Opinión

Las víctimas invisibles

  • Por José Oswaldo
Las víctimas invisibles

Alaizquierda

Por Francisco Rodríguez Pérez

Las víctimas de Guerrero, Tamaulipas y Chihuahua, entre otras, estuvieron presentes en las ponencias que los filósofos chihuahuenses Juan Carlos Durán Muñiz y Juan Durán Arrieta, compartieron en  el IV Encuentro Internacional 2014 de Pensamiento Crítico realizado en Costa Rica a principios de la semana.

Ambas ponencias se refirieron al estado de violencia en que vive México. Como introducción a las mismas se agregaron referencias que “contribuyen a mirar y poner un alto a esta barbarie”.

Durán Arrieta hizo referencia al periodista Norberto Miranda Madrid “El Gallito” –asesinado hace cinco años en Nuevo Casas Grandes– a los muertos de Salvárcar y a los 72 centroamericanos asesinados en San Fernando, Tamaulipas.

Durán Muñiz se enfocó a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y abundó en las víctimas “invisibilizadas” del sexenio de Felipe Calderón y lo que va del actual.

Al final del Encuentro realizado en Costa Rica –donde el ex gobernador y ex senador chihuahuense Fernando Baeza Meléndez funge como Embajador– hubo un pronunciamiento en apoyo al paro nacional por parte de los miembros del Programa de Pensamiento Social Alternativo de la Cátedra Franz Hinkelammert, así como del grupo de pensamiento crítico.

En el Encuentro costarricense, Juan Durán Arrieta, disertó acerca del tema “Pensar la crítica desde unas perspectivas muy otras”, trabajo que merece un análisis aparte que plantearé en próximas colaboraciones. Alumno de séptimo semestre del Doctorado en Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, actualmente desarrolla su Tesis “Hacia la Construcción de una Pedagogía del Olvido”.

En esta ocasión centraré la reflexión en la ponencia “La violencia como invisibilización de las víctimas”, a cargo de Juan Carlos Durán Muñiz, Licenciado en Filosofía y actual estudiante de música de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, quien destacó que “el ambiente en el que habitamos se muestra tan adverso para conservar la vida –acechada constantemente por la barbarie y la desesperanza– postrándose en un presente que administra la muerte, es necesario buscar la posibilidad de vigencia de otros instrumentos ontológicos y epistemológicos que puedan aportar nuevas miradas y nuevos tonos para los procesos de violencia que vivimos como sociedades”.

Su exposición abundó en el significado que ha tomado la muerte en nuestros días y con ello la pérdida de humanización a la que al parecer nos hemos ido acostumbrando.

“La deshumanización e indiferencia por la muerte me ha llevado a adquirir un compromiso que tienda a pensarla filosóficamente con otras categorías que nos permitan rescatar aquella realidad oculta del dolor y el sufrimiento de las víctimas en relación a la vida y en relación con los muertos, las víctimas del pasado que de uno y otro modo se emparentan con nosotros los vivos. Es muy común hablar de la muerte en nuestras conversaciones cotidianas al relacionarnos con nuestros semejantes, pareciera que se ha convertido en una especie de principio esencial y necesario que rige nuestras relaciones humanas, tomado con una naturalidad e indiferencia infames que ofenden y deshumanizan al más indiferente de los hombres.

“La presencia de la muerte nos ha deshumanizado a grado tal que la naturalidad con que se le ve es reducida a nada, es decir, la muerte hacia el prójimo no nos dice gran cosa, no nos dice nada; esto nos conduce a ser indiferentes ante el otro y por tanto, a no incluirlo en parte de nuestra vida, lo cual nos lleva a un desconocimiento a nosotros mismos”, dice.

Dentro de esta cuestión que tiene que ver con la indiferencia por la muerte del prójimo toma auxilio de autores que denuncian que la tradición del pensamiento filosófico occidental contiene una “ontología de guerra”, que se concreta en proyectos de muerte, aniquilación y olvido.

Para el ponente, Ayotzinapa evoca Auschwitz: “…todos en Auschwitz tenían que morir y los cadáveres debían ser quemados y los huesos molidos para no dejar huella en la memoria de la humanidad”.

En el dolor y el sufrimiento está la tarea de encontrar las voces perdidas de las víctimas, lo mismo en Auschwitz que en Ayotzinapa, “en la barbarie que vivimos en México en nuestros días” que “no dista de aquellas  atrocidades cometidas en Auschwitz, y que aunque parecen lejanas, se muestran con una crudeza en algunos sentidos similar a las que vivimos en nuestras calles cotidianamente”.

El trabajo de Durán Muñiz se propone mostrar cómo aquella lógica de exterminio en la que se consumaron los actos de Auschwitz, aún prevalecen en las medidas emprendidas por el gobierno de México, y lo más preocupante, que se hable poco de las víctimas que ha dejado.

La lógica de guerra señalada por Rosenzweig, “sigue reproduciéndose en  nuestra actualidad con las víctimas que ha dejado la guerra emprendida por el gobierno de México en el sexenio 2006-2012, y la que seguirá reproduciéndose si no ‘jalamos el freno de emergencia’ para modificar este rumbo de la historia y detener esta lógica de guerra y así mirar el mundo desde otras categorías”.

Prosigue: “La situación en que nos encontramos es precisamente la de “Todo es campo”, en la cual nosotros podemos ser asesinados y aniquilados en cualquier momento al igual que los judíos y los muertos de la guerra en México, en buena medida, hasta ahora olvidados. Nuestra vida está desprotegida, no vale nada, está reducida a la nada, reducida a ‘nuda vida’” (…)

“La muerte es omnipresente, se encuentra en todas partes, en nuestras relaciones sociales, en nuestra vida privada y en nuestra cultura, lo cual da lugar a una “cultura de la muerte” basada en la indiferencia y la insignificancia de la vida.

“Vivimos en una cultura de la muerte precisamente porque es vista como nada y sin novedad alguna, la vida del ser humano queda reducida a insignificancia. Nos es ajeno e indiferente el darnos cuenta de que alguien perteneciente a nuestra ciudad, colonia y lugar en general, ha sido asesinado y pasa a tomar el lugar de un número y una cifra en la cantidad de vidas aniquiladas”, expresa.

De acuerdo con Durán Muñiz, la barbarie en que vivimos no cesa de llevarse vidas humanas, estamos envueltos en una lógica empeñada en administrar la muerte, el dolor y la desgracia. Y, una lógica que arrasa con la sensibilidad humana sin dejar espacio alguno para estar a salvo, es proclive de cometer un doble asesinato a las víctimas, es decir, asesinarlas físicamente y metafísicamente después mediante el olvido.

La violencia como invisibilización de las víctimas muestra precisamente la condición de invisibilidad en que permanecen, es decir, son invisibles para nuestro presente, permanecen ocultas y ajenas a nuestra realidad sin atender su dolor y sufrimiento por la injusticia cometida a sus vidas.

Este problema se muestra complejo, lo que implica situarlo desde otra perspectiva, es decir, pensarla con otras categorías diferentes a las de la filosofía occidental que va de Jonia hasta Jena. Aunque parezca muy lejana una idea con otra, esta dinámica de la tradición filosófica occidental se reproduce en nuestra actualidad mediante la guerra emprendida por el entonces presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, dejando en el olvido a más de 60 mil víctimas sin descartar las víctimas invisibles, abunda el filósofo.

Tras insistir en los saldos negativos de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, propone frenar el doble asesinato de las víctimas lo que conduce, precisamente, a romper con la dinámica del olvido de las víctimas, romper con su invisibilidad.

Para entender y abordar el problema de la invisibilización de las víctimas se requieran otras categorías filosóficas que permitan captar la dimensión de lo olvidado y lo invisible, aquello que no se muestra con clara evidencia ante nuestros ojos, esto es, el pasado oculto y perdido de la realidad.

La complejidad del problema –supone Durán Muñiz– puede arrojar esperanza en la filosofía de una vida que experimentó el dolor en carne propia y que desde el sufrimiento mismo reclama la memoria de las víctimas.

Sitúa entonces el tema en la filosofía de Walter Benjamin: “Pensar la invisibilización de las víctimas en la filosofía de la memoria de Benjamin permite aproximarnos al sufrimiento y el dolor desde la experiencia misma de ese dolor, pues se trata de una filosofía de alguien que sufrió en carne propia la crudeza de la barbarie, del dolor y el sufrimiento de una víctima. La filosofía de Benjamin es entonces la filosofía de una víctima que tras el último grito de esperanza que pudo arrojar al mundo, pretende involucrar a toda la humanidad con el sufrimiento del pasado y rescatar desde ahí, aquellos brotes de justicia esparcidos a lo largo del pasado de la humanidad.

“La guerra que nosotros vivimos cotidianamente en nuestro país ha dejado un inconmensurable dolor y sufrimiento hacia las víctimas del pasado y las del presente, cuyos sueños y proyectos fueron interrumpidos en la historia para reclamar su realización aquí y ahora. Son sueños que aún esperan pero que nosotros los vamos enterrando cada vez más con nuestro olvido”.

La invisibilidad y el olvido son abordados como sinónimo de catástrofe, es decir, como prolongación de la barbarie, pero también al mismo tiempo, como condición de posibilidad de la memoria.

En la segunda parte de su ponencia desarrolla “El olvido remite a la memoria”, y puntualiza diversos aspectos de la filosofía benjaminiana.

Para Benjamin –apunta– no hay justicia sin memoria de la injusticia, por eso la respuesta de la filosofía es mantener la injusticia viva en la memoria de la humanidad hasta que no sea saldada.

Un acto de humanización consistiría –en el caso de Benjamin– en voltear al pasado de las víctimas para hacerles justicia y romper con la herencia del olvido a través de la memoria.

Expone luego algunas ideas epistemológicas, desde el carácter político y el sentido ético de la memoria y el margen, categorías desde las cuales se piensan el dolor y el sufrimiento de la víctima.

Por ello, pensar la dimensión ética y política de la memoria desde el sufrimiento de las víctimas del pasado nos compromete a pensar a las víctimas desde el margen y el olvido para dirigir el pensamiento hacia lo olvidado y que sea capaz de cuestionar el presente  exigiéndole las cuentas de ese pasado.

“La tradición filosófica que va desde Jonia hasta Jena nos ha inculcado que los muertos de la historia muertos están y que no hay más que hacer por ellos, algo con lo que la filosofía de la memoria trata de romper, ya que nosotros los de este presente estamos llamados por el dolor de las víctimas y la injusticia cometidas hacia los muertos que con sus proyectos de vida han dejado de ser recordados en su sentido ético y político.

“De aquí se desprende precisamente el concepto de ‘invisibilización’ de las víctimas pues muestra lo invisible de las víctimas de nuestro presente, lo ausente y marginal de su pasado; muestra también la deuda ética y política que se tiene con su condición de invisibilidad. La memoria representa una epistemología capaz de captar la condición olvidada y perdida de la víctima, pero también lo que se ha quedado frustrado y ausente de la realidad.

Durán Muñiz continúa, entre otros conceptos, con el de redención: La ola de violencia en que nos encontramos actualmente y a la que se enfrentan nuestras vidas cotidianamente, le lleva a profundizar en la dimensión frustrada de la realidad que son las víctimas y en las que al parecer no hay esperanza alguna. Pero Benjamin nos recuerda que “Sólo por aquellos sin esperanza, nos es dada la esperanza”. ¡Hasta siempre!