Mi Pódium

No lo hagas

  • Por Redacción1
No lo hagas

Por Osbaldo Salvador Ang.- Carlos Marcelino Borruel Baquera, ex alcalde, ex diputado, funcionario estatal, aspirante a gobernador, será siempre El Chanclas.

Así le bautizó el buen Jolly Bustos, célebre fotógrafo, en el periódico El Norte de Chihuahua, allá en la década de los ochentas.

La redacción del periódico (ubicado entonces en la avenida Juárez y Venustiano Carranza) había sido removida a una periquera ubicada detrás de la imprenta, para la cual se tenía acceso por una vieja y desvencijada escalera.

Los que ya estaban arriba, en la redacción, escuchaban irremediablemente, el ruido de los añejos peldaños que gemían al peso de los pasos.

Jolly Bustos, mula en extremo, cuando escuchaba que llegaba Borruel, se levantaba los lentes con el dedo índice, se reía y nos decía, con su peculiar estilo: ahí viene El Chanclas.

Efectivamente, era Carlos Marcelino, que chancleaba al caminar.

La redacción se convertía en un agradable bullicio antes de salir a la calle con la libreta en la mano y al regresar, ya cuando caía la tarde y apretaba la noche y el reloj de la entrega.

Borruel duró muy poco de reportero en El Norte de Chihuahua. Fue despedido por el entonces director, Luis Silva, y el subdirector, Leoncio Acuña, pues realmente no era periodista.

Su caso fue expuesto y ventilado incluso a través de cartas publicadas en el mismo rotativo. Era un pésimo redactor y carecía de objetividad y honestidad para escribir notas periodísticas. Especulaba y buscaba sacar raja de su trabajo pero su interés estaba centrado en otras cosas.

Después fue vocero de fiscalía con Paco Molina en el gobierno de Pancho Barrio y más adelante se fue a cdmx al instituto nacional del combate contra las drogas, en donde todos los colaboradores de Molina se enriquecieron a manos llenas.
De repente se hizo político y le dio por buscar una diputación y posteriormente la alcaldía, tras manipular los escenarios, como intentó, sin resultados, hacerle en el Norte de Chihuahua.

De reportero se hizo político y después mafioso.

En su administración como presidente municipal, fue la peor época para los policías, según se recuerda, pues fue cuando más agentes asesinaron. Incluso, les ataban las manos y les prohibían perseguir o detener a ciertos personajes locales.

El mismo expió su culpa: tuvo que pagar el rescate de su hijo, que fue secuestrado y, después, al toparse a los autores del plagio en La Cerve, hubo de recular, sabrá dios por qué motivos, y dejar las cosas en paz.

Borruel fue el que sacrificó a Juan Blanco en el caso del relleno sanitario. Al sucederle, entregó toda la documentación que involucraba al ex edil en el negociazo que se planeó y fue puesto al descubierto de manera pública.

El ex edil facilitó computadoras, archivos, correos electrónicos y llamadas telefónicas que permitieron mostrar evidencias para consignar el asunto y llevar a la cárcel al otro corrupto ex alcalde chihuahuense.

Juan y Carlos eran del mismo partido.

En materia de obra pública, se descaró tanto que le bautizaron como El Diezmo, pues por cualquier erogación a proveedores pedía un mínimo del diez por ciento sobre el costo del proyecto. Decenas de constructores se quejaron del tema y protestaron por las sucias maniobras, al grado de abandonar los concursos y las licitaciones.

Quiso comerse el pastel entero y se atragantó. No esperó a que madurara su proyecto y, como el borras, se lanzó, desbocado, por la candidatura a gobernador en 2010. Sabía que no ganaría, que no tenía posibilidades, pero su interés estaba enfocado en su ambición económica, en esa loca ansia por atesorar riquezas.

La prueba es que, una semana antes de la elección, le mandaron 20 millones de pesos, de parte de César Nava, entonces presidente del comité ejecutivo nacional del partido acción nacional.

En otros estados como Oaxaca, los candidatos rechazaron el maletín.

Pero Borruel no.

Tomó el dinero y por supuesto, no gastó nada, sino que se lo embolsó completito.

Un personaje de alto nivel, tanto en el estado como en el país, se encargó de divulgar el tema.

Así que, al paso de los años, confeccionó una estrategia para negociar posturas, sus escasos votos en el pan y sus apoyos políticos. Acompaña sus propuestas de amenazas veladas, o abiertas, con ataques y acciones mercenarias.

Una de estas estrategias consiste en visitar las casas de sus enemigos, acompañado de mujeres de su familia, para intimidarlos. La aprendió en 1986 durante las protestas electorales pero la adaptó a sus corruptísimios fines.

Grita y amenaza a quien le critica.

La clase de persona, imagínense, que necesitará ser alguien para echar por delante a su propia esposa o sus hijas.

Si no ceden, siguen las amenazas, las conexiones con gente peligrosa, las faramallas de sus hermanos en la policía municipal, en la policía vial o en la dirección de transporte.

Así ha hecho su fortuna.

Ni una sola vez más, debe permitirse que gente como Borruel ataque así a los medios y que amenace a los periodistas y la labor informativa.

Es absolutamente inaceptable.

A pesar de su dinero y el poder que presume, de la estrategia de la amenaza y la intimidación, Carlos Marcelino Borruel Baquera, como decía Jolly Bustos, será siempre El Chanclas.

Y si no quiere que en Chihuahua se conozcan sus escándalos y los de su familia, debe entonces hacerle caso al antiquísimo proverbio chino:

“Si no quieres que se sepa, no lo hagas”.

Y lo digo desde aquí, porque éste es mi pódium.