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DONALD TRUMP LE DEBE LA VIDA A UN MIGRANTE

  • Por lujardo
DONALD TRUMP LE DEBE LA
VIDA A UN MIGRANTE

Por Ricardo Luján

El odio enfermizo de Donald Trump hacia los migrantes ha escalado a tales niveles que obliga a compararlo con la fobia con la que Hitler trató a los judíos, a quienes intentó desaparecer como raza exterminando a 6 millones de ellos.

Es inevitable la comparación entre ambos racistas, porque así como el nazi tenía raíces judías, de las que renegaba, los antepasados del presidente gringo son migrantes, como los que hoy desprecia y abomina a muerte.

El pasado lunes el canciller alemán Friedrich Merz nos recordó que por las venas del presidente corre la sangre de un migrante teutón llamado Frederick Trump, su abuelo. Es decir, de no haber sido por un migrante Donald John Trump no hubiera nacido.

Hace unos tres años el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, levantó revuelo internacional al asegurar que Hitler tenía raíces judías, provocando el enojo del gobierno de Israel que de inmediato descalificó la afirmación.

Pero Trump se quedó con las ganas de desmentir sus raíces migrantes y no le quedó otra que tragar sapos y agradecer con el seño fruncido el regalo del funcionario alemán: el acta de nacimiento de su antepasado.

 Es decir, Trump es nieto, hijo, esposo y yerno de inmigrantes y lo mismo ocurre con sus aliados y colaboradores. De hecho resulta difícil encontrar en Estados Unidos a un ciudadano que no tenga sus raíces en el extranjero pues la historia, grandeza y poderío de esa nación se debe a gente que llegó de otras latitudes.

El abuelo paterno de Trump llegó a la Unión Americana en 1885, cuando tenía 16 años y se estableció ilegalmente en Alaska, donde fundó el hotel Ártic, que funcionaba como bar y prostíbulo.

Cuando se hizo de capital regresó a Alemania para casarse con Elizabeth Christ y volver otra vez a América, concretamente a Nueva York, en 1901. Cuatro años más tarde nacería su hijo Fred, quien iniciaría el negocio inmobiliario y contrajo nupcias con Mary Anne CacLoeod, joven que procedente de Escocia  llegó a la tierra del sueño americano de manera ilegal, con solo 50 dólares en el bolsillo, en busca de oportunidades y consiguió trabajo de sirvienta en la casa de una familia adinerada.

Más tarde conoció al empresario Fred Trump con quien contrajo nupcias, relación de la que nació el actual presidente de Estados Unidos.

Pero no se crea que Trump siempre fue racista.  Para agarrar mujeres le importaba un pito que fueran migrantes.

Cuando anduvo cortejando a su primera esposa, Ivana, no le importó que fuera checoslovaca y llegara a Estados Unidos para quitarle el trabajo a otras modelos.

Tampoco puso reparos cuando se acostaba con la también modelo Melania, 24 años menor que él, originaria de Eslovenia, quien trabajó en pasarelas europeas hasta que decidió migrar a la Gran Manzana para probar fortuna en el modelaje profesional. En 2005 se casó con Trump (su tercera esposa) y un año más tarde obtuvo la ciudadanía estadounidense, lo mismo que sus padres, quienes pronto emigraron a tierras yanquis.

Antes de sentir la enfermiza animadversión hacia los migrantes, cuya presencia en su país hoy cataloga como inaceptable, Trump no consideraba nefasto asociarse con un extranjero. Elon Musk, patrocinador estrella de su campaña y hasta hace poco importante funcionario de su gabinete, es oriundo de Sudáfrica. Nunca le reprochó su estancia ilegal. En 1985 llegó al país de la hoja de Maple, donde obtuvo la nacionalidad canadiense. Más tarde, tras conseguir  una visa para estudiar en la Universidad de Stanford, en California, lejos de matricularse se dedicó junto con su hermano a consolidar sus negocios, lo que resultaba ilegal y hubiera sido motivo suficiente para ser expulsado del país, según las leyes vigentes. Fue hasta 1997 cuando el ahora hombre más rico del mundo se convirtió en “american citizen”.

Por su parte, Marco Rubio, máximo responsable de la política exterior del gobierno trumpista, también tiene ascendencia extranjera. Nació en Miami en 1971, hijo del cantinero Mario Rubio y de la camarera Oriales García, migrantes cubanos que huyeron del régimen de Fidel Castro. 

Incluso en su toma de posesión Rubio agradeció que el país de las barras y las estrellas acogiera a sus padres y permitiera que él y sus hermanos cumplieran el sueño americano. Sin embargo, ahora se dedica a frenar la migración ilegal, sobre todo de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, a quienes considera “enemigos de la humanidad”.

Lori Chávez-DeRemer, secretaria del Trabajo, adora a su abuela que emigró procedente de México a la tierra del dólar.

Mauricio Claver-Carone, oriundo de Miami, es hijo de migrantes -español y cubana- y se desempeña como enviado especial del Departamento de Estado “para restablecer el orden” en América Latina.

El director de Comunicaciones de la Casa Blanca es Steven Cheung, hijo de chinos que emigraron a Sacramento, California.

Así las cosas, Trump debería asumir como propia la frase que usaban nuestras abuelas: “lo que uno no puede ver, en su casa lo ha de tener”.

El magnate presidente, rabioso racista, ayer cumplió 79 años y recibió como regalo la protesta de cientos de miles de manifestantes que le reclamaron su tirria hacia los migrantes y le echaron en cara sus ínfulas de rey.