevista en la revista Esto! “La Policía dice que tiene 3.000 casos iguales. Y fijesé qué absurdo: desde el primer momento lo caratularon como fuga de hogar. Yo protesté. Y, ¿saben qué me dijeron? Que así estaban impresos los formularios”, le cuenta el padre al periodista en la entrevista publicada en 1986.

Además, Benigno Fernández repartía panfletos con el rostro y los datos de Diego, recorriendo la zona en bicicleta, esperando que alguien pudiera darle información sobre el paradero de su hijo. Recibía llamadas de gente que decía haberlo visto, y sospechaba que podía haber sido víctima de alguna secta. Murió sin saber qué le había sucedido.

Su madre, ama de casa, se mantuvo aferrada a la esperanza de que Diego volviera, mientras criaba a Javier y a Marcela, sus otros dos hijos. Nunca cambió el teléfono fijo ni se mudó, pensando que, si Diego aparecía, pudiera encontrarla sin problemas.

“Ella se asomaba siempre y miraba por el balcón, por la ventana, para ver si quizás la ilusión de que un día Diego vuelva porque para ella estaba vivo”, cuenta Javier.

Lo último que se supo de él es que un conocido lo cruzó en una esquina del barrio de Villa Urquiza, a ocho cuadras de su casa. Se saludaron. Nadie supo más. Hasta el pasado 20 de mayo.

Un reloj, un llavero y la “ayuda” de Gustavo Cerati

Cuando los obreros avisaron del hallazgo a la Policía, se hizo un primer levantamiento de los restos óseos, así como de varios objetos en el lugar, le dijeron a CNN una fuente con acceso a la investigación. Entre ellos, una moneda japonesa, una ficha de casino, una corbata tejida. Pero hubo dos elementos clave: un reloj con calculadora marca Casio, fabricado en 1982, que permitió ajustar la data de muerte y un llavero flotante naranja, que llevó a un sobrino de Diego a sospechar que podría tratarse de su tío.

Si bien el hallazgo de los restos humanos en una construcción generó atención mediática al instante, la difusión fue mayor por un dato relevante para la cultura musical: en el lugar donde trabajaban los obreros había vivido, entre 2002 y 2003, Gustavo Cerati, exlíder de la banda argentina Soda Stereo, fallecido en 2014.

“Gracias a él se hizo conocido y pudimos atar cabos. Y yo, por eso, en un par de notas dije: Gracias totales, como Gustavo se despidió en ese último River. Gracias totales porque sé dónde está mi hermano y voy a estar con él, en parte gracias a Gustavo y los obreros y toda esta movida que se generó, que fue impresionante”, dice Javier.

“A mí la verdad nunca se me cruzó por la cabeza asociarlo a Diego”, dice Javier sobre lo que veía en los medios sobre el hallazgo de restos humanos durante una obra en construcción. Fue su sobrino el que siguió la cobertura y empezó a relacionar los hechos.

Mientras tanto, la Fiscalía ya había dado intervención al Equipo argentino de Antropología Forense (EAAF), una reconocida ONG que, entre otras cosas, ha ayudado a identificar los restos de desaparecidos de la última dictadura argentina.

Fueron ellos quienes comenzaron a reconstruir lo que había sucedido con Diego, antes de poder identificarlo. En total, se levantaron 151 restos óseos. Para empezar, determinaron que se trataba de un varón muy joven, que había muerto violentamente.

La descripción que el EAAF hizo llevó a la Fiscalía a concluir que el adolescente había sido asesinado de una puñalada en el tórax. Además, habían intentado desmembrarlo con una herramienta parecida a un serrucho, pero no lo lograron. Los investigadores creen que por eso lo enterraron “en una improvisada fosa de apenas 60 cm de profundidad” junto con todas sus pertenencias.

Pero la identificación total llegó cuando el sobrino de Diego convenció a todos de llevar a su abuela a dar una muestra de ADN al EAAF. Fue así como saltó la coincidencia: los restos hallados eran los de Diego Fernández.

“No podía creer o no quería creerlo”, cuenta su hermano. “Me quedé duro”.

Analía González Simonetto, coordinadora del Laboratorio de Antropología Forense del EAAF, resalta en entrevista con CNN la importancia de escuchar a las familias con seres queridos desaparecidos. Para ella, lo más importante del trabajo que realizan es “poder ayudar a las familias a darles un cierre”.

Las preguntas que siguen sin respuesta

El hallazgo de los restos de Diego es apenas una parte del cierre que busca la familia. Ahora queda resolver cómo terminó oculto tantos años en el patio de ese chalet.

Un dato ayudó en esta búsqueda: cuando el hallazgo se difundió en los medios, muchas personas se acercaron a la Fiscalía para brindar información. Y partir de entonces se conoció que el hijo de la dueña de la casa donde estaba enterrado Diego había sido compañero de escuela del adolescente, de acuerdo con un documento judicial al que tuvo acceso CNN. Se trata de Cristian Graf, hoy de 56 años, cuya familia es dueña de esa propiedad desde la década del 70.

Graf mantuvo una conversación con los obreros tras el hallazgo de los restos, lo que llevo a la Fiscalía a pedir su investigación por cargos preliminares de “encubrimiento agravado en concurso ideal con supresión de evidencia”, de acuerdo con el documento de la Fiscalía.

Según este mismo material oficial, Graf intentó persuadir a los albañiles de que los restos podían ser de sepulturas que se realizaban en la zona en el siglo XIX, cuando funcionaba allí una iglesia, o que podrían haber llegado allí por accidente cuando la familia contrató un camión de tierra antes de colocar una piscina en el jardín. El fiscal solicitó la indagatoria (primera declaración formal del investigado) para Graf y espera la respuesta del juez.

CNN contactó al abogado de Graf, Martín Díaz, para solicitar comentarios y espera respuesta. En declaraciones al canal A24 realizadas el jueves, Díaz dijo que Graf “no tenía la menor idea de que había un cuerpo enterrado en su casa” y que está dispuesto a declarar y a dar su “cooperación total”.

Mientras tanto, los Fernández al menos están más cerca de saber qué fue de Diego.

“Son 41 años sin estar con él”, dice Javier, y destaca que por fin podrán tener el cuerpo para enterrarlo y e ir a llorarlo a un lugar. “Nosotros estamos buscando primero la paz para Diego, para mi papá y poder darle un adiós a Diego definitivo, como se merece. Y después, justicia, justicia, justicia. Porque es un chico de 16 años, jugador de fútbol, que estudiaba”, dice. Y agrega: “Necesito justicia por él, para que no quede impune”.

(Información tomada de CNN)

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