Mientras viajabamos en tren apagamos los gps; javier donlucas: juarense rescatado de ucrania
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- Por editorap2
Cdmx.- Después de momentos de terror para abordar el tren que los llevaría de Kiev, la capital de Ucrania a Leópolis, los pasajeros recibieron la instrucción de apagar los gps y no tomar fotos, porque corrían el riesgo de ser detectados por los aviones rusos y que los bombardearan, recordó el juarense Javier Donlucas Pelayo, primer mexicano, junto con su esposa e hijo en llegar a Rumania para ser rescatados por el gobierno mexicano.
En entrevista con La Opción de Chihuahua en la Ciudad de México, el músico chihuahuense dijo que en toda su vida no tendrá para pagarle al presidente Andrés Manuel López Obrador y a los que hicieron posible mandar el avión de la Fuerza Aérea Mexicana para regresarlos a su patria.
“En México nos han tendido la mano muy bien, no faltan los que se quieren colgar el milagro, pero siempre muy bien, no siento que lo hayan hecho a cambio de algo, la ayuda humanitaria es invaluable, yo no podré pagarle en toda mi vida al presidente y a los que hicieron posible mandar el avión”.
“El gobierno llegó a rescatarnos, nos ayudaron, nos dieron de comer, llegando nos recibieron bien, yo decidí quedarme unos días más aquí en la Ciudad de México para dar el testimonio de lo que me había pasado y para que no vuelva a pasar, para que les den ayuda a los que se quedaron a allá por equis motivo; hubo mucha separación de familias, mujeres y niños que se vinieron solos, a veces mandaban a los niños con los abuelos y pues así pasó”.
De madre colimense y padre juarense, Javier ayudó lo más que pudo antes de salir de Ucrania, dejó pagada la renta de la escuela donde impartía clases de música a niños, para que sirva de refugio, además de pagar pasaje en el autobús para que mexicanos o gente de otros países puedan llegar a la frontera con Rumania.
Perdieron dinero y cosas materiales, pero fue más la ganancia porque están vivos; “un paso en falso y me habría costado la vida a mi o a mi familia, si le hubiera pasado algo a mi familia yo ya no hubiera querido vivir, ¿para qué?. Yo quería salvarlos y con eso me salvé yo también. Sin uno de ellos yo ya no hubiera podido vivir”.
Comentó que un mes antes de que empezara la guerra inició los trámites para el pasaporte de su hijo, se tardaron, le daban largas en la embajada de México en Ucrania.
“Yo los pedí cuando se estaban acercando a las fronteras, cuando apenas había pocas tropas rusas en la frontera y me pedían documentos que yo no tenía a la mano y tenía que irlos consiguiendo, al final lo dí como perdido, me dijeron que sacara el pasaporte de mi hijo para poder salir del país.
“Por suerte un periodista de Telemundo me contactó, me pidió que contara mi historia de trabajo, lo hice y me preguntó si iba a ir a México, le comenté que había tenido problemas con documentos que me habían pedido, que yo les había entregado todo. Puso un tuit sobre mi situación y al día siguiente me contestaron.
“Me habló el cónsul directamente a mi teléfono y me dijo ‘oye me dijeron que quieres sacar tu pasaporte, ya chequé tus documentos y todo está bien, vente cuando quieras, ya te lo podemos hacer y también la visa de tu hijo para que salgan del país y pensé que sí había servido el tuit.
Llegaron el jueves por los documentos y en la madrugada fue cuando empezaron los bombardeos; un amigo que conoció en un grupo de Whatsapp de mexicanos le tendió la mano y le ofreció su casa para que se quedara con su familia. En la embajada les dijeron que no podrían quedarse ahí, y fue lo mejor porque al día siguiente bombardearon el inmueble contiguo a la sede diplomática.
Al día siguiente decidieron ir a refugiarse al Metro de Kiev, “es muy profundo, son como 100 metros, hay 50 metros y un descansado y luego otros 50 metros para llegar al tren y ahí nos quedamos el segundo día porque estaban bombardeando, estaban cayendo bombas afuera del Metro.
“De ahí tomamos la decisión de irnos al tren a ver si salía uno más temprano, porque teníamos boletos para el tren de más tarde, pero se hizo un caos, cuando llegamos habían muchísimas personas queriendo subir a los trenes y de repente empezaron a sonar las sirenas y todos corrimos a bajar al Metro y de repente se fue la luz, porque estaban tirando bombas y la gente que estaba abajo quería salir porque pensaron que se iba a destruir y los de arriba querían bajar porque afuera estaban las bombas.
“Yo estaba como a la mitad de la primera escalera de 50 metros y nos pedían que saliéramos, hasta que les dije en ucraniano, ‘denle para abajo’, y la gente sí agarró la onda y empezaron a bajar. Son escaleras eléctricas y de repente se paralizaron, pero había gente que se aventaba por los barandajes, es como una resbaladilla.
“Después de que llegamos hasta el fondo, agarramos un tren del Metro a la siguiente estación ahí las dos familias decidimos irnos a un búnker del trabajo de mi esposa, para eso ya eran como las tres de la tarde o cuatro y en ese búnker nos quedamos toda la tarde a descansar, porque ya eran dos, tres días que no dormíamos.
Se quedaron a descansar en el búnker, pero decidieron dejar ese lugar y buscar la manera de salir de Kiev lo antes posible, no querían estar otro día, las fuerzas se les iban a ir y tenían que cuidar también la salud, dormir bien, comer bien y pensar bien.
Tenían boletos para viajar a Leópolis, por lo que decidieron ir a la estación del tren, la salida era para las 11 de la noche, pero todo era un caos por la cantidad de gente que quería salir de Kiev.
“Estábamos esperando y a la mera hora dijeron ‘el tren que va a Leópolis sale del anden número equis’ y en ese momento tuvimos que correr al anden para llegar rápido porque sabíamos que toda la gente se iba a ir a ese anden a quererse subir al tren.
“Decían que se iban a respetar los boletos, pero también se podían subir gratis hasta que se llenara, nosotros sí teníamos boletos, las dos familias corrimos y quedamos como en una segunda fila, después de que llegó el tren nos tocó suerte porque nos quedó cerca de donde se abrieron nadamos dos puertitas, salió como un policía de tren que pedía enseñáramos el boleto para poder subir y decía háganse para atrás si no, no voy a dejar entrar a nadie y nadie se hacía para atrás.
“Lo que pasa es que los hombres se habían ido a la guerra y las mujeres y niños se habían ido a los trenes, pero hay gente que va a trabajar de la India, de África, musulmanes, que van a vender cosas a otros países… ellos no tenían hueco para meterse y empujaban a las señoras ucranianas con sus niños al borde del tren, hay como unos 40 centímetros de separación entre el tren y el borde de donde te paras, entonces había gente que se caía en ese bordesito y quedaban abajo en la vía del tren, y el tren se movía y se los llevaba.
“Nos tocó suerte de estar en la segunda línea, pero había gente que sí terminaba bien mal por culpa de estos malosos, por eso cuando dijeron primero los que pagaron boletos, yo traía a mi hijo cargando, mi esposa estaba al lado mío; yo alzo la mano de que traía boleto y me dijeron que pasara y en ese momento empujaron más y mi hijo empezó a llorar porque nos estaban aplastando y se asustaron y abrieron poquito el espacio.
“Pensé que mi esposa venía atrás de mi y se había metido al vagón, pero no estaba ahí, a mi hijo que lo traía en brazos, lo tuve que poner en un rinconcito del tren y cuando vi ella estaba fuera del vagón y el vagón se empezó a mover poquito para acomodarse y le dije al policía que era mi esposa y no la dejaban, la empezaron a echar para atrás y no se cómo le hice pero estiré mi brazo y la jalé con todas mis fuerzas y la subí al tren, pero ya iba para abajo de las vías también.
“Cuando la subí empezaron a subirse como locos, pero no eran ucranianos, eran puros hombres abusivos, no había ni mujeres y no los bajaron, como a los 15 minutos que empezaron a subir llegó un policía con una ametralladora y empezó a decirles a los hombres esos que si se subían les iban a dar y se empezaron a dispersar más”.
Recordó su llegada al subterráneo: “Estábamos como a menos ocho y yo cargué a mi hijo como un kilómetro y medio para llegar donde estaba el Metro y corriendo, caminando, corriendo, caminando, mi amigo con su hija y su esposa y yo con mi niño y mi esposa y se escuchaba feo, en algunas entrevistas he dicho que para no soltarlo decía ‘Dios mío dame fuerzas’, pero muchas veces lo repetía y lo repetía para que se hiciera tiempo y llegar más rápido y si me dio fuerzas hasta ahorita no me he enfermado.
“Primero empezaban los bombardeos y luego sonaban las alarmas y si no salíamos iban a perder el tren, entonces decidimos salir, tal vez fue una mala idea, pero si no lo hacíamos íbamos a perder el tren”.
El tren que normalmente hace ocho horas de Kiev a Leópolis, tardó como 20 horas en llegar. “Nos dijeron que apagáramos el GPS y que no tomáramos fotos porque nos podrían cuadrar, si tu tomas una foto con GPS te la capturan y saben en dónde va el tren y ahí tiran la bomba.
“Cuando íbamos entrando a las ciudades o a los pueblos, el tren apagaba totalmente todas las luces y se detenía y afuera solo se escuchaba el bombardeo y así hasta que salimos de Kiev y de los pueblos cercanos y llegamos como a las 20 horas a Leópolis, ahí no habían atacado, pero en la noche sí sonaban las alarmas, pasaban aviones militares y pensamos en salir de ahí, ya era el segundo día, dormimos en Leópolis para amanecer el tercer día y de ahí decidimos irnos.
“Llegamos a mi casa, tenía un pequeño ahorro en dólares, monedas de plata y cosas que nos podían servir como dinero y conseguimos al siguiente día dos taxis piratas, pagamos como 800 dólares por que nos llevaran a Chernivsti, que es la frontera con Rumania, ahí una familia de ucranianos nos echó la mano de quedarnos en su casa, nos dio de comer y no nos cobró nada.
“Vimos las filas, para pasar por Polonia eran filas de 16, 18 horas caminando y si faltaba algún documento no dejaban pasar y te regresaban y pues también comentar que las temperaturas a veces eran a menos 14, cuando bien nos iba era a menos 6, menos ocho y con niños no se podía pasar, si ibas en carro las filas eran hasta de una semana, después bajaba si te iba bien tres o cuatro días en la fila, pero sin dormir, esto era para llegar a Polonia y a Rumania era menos y a pie como 12 horas, pero no bajaba de eso.
Javier y su familia decidieron irse por Moldavia y alguien les dijo que había una persona con una combi que cobraba en dólares, “y dije sea lo que sea, yo había ahorrado todo eso durante dos años para viajar en avión a México, pero dije no, ya con que nos saquen de Ucrania todo vale la pena para no estar en la guerra.
“De ahí tomamos esa combi que nos llevó hasta la frontera con Moldavia y nos cruzó hasta llegar a la capital de Moldavia, pero fueron 500 kilómetros de Leópolis a Kiev, luego de Kiev a Leópolis otros 500 y luego de Leópolis a Chernivtsi otros 500 y luego a la capital de Moldavia fueron como 700.
“Cuando llegamos a la capital de Moldavia, ya habíamos cruzado dos países, prácticamente de lado a lado, ahí estábamos casi fuera de peligro y de ahí estábamos tranquilos y agarramos un autobús que nos llevó a la capital de Rumania, a Bucarest y fuimos los primeros mexicanos en llegar, pero no llegamos con apoyo del gobierno ni con el autobús de la embajada, si nos esperamos a lo mejor todavía estuviéramos ahí.
“Sí había la intención de la embajada de sacarnos de Ucrania, pero de intenciones no se salvan las vidas. Hubo gente que sí se espero, pero todavía están queriendo cruzar, a lo mejor sí los sacaron de Kiev, pero cuando nosotros estábamos dijeron que nadie quería manejar el autobús”.
En Rumania estuvieron dos días porque fueron los primeros mexicanos en llegar. “El avión iba lleno y los soldados, los pilotos y los de la fuerza área nos trataron muy, muy bien, excelente, yo estoy muy agradecido con el gobierno mexicano, con los pilotos y con la fuerza aérea, con el escuadrón 502, que fue el que nos traslado.
“Antes no me caían bien los soldados, pero ahora que pasa una soldado, un militar, uno de la fuerza aérea yo le digo a mi hijo que les agradezca porque ellos nos salvaron.
“Me dan ganas de llorar alegría, porque no sabe lo que se siente que llegue alguien, que el gobierno te tome en cuenta, que lleguen por ti, te salven la vida, te traigan a México.
Javier es un músico juarense con una larga trayectoria. Se casó con su esposa ucraniana en Juárez y hace cinco años decidieron irse a vivir a Ucrania. En Ucrania ayudó todo lo que pudo y ahora lo hace desde México, tiene contacto con las maestras de su hijo, con la doctora que los atendía y con toda la gente con la que convivía en ese país.
Su plan ahora es irse a vivir a Colima, “mi mamá es de Colima, mi papá de Juárez, ya nos vamos a la playa, a Manzanillo, la felicidad esta donde uno quiere estar.
Ahora a buscar trabajo. Mi curriculum ya lo han leído, se lo mandé al presidente y a gente del estado de Chihuahua, me dicen que quieren que forme parte de su equipo, pero mi plan es otro, no busco eso.
Me dicen que hay más posibilidades en Juárez, amo esa ciudad porque ahí nací, estudié, tuve mis trabajos, pero vamos a buscar la felicidad en la playa.
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