Opinión

La guerra sucia se lava con votos

  • Por José Oswaldo
La guerra sucia se lava con votos

 Alfredo Piñera

Muy poco tiempo tardó el gobernador de Chihuahua en encontrar la forma de vengarse de los severos señalamientos que sus opositores políticos le habían realizado, específicamente el PAN y la organización social Unión Ciudadana, en cuyas filas milita un connotado panista, el senador Javier Corral Jurado.

El "tiro" ya había sido cantado con anticipación y solo era cuestión de tiempo para que la autoridad comenzara a operarlo desde los sótanos del palacio estatal, en concordancia y armonización con los medios de comunicación más importantes del estado, forzada mediante el ranking del listado de convenios de publicidad establecidos con el ejecutivo estatal.

La estrategia se implementó con mucho cuidado y precisión. La colocación de un tirador externo, con poco patrimonio político que perder y al que las consecuencias de sus actos le significaran un costo político muy barato. No podía, obviamente, ser un candidato, funcionario o servidor público del mismo PRI, pues la autoría intelectual sería fácilmente identificada y el costo político podría revertirse.

Por eso, la semilla del ataque mediático la sembró el candidato del partido palero del gobernador; Alan Falomir de Movimiento Ciudadano, cuyo "encabritamiento" se orientó curiosamente solo en contra de los candidatos del PAN, a pesar de que los del PRI han sido denunciados penalmente por actos de corrupción.

No podemos soslayar, además, que quienes orientan las estrategias mediáticas del candidato Falomir, es Fernando Reyes, yerno de quien fuera secretario general del gobierno duartista, Raymundo Romero, y que guarda una estrecha relación con el mandatario estatal.

"Juan Blanco es socio del Banco Unión Progreso, traidor del PAN y amigo del gobernador César Duarte; pidió prestado dinero a la institución y al Fideapech y no ha pagado". Con estas líneas se resume la acusación contra del candidato del PAN, cuando las encuestas electorales lo colocan 8 puntos en las preferencias electorales, arriba de su más cercana contendiente, Liz Aguilera, candidata del PRI.

El primer objetivo fue provocar una escisión al interior del voto duro del PAN, acusando al candidato de traidor por haberse reunido en una ocasión con Duarte y así aprovechar el desprestigio político del mandatario estatal para manchar su candidatura.

El segundo objetivo es distraer la atención de la opinión pública respecto a las graves denuncias por corrupción y represión que pesan sobre el mandatario, desvincular la imagen del gobernador respecto de sus candidatos y disfrazar que todos y cada uno de ellos representan la continuidad de un gobierno y un poder cuyo desprestigio y repudio ha crecido de forma exponencial, día con día. Cada candidato del PRI es un brazo operador del mandatario estatal y significa la traspolación de su influencia política hacia próximo poder legislativo federal

Esa es la meta del gobernador, quien no ha tenido empacho en asegurar que su gobierno trabaja para lograr que el país próximamente sea gobernado por un chihuahuenses, de Balleza si se puede.

El tercer objetivo es polarizar y crispar la elección para desanimar la participación ciudadana en el proceso electoral de 7 de junio, generando la sensación de que votar por alguien no tiene caso pues todos son igual o parecen lo mismo.

Frente a esta sucia y antidemocrática estrategia política del PRI, ¿qué debe hacer la población? Solo existe una respuesta. Salir a votar para cambiar el rumbo de nuestra nación y nuestro estado. Lavar la guerra sucia a golpe de votos. Nada más.

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