
La aparición de Armando Gutiérrez Rosas —ex CEO de Aras Business Group— comprando con total normalidad en un centro comercial de El Paso, Texas, es una bofetada directa a los más de ocho mil inversionistas defraudados en Chihuahua. Un ciudadano logró fotografiarlo con short beige, camisa negra y tenis deportivos, justo antes de que desapareciera nuevamente, como si se tratara de un turista cualquiera y no de un prófugo con órdenes de aprehensión por fraude y asociación delictuosa. Mientras los afectados siguen esperando justicia, el “CEO de Aras” parece moverse con tranquilidad en territorio estadounidense. El cinismo rampante de este personaje no solo es personal, sino institucional: la Fiscalía General del Estado de Chihuahua ofrece una recompensa de cinco millones de pesos por información que lleve a su captura, pero la realidad es que desde hace años se sabe que radica en Estados Unidos y nunca se ha concretado su extradición. Aras operó bajo un esquema Ponzi clásico, prometiendo altos rendimientos que se pagaban con nuevas inversiones, hasta que la pandemia lo desnudó todo. Es cierto que muchos cayeron por desconocimiento financiero y otros por pura avaricia, pero el crimen es del defraudador, no de la víctima y que Gutiérrez siga libre exhibe un sistema donde la cárcel es difícil de acceder.