Nuevo Casas Grandes

Madero: De la hacienda de San Diego en Casas Grandes a tomar Ciudad Juárez

  • Por Juan de Dios Olivas

NCG.- Fue en marzo de 1911 cuando las tropas insurgentes se reunieron en la Hacienda de San Diego, en Casas Grandes para reorganizarse y nombrar a Francisco I. Madero presidente provisional de México.

La hacienda propiedad del oligarca más rico y odiado de Chihuahua, don Luis Terrazas, fue el refugio que encontraron tras la derrota que sufrieron al intentar tomar la cabecera del pueblo la madrugada del 6 de marzo y ser dispersados por tropas federales que llegaron de La Estación a apoyar la guarnición de la plaza atacada.

De este lugar, Madero parte a la hacienda de Bustillos, ubicada en lo que hoy es la región de Cuauhtémoc, dónde se reúne con Francisco Villa y Pascual Orozco a quienes entrega nombramientos de mando en el ejército insurrecto, el primero de coronel y el segundo de general. También planean volver sobre Casas Grandes; pero terminan enfocando su meta en tomar Ciudad Juárez.

 

DEL EXILIO A CASAS GRANDES 

 

Meses antes de la Batalla de Casas Grandes, tras contender como candidato a la Presidencia de la República, Madero fue preso en la ciudad de San Luis Potosí y al escapar, desde Estados Unidos convocó a los mexicanos a tomar las armas contra la dictadura.

A su regresó a México para encabezar la lucha armada, lo hizo por el estado de Coahuila, pero al ver que no tuvo mucho eco, se regresó a Texas pensando que había fracasado el llamado a rebelarse sin tener conocimiento de que, en Chihuahua, Pascual Orozco, Toribio Ortega, Pancho Villa y otros líderes sociales incendiaban Chihuahua.

La noche del 13 de febrero de 1911 cruza de El Paso, Texas, a Ciudad Juárez por la zona conocida como Valle de Juárez, donde se le suman seguidores.

En Casas Grandes, la madrugada del 6 de marzo lidera el primer combate y aunque es herido y derrotado, es el último en retirarse del campo de batalla.

Con 800 hombres a caballo y a pie se lanzó contra las instalaciones militares donde se refugiaban más de 500 soldados al mando del coronel Agustín Valdez, quienes respondieron a la agresión y horas después revierte la desventaja al recibir apoyo de tropas provenientes del cuartel instalado en la antigua estación de trenes de Nuevo Casas Grandes, localidad que en ese entonces todavía no recibía el carácter de municipio.

Los refuerzos federales al mando del coronel Samuel García arribaron a las dos horas de iniciada la batalla, estaban equipados con dos morteros, no obstante, el combate se prolongó intermitentemente hasta las 5 de la tarde dejando un total de 58 muertos maderistas en el campo de batalla.

Al replegarse los insurrectos, se resguardan en la hacienda del refugio, de Jacobo Anchondo, el administrador de la hacienda de San Diego, esta última utilizada también como cuartel y en la que Madero recibe el reconocimiento como presidente provisional de México que le otorgan sus seguidores.

De ahí, se reúne en la hacienda de Bustillos con Villa y Orozco y deciden partir a Ciudad Juárez, frontera que mantienen bajo sitio por semanas, hasta que el 8 de mayo, mientras se inician las negociaciones de paz con el gobierno de Porfirio Díaz, arranca la batalla que le daría el triunfo al maderismo y expulsaría al general Díaz del país.

 

LA TOMA DE CIUDAD JUÁREZ 

 

La decisión de tomar la ciudad fue un acto de desobediencia de Villa y Orozco en los momentos en que Madero negociaba en El Paso. Texas con el Gobierno Federal una salida a la guerra.

–¿Qué piensa usted, compañero? ¿Qué debemos hacer respecto a la toma de Ciudad Juárez? Ya ve usted que el señor presidente (Francisco I. Madero) opina que no debemos atacar esa plaza, sino trasladarnos a Sonora– dijo el general Pascual Orozco al entonces coronel Francisco Villa.

—Debemos atacar la plaza– fue la respuesta tajante que dio Villa, según lo escrito en las memorias del Centauro.

Villa y Orozco acordaron enviar un piquete de soldados al mando de José Orozco a “torear” las avanzadas federales para provocarlos y obligarlos a disparar.

Y así, con un acto de desobediencia, se desencadenó la batalla que devastó la antigua Paso del Norte, destruyó sus edificios, desplazó a la población, dejó cientos de muertos y atrajo la atención mundial, pero, sobre todo, derrumbó la dictadura de Porfirio Díaz que por más de 30 años gobernó México.

Los combates iniciaron a las 10 de la mañana del 8 de mayo de 1911, tal como se planeó, con una escaramuza que provocó un tiroteo al sur de la ciudad al que paulatinamente se fueron uniendo más soldados de ambos bandos hasta volverse imparable.

Al menos, esto último era la respuesta que recibía Madero en la llamada Casa de Adobe, cada vez que exigía a sus mandos parar el fuego y privilegiar el diálogo que se tenía en ese momento en El Paso, Texas con representantes del gobierno de Díaz donde la renuncia del presidente no estaba en la mesa, pero fue puesta una vez que Juárez cayó en manos de los maderistas.

 

LA CASA DE ADOBE

 

En abril de 1911, tras meses de combates en distintas regiones del estado, el ejército que Francisco I. Madero logró reunir tras lanzar el Plan de San Luis y convocar a levantarse en armas el 20 de noviembre de 1910 en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, se dirigen a la frontera.

Después de tomar la estación de tren Bauche ubicada al sur de Ciudad Juárez, acampan al poniente de la localidad, al sur del río Bravo, frente a la Smelthing and Refining Company (Asarco).

Ahí eligen como cuartel general la casa rústica a la que llamaron “Casa de Adobe”, desde donde se organizan en brigadas que rodean la ciudad mientras sus jefes liderados por Francisco I. Madero –meses atrás candidato a la Presidencia de la República– negocian la paz y condiciones favorables a la lucha que emprendió.

 

El sitio dura semanas, tiempo en que los habitantes de El Paso y del mundo entero ven la Revolución como un espectáculo a través de los periódicos de la época, mientras el gobierno estadounidense moviliza 20 mil soldados a la región por si acaso alguna bala atravesaba la frontera.

La espera que dieron las negociaciones de paz y los ofrecimientos de Díaz generaron un letargo entre los combatientes cuya desesperación era percibida por Villa y Orozco, quienes deciden atacar la ciudad sin la autorización de Madero, el líder del movimiento armado que estaba a punto de claudicar.

“Nosotros al oír el tiroteo, e ignorantes en lo absoluto de lo que pasa, mandamos un poco de gente a ver qué está sucediendo, pero con instrucciones precisas de reforzar el fuego de los nuestros. Los federales a su vez, tendrán que enviar refuerzos a los suyos, y de esta manera se va prendiendo la mecha, hasta que ya no sea posible contener a nuestra gente que, como usted sabe, está ardiendo de entusiasmo para echarse sobre Juárez”, planteó Villa a Orozco.

“De preguntar Madero le diremos que ya no hay más remedio que organizar las fuerzas y entrar decididamente al asalto y toma de la población y encontrar la victoria o la muerte”, añadió.

Así, conforme con lo planeado, el 8 de mayo inician las escaramuzas y pronto el tiroteo invade todos los frentes donde se encontraban los federales defendiendo la ciudad.

Al llegar Villa y Orozco de El Paso a la Casa de Adobe, fingen desconocer la situación escucharon a Madero.

“¡Qué ha de pasar, hombres! Que ya unos de nuestros muchachos se están tiroteando con los federales. Vayan ustedes y retiren esa gente ¡inmediatamente!”, les ordena Madero.

Ambos mandos maderistas se dirigen a los frentes de batalla, pero lejos de ordenar replegarse, mandan reforzar el ataque sobre los 17 puntos de defensa de los federales.

El comandante de la plaza era el general Juan J. Navarro, ‘el Tigre de Cerro Prieto’, que se destacó por su crueldad.

Los puntos de defensa estaban ubicados de la siguiente manera:

 

1.-El cuartel del Quince, en las actuales calles de Manuel Acuña, Altamirano y Rayón.

 

2.-Fuerte Hidalgo, en la Escuela Técnica núm. 1, de las calles Artículo 23 y Francisco Sarabia.

 

3.-Calle Lerdo y Cerrada del Teatro.

 

4.-En las Oficinas generales de Correos, calle Mariscal y 16 de Septiembre.

 

5.-Edificio de la Cárcel, en las calles 16 de Septiembre, Mariscal, Guadalupe Victoria y Donato Guerra.

 

6.-Edificio de la Aduana, en la calle 16 de Septiembre.

 

7.-Estación del Ferrocarril.

 

8.-Misión de Guadalupe.

 

9.-Escuela No. 28, en las calles Galeana y Constitución

 

10.-Vía elevada en las calles Insurgentes y Constitución.

 

11.-Inmediaciones del mercado Juárez, para defender el acceso desde San Lorenzo.

 

12.-En la calle María Martínez y Arteaga.

 

13.-Puente del Ferrocarril Central Mexicano.

 

14.-Puente del Ferrocarril Noroeste de México.

 

15.-En la Avenida Lerdo.

 

16.-En el Viejo Molino de Montemayor, al inicio del actual viaducto Díaz Ordaz.

 

17.-Avenida Ferrocarril, frente a la plaza de toros ‘Hermanos Samaniego’.

Los rebeldes atacan en los tres días el cuartel del Quince, en las calles Manuel Acuña y Altamirano, el fuerte Hidalgo, las oficinas de Correos, en Mariscal y 16 de Septiembre, el edifico de la Ex Aduana, la cárcel, la estación de ferrocarril, la misión de Guadalupe y las trincheras que los defensores tendieron en torno a la ciudad.

Paulatinamente, las brigadas rebeldes se unen al combate para apoderarse de la plaza defendida por 750 federales.

El 9 de mayo, para evadir el fuego de las ametralladoras y cañones, los maderistas se abren paso entre las casas de adobe utilizando barras de hierro y dinamita.

Mientras unos ocupan techos y ponen fuera de combate a los tiradores de los federales, otros tumban muros y avanzan.

Ese día Francisco Villa combate con 650 hombres desde la madrugada por el sur de la ciudad a lo largo de la vía del ferrocarril.

Los rebeldes a su paso lanzan bombas de mano hechas con tubo de cobre para la conducción de gas o agua con dinamita y clavos adentro. Al anochecer la ciudad está prácticamente tomada.

Por la mañana del 10 de mayo, los federales están maltrechos y los efectos de la fatiga son evidentes. A las 3 de la tarde de ese día, el comandante de la plaza, general Juan Navarro, se rinde y entrega su espada al teniente coronel Félix Terrazas.

Luego de esos tres días, Juárez quedaba destruida, pero en el resto del país el porfirismo se derrumbaba y México entraba de lleno a una nueva era, no sin antes atravesar por un período de guerra civil.

El 21 de mayo se firman los Tratados de Ciudad Juárez en el exterior de la Aduana Fronteriza (hoy Museo de la Revolución en la Frontera) y días después, Porfirio Díaz abandona el país después de 33 años de gobierno.


 

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Fuentes: Alan Knight, La Revolución Mexicana; Pancho Villa, Fiedrich Katz; Martín González de la Vara en Breve Historia de Ciudad Juárez y su región; Francisco R. Almada y Armando B. Chávez en Visión Histórica de la Frontera Norte de México

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