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Cassius Marcellus Clay Jr, el gran Muhammad Alí

Chihuahua (Por Héctor Arriaga).- Como a muchos de mi generación la noticia, aparecida anteayer, me golpeó; había muerto el gran Muhammad Alí ex campeón mundial...
  • Por José Oswaldo
Cassius Marcellus Clay Jr, el gran Muhammad Alí

Chihuahua (Por Héctor Arriaga).- Como a muchos de mi generación la noticia, aparecida anteayer, me golpeó; había muerto el gran Muhammad Alí ex campeón mundial de boxeo y quien fuera un verdadero ícono del deporte, lo que me trajo a la memoria un recuerdo personal.

Iniciaba la década de los ochentas y era yo un joven estudiante de periodismo en la Universidad Autónoma de Nuevo León, en aquel Monterrey todavía ingenuo al que volvía luego de una ausencia de varios años.

Fuera de casa y lejos de la familia, para vivir necesitaba trabajar por lo que fui contratado como reportero novato en el entonces combativo y pujante Diario de Monterrey, hoy Milenio, que libraba una batalla feroz contra el dominante periódico Norte que en tamaño y tiraje, por decirlo en términos boxísticos, era como el enfrentamiento entre un peso completo contra un peso mosca, así de desigual era la contienda.

Bisoño en el oficio, fui destinado por el Sub director Manuel Galván a la sección deportiva cuando mi deseo era cubrir locales pero, habrá que decirlo, para ingresar a la sección local se requería experiencia y talento por ser una de las áreas más difíciles en cualquier medio, requisitos que yo no cumplía.

Éramos apenas cinco reporteros bajo el mando de Arnulfo “fufo” Quiroga, y de los cinco únicamente dos contaban con las tablas suficientes; el resto lo conformábamos Martha Santa Cruz, una talentosa revelación que en poco tiempo había dado de que hablar por sus notas exclusivas y una redacción impecable, y otra muy joven e inexperta aprendiz de la que no recuerdo el nombre además de un servidor.

En el cotidiano trajinar lo común era que el Norte, con todos los recursos económicos y humanos imaginables, nos ganara de calle en la información, pero el Diario a base de empeño comenzaba a proferir uno que otro golpe con lo que la balanza, a veces, se equilibraba.

Una mañana sin que ubique la fecha exacta, estábamos en la redacción cuando entró una llamada del público que con cierto desgano contestó una de las reporteras novatas. La que hablaba era una mujer que preguntaba cuando iba a publicarse la entrevista con Muhammad Alí.

Al principio nuestra reportera no entendió la pregunta pensando que por la fama del personaje aludido se trataba de una broma o una confusión, por lo que le pasó el auricular a nuestro jefe que la atendió con reservas pero interesado.

¿Por qué pregunta -cuestionó a su vez- sobre una entrevista a Muhammad Alí?, es que no sabemos de qué se trata y si es una broma, pierde su tiempo, le dijo. La mujer sin perder la calma le comentó que trabajaba en una tienda ubicada en la zona del “centrito”, en la adinerada colonia del Valle, y que en el parquesito de enfrente se encontraba el gran campeón Muhammad Alí boleandose los zapatos, y que como había una camioneta de El Diario parada enfrente, pensó que el periódico lo había entrevistado.

Lo que siguió fue el caos total, el jefe Arnulfo Quiroga no acertaba qué hacer ante la duda de que la información fuera falsa y sin embargo en su calidad de titular de la sección ordenó que de inmediato se localizara a Felipe Guerra el reportero de mayor experiencia para que de inmediato se trasladara al lugar, y que nosotros, los aprendices, acudiéramos como apoyo.

Dos camionetas salieron a toda prisa con los reporteros neonatos y varios fotógrafos. Al llegar grande fue la sorpresa de todos porque efectivamente, vestido de manera casual pero elegante ahí se encontraba quien iniciara su brillante carrera deportiva con el nombre de Cassius Marcellus Clay Jr.

Imponente, el hombre se veía tranquilo y sonriente mientras un bolero sorprendido del color de su piel, de su hablar incomprensible y por la enorme estatura, le lustraba los zapatos. Clay o Alí sentado se dejaba admirar por las personas que pasaban, y no dejaba de saludar a todos de manera franca y cordial.

Una reportera se le acercó y le comenzó a hacer preguntas en español, lo que provocó la risa del gigante de ébano que no entendía una sola palabra de lo que le decían. Ahí cerca la esposa, atractiva y hermosa, se paseaba a la espera, mientras un guardia de corps discreto rondaba.

En ayuda de la compañera y con conocimientos básicos de inglés temeroso me acerqué para comenzar a traducir las preguntas y respuestas, con lo que se pudo rescatar algo del intercambio.

Alí era todo un personaje, de gran carisma y dueño de una simpatía arrolladora se hacía notar donde quiera que estuviera, era de esos seres que nunca pasan desapercibidos.

Dijo entre otras cosas que estaba en Monterrey simplemente de paseo, que le gustaba la gente de México porque eran cordiales y sinceros, y que la comida le encantaba igual que sus mujeres.

Al día siguiente, orgullosos, llegamos temprano a la redacción para ver el resultado del trabajo. El Diario por supuesto le dio portada de ocho a la entrevista, y para completar el éxito, el Norte no traía una sola línea sobre la presencia del gran campeón en la ciudad.

Ese día, fuimos los mejores.

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