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Llegar a los 76 lejos del monte

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Llegar a los 76 lejos del monte

Por: Carlos A. Pérez Ricart

Hace tiempo que las cosas no iban bien para Ismael, "El Mayo", Zambada.

Además de enfrentar las habituales escaramuzas de las fuerzas federales en su amada sierra ("El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo", le dijo Zambada a Julio Scherer), el capo había empezado a resentir los golpes de los hijos de su compadre.

Cosas de la vida: hacía no tanto los había visto juguetear en su jardín, el estado de Sinaloa, y ahora buscaban apoderarse de él. Niños ingratos.

Por último, la DEA, la inefable DEA, no se cansaba de agregarle ceros a los carteles de "Reward" colocados en todos los aeropuertos de Estados Unidos.

La última vez que miré, la agencia ofrecía 15 millones de dólares por su cabeza. Hay mejores maneras de llegar a los 76 años.

Las cosas no iban bien para Ismael Zambada, pero en adelante irán peor. Por primera vez en su vida, el capo no pasará una noche en libertad.

Al menos por un tiempo y a reserva de que logre concretar un (improbable) acuerdo de cooperación, para él no habrá monte, ni casa, ni familia, ni tierra, ni agua del monte de la que beber. Habrá, sí, lo que siempre se negó a imaginar como parte de su mundo: barrotes, cemento y frío.

Zambada es el último gran apellido de una generación de narcotraficantes que hizo mucho daño antes de desaparecer.

En la famosa entrevista con Scherer, Zambada dijo, quizás con humildad: "Si me atrapan o me matan... nada cambia". Algo de razón tenía, pero no toda. Claro: la droga seguirá fluyendo, como siempre. La conjunción de un modelo prohibitivo y millones de narices dispuestas a desafiarlo son la mejor garantía para la continuidad del negocio.

Pero no todo seguirá igual, no. Lo interesante (lo terrible) será entender los reacomodos criminales que van a ocurrir en Sinaloa y otras partes del país a partir de mañana. Donde antes mandaba el viejo zorro saldrán conejos con ganas de comerse al mundo. Las guerras fratricidas que ya hemos visto como resultado de otras capturas podrán ser sólo ensayos frente a lo que viene en los siguientes meses.

En Jalisco se frotan las manos. Como el tiburón, el CJNG huele sangre y ataca. Esa es su singularidad, la mutación que le llevó a ser el rey de la selva.

La potencia de esa organización estriba en detectar el tamaño de la cicatriz de otras, sus espacios y momentos de vulnerabilidad. Irán a Sinaloa y se saciarán. El Centro Nacional de Inteligencia y la Guardia Nacional tienen el reto del sexenio frente a ellos. Vaya cierre.

En Estados Unidos no tendrán que preocuparse por eso, sino por elegir la botella de Champagne que destaparán los funcionarios del FBI y de la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI), a quienes se les atribuye el éxito y limpieza de la operación.

"El Mayo" es un trofeo con el que podrán pavonearse de aquí al resto del año. Es, también, un regalo envuelto a la candidatura de Kamala Harris y un cortafuegos al discurso de Donald Trump, quien apenas esta semana pretendía convencer a su público de que en México el narco ponía y quitaba presidentes en dos minutos. Nadie sabe para quién trabaja. Ni siquiera "El Mayo" Zambada.

Se cierra un capítulo en la historia contemporánea de México. Los calificativos sobran. Si la palabra no estuviera tan manoseada, diría que la captura es histórica. Diré, en cambio, que lo de ayer es una buena noticia: la señal de que ni el gran patriarca podrá irse de esta vida sin probar la hiel del encierro, la amargura de alejarse del monte.

Las cosas no iban bien para Ismael Zambada, pero en adelante irán peor. Vaya que irán peor.

 

(Información de Reforma)