Opinión

Espresso Doble: Políticos enfermos de soberbia

  • Por Cynthia
Espresso Doble: Políticos enfermos de soberbia

He recibido algunos correos preguntando sobre los cafés de la capital del estado. “¿Cuáles son los mejores?”, “el espresso nadie lo toma”, “lo que importan son las recetas”. Todas inquietudes de los lectores. Para responder la primera, pues todo depende, hay que responder la segunda: los mejores cafés son los que hagan un espresso de calidad, porque es la base de todas las bebidas que se preparan. Y ya también está resuelta la tercer inquietud sobre las recetas. 

Por eso preparar el espresso es fundamental para cualquier café. Es la base de todas las bebidas que se preparan en un café. Y le repito: es muy, pero muy difícil encontrar quien haga un espresso de forma profesional en la capital del estado, desde los cafés del centro, pasando por San Felipe y llegando a la zona comercial del Periférico de la Juventud, hay muy pocos lugares que saben preparar un espresso, ya deje usted bueno, decente. 

Nos urgen buenos baristas en Chihuahua. 

Recuerde que el espresso perfecto tiene que ser caliente al tacto, amargo al paladar, fuerte en la nariz y escaso al servirse. 

Servido espresso y doble, pues es mucho mejor.

Comenzamos el espresso doble de hoy. 

Caliente. Cuando se habla de derrotas, siempre sale relucir uno de los pecados capitales: la soberbia. Esta, es silenciosa, contagia poco a poco y sus síntomas son detectados por los demás, menos por quien la padece. Exceso de soberbia, llega a generar locura. Ahí está el caso de Calígula y su caballo Iniciatus. Volviendo a la derrota electoral, hay muchos casos estudiados, donde la soberbia se hace presente y echa por la borda toda estrategia y trabajo para obtener la victoria y, eventualmente, se pierde todo.   

Amargo. Aunque hay muchos factores para la derrota electoral, la soberbia siempre está presente. Cuando se tiene todo el poder, nadie es capaz de cuestionar al Tlatoani en turno y como en el caso de Calígula, se le puede llegar a ofrecer un nombramiento de Cónsul a un caballo, con tal de tener la gracia del Tlatoani, además de canonjías y, por supuesto, presupuesto. A ningún político le gusta, como dice el clásico, “vivir en el error”.   

Fuerte. Cuando vemos a políticos que creen que son capaces de grandes obras, que de ellos se esperan grandes hechos, y creen saberlo todo y en todas las circunstancias, y sienten que su moral es extraordinaria, podríamos estar tratando con un enfermo mental. Si. Así como lo lee. Estaría diagnosticado con el “síndrome hubris”. Pero ya ve, que, en Chihuahua, a nuestros políticos, eso de la lectura no se les da, pues no van a saber qué es, así que aquí se lo desmenuzo: La palabra ‘hubris’ proviene del vocablo griego ‘hybris’, que en su significado moderno describe a una persona que, por tener excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, desprecia sin piedad los “límites divinamente fijados sobre la acción humana”. También es conocido omo “el orgullo que ciega”, y hace que la arrogante víctima de hubris actúe de manera tonta y contra el sentido común. Como ejemplo, ahí está el mito de Ícaro. 

Escaso. A estos enfermitos y enfermitas, los vemos por toda la clase política local. Y la mayoría de las veces se curan, en cuanto pierden el poder y desarrollan otros trastornos relacionado con la pérdida del poder (ahí están algunos ex, como Felipe Calderón que sigue en la cruda del poder). Y otras veces, no se curan y se quedan en el viaje para siempre, enloquecidos o enloquecidas. 

La mayoría de las derrotas electorales, llega tras un cúmulo de enfermos del síndrome hubris y que con la derrota, es muy común que quienes participaron el equipo derrotado, lo detectan de inmediato, en el candidato perdedor, presidente del partido, dirigente nacional, coordinador de campaña, consultores políticos, encuestólogos y en todo mundo, menos en ellos. Esos siguen enfermos. Si usted conoce a alguien así, recomiéndele el libro “En el Poder y la Enfermedad” de Lord David Owen, quien hace un sensacional estudio sobre el síndrome de hubris y las enfermedades de gobernantes de la historia como Churchill o Adolf Hilter. 

Quizás ahí, encuentren la cura para algún conocido. 

Este ha sido el espresso doble de hoy. 

Luis Rubén Maldonado Alvídrez

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